capítulo 13

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Luka Ferrara

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Luka Ferrara

Hace casi tres semanas que estoy en Estados Unidos después de enterarme que la empresa de New York estaba dando pérdidas colosales. Luego de buscar insistentemente con la ayuda de mi amigo Raúl, dí con la causa. Una vez más mi amigo tenía razón, Andrew, mi socio, me estaba robando en mis propias narices.
Por otro lado, en dos días regreso a Madrid. Deseo ver a sofía y por alguna razón, no se cual, también a Judith.
Le he insistido para que venga a New York, pero se a negado.
No es conveniente que me vean solo, más estando mi padre tras mis pasos. Un fallo en mi casamiento y me puedo ir despidiendo de todo.

- señor Ferrara, disculpe, pero hay alguien que lo espera en la recepción - dice la secretaría algo asustada.

- ¿quien es? - interrogo con un tono autoritario al tiempo que arrugo el ceño.

- no lo se. No me han querido informar.

- Averigüe - dicho esto corto la llamada.

Meneo la cabeza con insistencia. Odio las interrupciones, más cuando tengo cosas importantes por resolver. Perfeccionismo, es mi lema.

Unos minutos después vuelve a sonar el teléfono y como es mi costumbre maldigo por lo bajo en italiano.

- ¡escucho! - pronuncio un tanto molesto.

- señor, he preguntado en recepción y no me han querido dar información - balbucea la joven.

- ¿a insistido? ¡Tengo mucho trabajo y no puedo distraerme con tonterías! - exclamo.

- si, lo se y se lo he comunicado, pero de todas maneras no me han querido informar - gruño en tanto corto la comunicación << ¿en que maldito idioma hablo?>> pienso molesto.

Golpeo con fuerza el escritorio de madera y algunas hojas caen de él. Con desánimo salgo de mi despacho y me dirijo hacia la recepción con mi mejor cara de pocos amigos. La secretaria al verme baja la cabeza.
Todos los que pasan por mi lado me observan como si fuera el ogro lo que me hace gracia. Aquí no venimos a hacer sociales, sino a trabajar.
Una vez dentro del ascensor me apoyo en la pared de espejos, los cuales miro con anticipación y por supuesto como debe ser, no encuentro mancha alguna, cosa que adoro.
Mientras el artefacto desciende, voy pensando en quién podrá ser esa persona tan misteriosa que no quiso dar su nombre.
Una vez que el ascensor llega al último piso, acomodo mi corbata negra y me dirijo a paso firme sobre la alfombra azul que descansa bajo mis pies.
Miro hacia todos lados con el entrecejo arrugado buscando a alguien conocido, pero no hay nadie, sólo personas entrando y saliendo del edificio.

-¡ buenos días! - saludo a una recepcionista perfectamente peinada que al verme me regala una amplia sonrisa.

- buenos días, señor Ferrara - dice la joven

- me dijeron que había alguien esperando por mi, pero no veo a nadie - confieso.

- sí, justo ahí viene - contesta la recepcionista mirando por encima de mi hombro

Volteo rápidamente y me asombro al ver a Judith caminado lentamente mientras observa algunos cuadros. En ese momento siento como una sonrisa se me escapa. Al fin veo a alguien conocido, pero no se porque verla a ella me agrada mas de lo creo.
La miro rápidamente de arriba a abajo, no puede estar más linda con su pelo suelto y con mi jersey gris. Su pantalón negro se ajusta a la perfección en sus tonificadas piernas.
Cuando gira su cabeza y me ve, me regala una amplia sonrisa que hace que se le formen hoyuelos.

- Hola, Luka - dice ella acercándose a mi

- hola Judith, que gran sorpresa. ¿porque no me llamaste así iba a buscarte? - expreso mirándola fijamente mientras noto como comienza a ruborizarse.

- es que quería que fuera una sorpresa. Hacer lo mismo que tu hiciste por mí cuando fuiste a Alcalá de Henares - dice Judith.

- que bien te sienta mi jersey - digo

- es que me gusta- confiesa - quería traer a Sofía, pero sin tu permiso firmado no podía sacarla del país - contesta algo apenada.

- la extraño tanto ¿como esta? - interrogo.

- ella está bien. Sabes que nuestra relación no es muy buena y aunque he querido acercarme a ella es casi imposible - contesta - No quise decirle a nadie que venía a verte para no empeorar las cosas con ella. Sólo dije que iba a ver a mis padres.

- de acuerdo - contesto sin apartar la mirada de la boca de mi esposa.

Con cuidado la cojo de la mano y la traigo hacia mi, mientras ella me mira con sus grandes ojos verdes. Una vez que la tengo cerca, coloco mis manos en su mejilla y poso mis labios en los suyos. Judith al sentir mi contacto no se mueve, pero luego cierra sus ojos y me proporciona de esos besos que solo ella sabe dar y que añoraba.

Contratada para casarme © BORRADOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora