TÚ P.O.V.
Deprisa y corriendo, como siempre. Y es que no hay día que llegue pronto a clase. Estoy harta de esperar siempre a mi madre.
- Pero, vamos a ver, ________, hay tiempo. No me metas prisas. - Se quejaba entrando en el coche.
- ¿Cómo que no te meta prisas, mamá? - Miré el reloj y se lo enseñé. - Menos diez.
Ella sabía que yo tenía razón, así que no tardó ni dos minutos en arrancar el coche y pisar el acelerador. Para nuestra sorpresa, por el camino, le paró la policía por exceso de velocidad. En ese momento me quería morir, ya no porque llegáramos tarde, sino porque no era la primera vez que la pasaba, ni tampoco sería la última.
Al llegar al instituto, entramos corriendo para llegar al despacho del director. Éste esperaba fuera. Mi madre se detuvo en seco, arregló como buenamente pudo su pelo y respiró hondo. Se acercó al director para estrecharle la mano, mas él parecía ocupado. Ella me miró como diciéndome que la había cagado. Hice un gesto de querer reírme, pero no poder.
- Hola, buenas. – Estrechó la mano a mi madre. – Soy Óscar Acebal, director de este instituto. – Se presentó.
- Un placer, yo soy Rebeca, la madre de ________. – Sonrió levemente.
Pasamos los tres al despacho. Un lugar muy típico: los trofeos ganados, un montón de carpetas en las estanterías, libros, cuadros con sus estudios, fotos con ex alumnos, etc.
Terminaron de hablar y Óscar me miró entrelazando los dedos de las manos. Guardó unos minutos de silencio. No sabía dónde meterme, qué hacer, qué decir, a dónde mirar. Acto seguido me preguntó si tenía ganas de empezar, a lo que contesté con un encogimiento de hombros. No es algo que le guste a todo el mundo, sin embargo, hay que hacerlo. Él rió leve y comentó que aquí estaría bien, haría amigos pronto y que tenían un profesorado de lo mejor. Alguien llamó a la puerta y abrió antes de que Óscar diera permiso. Carraspeó al ver a aquella mujer abrir la puerta sin consentimiento. Ella hizo un gesto de haberla liado y pidió perdón por ello, pero al parecer había un problema. Por lo que oí, unos alumnos estaban armando mucho jaleo ya que estaban solos. El profesor al que le tocaba estar con ellos, no había aparecido. Óscar resopló y, tras disculparse, me pidió que le acompañara, pues me iba a acompañar a la clase a la que, a partir de hoy, iría. Me despedí de mi madre y le acompañé.
Subí escaleras tras él, pasamos varios pasillos y empecé a escuchar chillidos, risas, palabrotas. Entró en la clase abriendo la puerta de golpe, sin llamar y sin decir nada. Todos se callaron de golpe y prestaron atención al director. Acto seguido se sentaron todos en sus respectivos sitios sin que Óscar tuviera que decir nada, sacaron los libros, estuche y cuaderno. Óscar asentía y preguntó a quién le tocaba dar clase a esa hora. Un chico rubio contestó que a una tal Blanca. El director volvió a asentir y volvió a preguntar quién faltaba en clase, contestaron todos al unísono que nadie, que ese sitio estaba libre, así que me pidió que me sentara allí. Todos me seguían con la mirada, como todos hemos hecho alguna vez cuando venía alguien nuevo a nuestra clase. Oía a alguno cuchichear y a otros pasar olímpicamente, aunque dijera que me daba igual lo que pasara, mentiría.
- ¿Os queréis callar ya? – Miró a un grupo de gente. – Ella es ________ y será, a partir de ahora, vuestra nueva compañera de clase. – Me presentó. – Hacedme el favor y no le hagáis la vida imposible. – Rogó.
- ¿Cómo puedes pensar eso de nosotros, Óscar? – Preguntó de nuevo el chico rubio.
- No sería la primera vez que lo haces, Carlos. – Alzó una ceja mirándolo a la vez que el chico se reía y decía que había cambiado desde entonces.
Óscar se quedó con nosotros hablando hasta que llegase el profesor sustituto. Nos contaba anécdotas, cómo pensaba que íbamos a acabar el curso y algún que otro dato curioso de la asignatura que él impartía. Hubo un momento en el que dejé de prestarle atención, no obstante, él se percató y me nombró. En seguida todos se giraron para mirarme y me sentí de lo más incómoda. Me preguntó cuál era mi asignatura favorita. Tuve que pensarla, mas me decanté por Lengua. Volví a oír a algunos cuchichear. Tragué saliva mirando al director que estaba sentado encima de la mesa del profesor. Asintió mirándome, esbozó una sonrisa y me contó que él era el profesor de música de la E.S.O. Sonreí levemente y bajé la mirada.
En cuanto entró el profesor por la puerta, Óscar se fue despidiéndose de nosotros con la mano en alto y diciéndonos que no armásemos jaleo. El profesor empezó a explicar y, en cuanto se dio cuenta de que no me había visto nunca, me preguntó mi nombre. Me presenté con una pequeña mueca en la cara. Me dio la bienvenida y me dijo que era el profesor de Literatura y Lengua Castellana. El chico rubio volvió a hacer un comentario en alto.
- Pues ella será tu nueva alumna favorita. – Rió. – Le gusta Lengua. – Me miró.
- ¡Anda! ¿Sí? – Me miró asombrado. - ¿Qué nota tienes de media en esta asignatura? – Cuestionó.
- Nueve. – Respondí avergonzada.
Se asombró muchísimo, aunque le dijo al resto de la clase que a ver cuándo aprendían de mí y empezaban a cogerle el gusto a la asignatura, que no era un coñazo como podía ser Historia. Todos le rieron la gracia.
En el pasillo, tras la clase de Lengua, un grupo de chicas se me acercó. Se presentaron como Laia, Marcela y Fátima. Las sonreí y me pidieron que pasara con ellas el resto de lo que quedaba de recreo para no estar sola, se lo agradecí y nos bajamos juntas al patio. Estuvimos sentadas bajo un árbol y, mientras ellas hablaban, yo prestaba atención a lo que decían.
- Oye, ¿sabéis quién está ahora mismo liada con Carlos? – Comentó así de la nada Laia. Todas estuvieron atentas al nombre de la muchacha. – Úrsula, de segundo de bachillerato. – Soltó. El resto se llevaron las manos a la boca a modo de sorpresa. Al parecer nadie se lo esperaba.
- Y a ti, ________, ¿te ha parecido alguien guapo de clase? – Preguntó Fátima.
- Puede ser guapa también, ¿eh, Fati? – Corrigió Marcela.
- Bueno, ¿alguien te ha llamado especialmente la atención? – Repitió la pregunta Fátima.
Negué con la cabeza, pese a que notaba mis mejillas arder como el infierno. En ese momento Laia se mordía el labio inferior sonriendo mirándome y aseguró saber quién me gustaba. Y aunque sus amigas insistieran en que lo dijera, ella me miró y lo negó rotundamente. Comentó que no iba ella a decir nada, que quién debía decirlo sería yo y si es que yo quería decirlo, claro. Sonreí levemente y bajé la cabeza mirando mis zapatillas. Ella me abrazó y me dijo al oído bajito que no lo diría nunca, que los secretos, secretos son hasta que tú decidas sacarlos a la luz. Me dio un beso en la mejilla y se apartó.

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Son mis ganas de vivirte
FanfictionVas a un nuevo instituto. No conoces a nadie y, de repente, Carlos pasa delante de ti. El mundo se detiene para verle mejor. No sabes cómo ni por qué, pero te has enamorado. ¿Él lo hará de ti también o serás su ''juguete''?