Ariadne

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Sus pasos eran suaves y precisos, o por lo menos intentaba que se viera así. Sin embargo, los gemidos y gritos de las personas que estaban a su alrededor le indicaban que en ese lugar había de todo menos paz. Aquellos sonidos le causaban escalofríos y algo que no quería detenerse a analizar en esos momentos. 

Intentó despejar la mente y alejar todos sus pensamientos de los sonidos que rodeaban el ambiente. Incesantes. Aquello parecía un campo de batalla y sabía quien sería el siguiente soldado en entrar a esa guerra. 

Un nuevo olor le llenó los sentidos. Miró sobre su hombro, solamente para darse cuenta  que iban dejando, lentamente, el área de comidas. Ahora, todo olía a ese ároma que tanto detestaba. Clorox y desinfectante. El olor típico de los hospitales. 

—Curioso, — susurró para sí misma. 

Sí, era curioso que un hospital psiquiátrico oliera igual que un hospital normal. La verdad, no había mucha diferencia entre uno y otro. Lo único que siempre los identificaría sería la clase de pacientes que se atendían en ellos. 

Los hospitales normales eran pacíficos la mayoría de las veces. Sin embargo, en ese... 

—Ari, — le llamó el hombre, mientras la conducía por otro pasillo. — Te llevaré con los locos.

 "Locos" esa palabra no era permitida para su profesión. Los médicos que ejercían preferían llamarlos pacientes "Mentalmente perturbados", pero a su parecer la palabra  locos  quedaba más que bien. 

La situación comenzaba a irritarla seriamente. Siempre había pensado que la psiquiatría no era un campo que se adaptase del todo a su persona. No tenía el carácter de un psiquiatra y condenadamente segura de que no conseguiría cambiarlo en los próximos quince minutos. La paciencia no formaba parte de su personalidad. Amaba las respuestas rápidas y las soluciones que se daban de la noche a la mañana. 

Pero, cuando se trataba de un persona mentalmente enferma... Ninguna solución era rápida. 

—Su padre debe estar orgulloso de que alguno de sus hijos desee trabajar en su hospital, — le dijo el hombre interrumpiendo sus cabilaciones. 

"Hospital" otra palabra que no era adecuada para describir dicho lugar. Estaba convencida de que "Cárcel" en cambio describiría mejor la estadía de los pacientes. Todos los locos eran monitoreados las 24 horas del día, 7 día a la semana, durante todo el año. Inlcuso los que nunca causaban revuelo. 

—Eso creo, — dijo por fin una vez que hubo reaccionado. 

El hombre siguió hablando de algo que no le importaba. Recordó que su padre le había dicho que el lugar se dividía en tres partes. La mayoría de los médicos lo llamaban así: Pilar Este, Pilar Norte y Pilar Oeste. Pero, en su originalidad, ella prefería llamarlos así: Campos Eliseos, Primer nivel del infierno y Segundo nivel del infierno. 

En los Campos Eliseos se encontraban los enfermos mentales que parecían normales y que actuaban normales. A estos se les permitía muchísimas libertades, por ejemplo: salir a los jardines y recibir a sus familiares allí, comer en una mesa grande con cubiertos y servilletas, etcétera.

En el Primer Nivel del Infierno se hallaban los pacientes con problemas mentales más profundos, pero que no causaban disturbio alguno. La mayoría de ellos presentaban ataques de pánico o psicósis, y a pesar de que eran esporádicos se les daba libertad, pero límitada. Podían salir a los jardines, siempre y cuando estuvieran en compañía de otros psiquiatras, y podían comer en el comedor, pero sin cubiertos de ácero o platos de vidrio. 

Y por último, estaba el segundo nivel del infierno. Allí se encontraban a los pacientes locos, lunáticos y completamente desquiciados, que representaban un peligro para el mundo y para ellos mismos. Para ellos el encierro era ilimitado y dormían en habitaciones separadas, pues poner a dos locos juntos daría como resultado una masacre. 

Sonatilla De Muerte(Libro N°1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora