La manzana de la discordia

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8—La manzana de la discordia

Seiren era alta, de pelo largo y negro y tez blanca como la leche, sus ojos violetas le daban un toque principesco y su pose bien erguida delataba su disciplina. Cuando la presentaron ante su hija temió que esta la rechazara, quizás fue un deseo inconsciente pero ni bien le presentó a la niña la mujer que todo el tiempo hablara con él de las condiciones del trabajo y de su experiencia en el campo de la protección con un tono profesional y frío, sonrió a la niña al ser presentada y le preguntó su edad. La niña se fascinó de ser el centro de atención y tomándola de la mano la invitó a tomar el té. Sabía que debía admitir que Seto Kaiba había escogido bien pero no tenía ganas de hacerlo.

En el currículo de ella uno de los datos era que tenía un pasado marcial por lo que el ojos mieles dedujo que ambos se habían conocido ahí. Le intrigaba que los unía pero temía preguntar ya que a veces es mejor no saber.

Estaba en su estudio revisando las notas de una junta pero no podía concentrarse. Un trueno repentino lo sobresaltó y por la ventana pudo ver las nubes negras que anunciaban lluvia. La luz de la esquina de la habitación se había apagado. No se había dado cuenta porque la pantalla de su laptop seguía encendida. Seto entró y preguntó--¿Todo está bien?—

Si—respondió él.

Se fue la luz—explicó el otro.

Lo sé. Me he dado cuenta recién. ¿Los demás están bien?—preguntó el dueño de casa.

Yue se ha asustado un poco pero Seiren ya la tranquilizó—informó su empleado.

¡Ah! ¡Que bien!—exclamó sin entusiasmo el rubio.

¿Pasa algo?—preguntó Kaiba al percibir cierto tono en el otro.

¡No, nada! ¡Iré a ver a mi hija!—anunció levantándose de su asiento y caminando hacia él ya que estaba entre la puerta y el ojos mieles.

¡Ya Seiren la acostó! ¡No tienes nada que hacer allá!—le indicó el ojos azules molestando terriblemente a su jefe.

¿Cómo que no tengo nada que hacer allá? ¡Es mi hija y la veré si quiero!—le gritó.

¡Calma! Ya lo sé. Solo te decía que Seiren...--dijo Seto pero el otro no le dejó terminar.

¡Ya! Y como Seiren es tan buena en todo lo que hace yo estoy demás hasta con mi hija. ¿No es así?—preguntó Joseph lleno de furibundos celos.

¿Qué te sucede? ¿Tú...?—preguntaba el custodio cuando el otro lo cortó.

¡Nada! ¡No me pasa nada!—contestó de mal modo tratando de pasar a su lado pero la pregunta del otro lo detuvo en seco.

¿En que otra cosa estás demás?—preguntó el ojos azules.

¿Qué?—preguntó el empresario tratando de borrar sus huellas.

Dijiste estar demás hasta con tu hija. ¿En que otra cosa Seiren te deja demás?—preguntó intrigado el otro.

No iba a contestar esa pregunta. El problema era qué contestaría.

Eso no importa ahora—dijo Joey y renovó su camino cuando oyó tras él--¡A mí si!—lo que hizo que su corazón diera un vuelco, y se detuvo de nuevo preguntándose que responder. Entonces miró sus manos que temblaban ya que por la puerta ya entraba la luz pues habían restaurado la energía. Su cabeza daba vueltas.

¿Y bien? ¿Vas a contestarme?—preguntó su guardaespaldas y el decidió que si quería saber era el momento de decirle.

¡Contigo!—respondió y oyó un "¿Qué?" del otro por lo que decidió mirarle de frente y volteó para ver su cara de no entendimiento— ¡Sé que ustedes son amantes! ¡Puedes decírmelo!—

¿Y eso que tiene que ver...?—preguntó el castaño y al mencionar la última palabra se quedó estático mirando al otro.

Joey cerró sus puños. Había develado demasiado. Lo sabía. ¿Pero que podía hacer ahora? Sus celos y sus ganas de decirle le habían jugado una mala pasada y no podía hacer nada para evitarlo. Volteó implorando que el otro no le dijera nada y que desde ahora hiciera como si eso nunca hubiera sucedido.

¡Espera!—oyó de pronto y con su corazón aún acongojado se detuvo otra vez. Decidió recibir las palabras del ojos azules lo más firme posible aunque lo deshicieran por dentro y volteó a verle nuevamente.

El castaño se le acercó con paso muy decidido y el tembló ante la expectativa de las duras palabras del otro, de su odio, de su desprecio.

Pero jamás imaginó lo que acontecería a continuación.

Cuando Seto llegó hasta él con ambas manos tomó su cara y le plantó un pasional beso que hizo vibrar todas las fibras de su piel, luego sus brazos lo abrazaron muy fuerte y levantándolo del suelo mientras su boca no se separaba de la suya y lo llevó de vuelta al estudio.

Sus cuerpos se transmitían un inusitado calor y sus manos buscaban afanosamente en el otro la manera de hacerlo más suyo, de seducirlo. Los dos estaban conectados. Tanto que respiraban al unísono mientras sus labios se separaban y unían en segundos tratando de evitar el estar desconectados.

Las manos de Joseph se fundieron en la nuca de Seto mientras este lo sentaba en su escritorio quedando abrazado a él y se colocaba entre sus entreabiertas piernas y sus torsos, estómagos y bajovientres quedaron rozándose.

Al sentir cierto abultado objeto rozarle Wheeler se estremeció de nuevo y sintió su propia excitación crecer. Las manos de Kaiba se introdujeron dentro de su camisa palpando la piel de su espalda y llevándolo a pegarse más a él. Ya el calor no podía ser más alto ni el deseo mas intenso.

Las manos de Seto bajaron a su cinturón y sintió como lo iba abriendo con la crispada anticipación a flor de piel. ¿Qué sucedería con ellos dos a partir de ahora?

Entonces despertó en su habitación solitaria y fría y contó un sueño más para guardarlo en el arcón de los recuerdos. Se sintió cansado más bien. Ya no podía sentir tristeza o autocompasión pues eran muchas las veces en que despertara en idéntica situación.

Miró hacia delante en la cama y vio el bulto que se había formado bajo las sábanas. No bajaría por si mismo, lo sabía. Sin esperar más se dedicó a la tarea de deshacerse de la erección cerrando sus ojos y evocando las últimas escenas del sueño. Después de unos momentos se arqueó y el líquido lechoso brotó entre sus manos, llenando su ropa interior de manchas inconfesables de las que el lavarropas se encargaría. Miró el reloj, pronto serían las seis. Era domingo pero se levantó pues no tenía ganas de dormir más y no podría soportar otro sueño como ese. Entró al baño y se dio una refrescante ducha fría con la esperanza de que las escenas del último sueño volvieran a él durante el día.

Habían pasado quince días y todo iba tranquilo pues ni amenazas ni nada similar había pasado. Si, los del Holding intentaban aún comprar sus acciones pero por vías totalmente legales hasta ahora. El juicio a Seto por daños y perjuicios se resolvió en primera instancia ya que el juez sentenció que no había razón para proceder ya que el damnificado tenía cautiva a una niña y en su desesperación el custodio había recurrido a la violencia. Con todo y eso, debería pagar una multa, no podría salir de la ciudad y tendría que reportarse cada semana con su oficial de libertad a fin de registrar que seguía en ella y de que manera.

Iba a tomar un café mañanero, se lo prepararía él porque la mujer de la cocina de ese día no venía temprano por ser domingo, los horarios de la casa eran un poco diferentes. Iba a abrir la puerta cuando oyó claramente que Seiren dijo—Yo nunca dije que te amara—

Su mano se detuvo antes de empujar la puerta batiente como los latidos de su corazón. Había oído claramente las palabras de la guardaespaldas y luego oyó la voz de la otra persona dentro— ¡Como digas!—

Era claramente la voz de Seto Kaiba.

AMOR EN CUSTODIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora