Capitulo 9: REVELACIONES

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William se retira de la presencia de su amigo. Pero mientras está por entrar nuevamente a la ceremonia para hablar con el Director, se cruza con Alicia. A ella le llama la atención que William esté con un gesto muy enojado y caminando aceleradamente; pensó que estos dos amigos habrían tenido una riña. Ya cuando está afuera, ella observa a Diego subiéndose a su auto con mucha prisa, arrancando a gran velocidad. Alicia intentó detenerlo, pero él ni siquiera la miró.

Ali, presa de la curiosidad, toma su motocicleta y decide seguir a Diego. La lluvia la estaba empapando de pies a cabeza, pero no le importó. Empezaron a cruzar calles y avenidas, toreando taxis y autobuses. Alicia tenía cuidado de no perder de vista el auto de Diego.

Mientras tanto en la ceremonia, William ya había puesto en sobre aviso al Director y también le habló a su padre en la estación de policías. El Director trató de no alarmar a los presentes, para no arruinarles la celebración.

Diego comenzaba a alejarse del ruido de la ciudad y entró a un pampón pedregoso. El mismo lugar donde fue la carrera. Estaba ya por llegar al encuentro con aquel forajido. Pero al ver por el espejo retrovisor, se da cuenta que una motocicleta lo ha estado siguiendo desde hace un buen rato.

"No puede ser... ¿Alicia?" —pensó. Aunque ella llevaba un casco puesto, la reconoció por el vestido blanco, tan llamativa a la vista. Además, ella era la única chica de su escuela, que se atrevía a manejar una motocicleta. Diego frena el auto y se baja. Alicia también se detiene, deja la moto tirada y va hacia él.

—¿Por qué me estabas siguiendo? Bueno, bueno... eso no importa ahora. Tienes que irte de aquí, no es seguro. —recrimina él.

—No, no me voy a ir. No hasta que me digas QUÉ OCURRE... ¿Crees que no me he dado cuenta de que hace tiempo estas evitando hablar conmigo? ¿Por qué siempre me rehúyes? Qué fue lo que hice que te puso así conmigo —le pregunta intrigada. Pero él se queda en silencio, cabizbajo— Qué... ¿no éramos amigos? Incluso creí que había algo especial entre nosotros... ¡DIEGO YA DI ALGO!

—¡ES POR TU HERMANO! ¡Fui quien le atropelló! Yo... yo lo maté. —Diego toma aire con sufrimiento y continúa— Había perdido el control del auto y...

—¡Cállate! no quiero escuchar esto. ¡Ya no quiero escucharte!

El corazón de Alicia se estaba quebrando en mil pedazos. Parecía estar llorando, aunque no se notaba, pues sus lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia que le caían en el rostro.

— A-Alicia, yo no quería... yo... no quise...

—¡Aléjate! no quiero que te me acerques. —le dice Alicia, retrocediendo unos pasos.

Diego mira su reloj y se altera al ver que ya es casi la hora —Escúchame, Yo vine aquí... porque tienen secuestrada a Victoria en este lugar, no queda mucho tiempo. Tienes que irte, esto se puede poner muy peligroso.

Alicia comienza a alejarse y desaparece en la oscuridad de la noche, arrastrando su motocicleta a pie, pues ya no encendía. Luego de un rato se reencuentra con un primo lejano, al que no veía hace mucho tiempo. Alicia le cuenta a su primo todo lo que le pasó; y él con un abrazo trata de calmar su aflicción.

Transcurridos unos minutos, Diego llegó al lugar de la carrera. Allí encontró a un grupo de matones. Alrededor había un cementerio de autos abandonados: veinte llantas flameaban como antorchas, su fuego era tan intenso, que ni la lluvia la extinguía. Sin embargo, Nitro aún no llegaba, así que esperó. Pasaron diez interminables minutos. Pero por fin, un auto negro se asomaba a la distancia. Sus compinches comenzaron a hacerle barras, para animar su llegada. Esta vez los espectadores eran señores en su mayoría de 35 años a más, con un aspecto descuidado y llenos de tatuajes. Algunos de ellos traían armas blancas y armas de fuego.

Nitro sale de su auto, pero no está solo; del asiento de copiloto sale una chica. Y grande es su sorpresa cuando ve que aquella chica era Alicia. A ella también la asombró verlo allí, pero inmediatamente sacó sus conclusiones y le pregunta a su primo:

—Nitro, ¿Eres tú el que secuestró a Victoria? —No le contesta. Simplemente la ignora, luego dice a gran voz:

—¡Diego! ¿Listo para perder? —Nitro se tambalea un poco, con la mirada perdida; estaba bajo un efecto etílico.

—¿¡¡DÓNDE TIENES A VICTORIA!!? —grita Diego.

—Ella está bien, por ahora. —le responde Nitro.

—No comenzaré la carrera, si no la veo primero.

—No estás en posición de exigir nada. O comenzamos con la carrera, o ella se muere. Tú decides.

Al oír esta amenaza, Diego teme por su amiga y accede a comenzar con la carrera. Los motores se preparan para arrancar, su corazón latía tan fuerte que pareciera que se le va a salir del pecho. Ahora ya no solo estaba apostando dinero, sino una vida.

OJOS DE UNA NOCHE AMARILLAWhere stories live. Discover now