【 Capítulo 5 】

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La lluvia caía a chorros en aquella ciudad que recordaba con amargura. Caminé por entre las calles completamente ignorante de lo que buscaba. A mi lado había gente que transitaba con normalidad, como si no fueran conscientes del diluvio que había sobre de ellos. Alguien paso corriendo junto a mí y me empujó contra un muro, no sentí dolor alguno, sin embargo mi mano se posó en mi cabeza y comenzó a sobarla como si en realidad estuviera lastimada. Cuando levanté la vista para ver quien había sido el culpable, me encontré con un panorama completamente distinto.

Harriet se encontraba tecleando en la computadora con su rostro prepotente de siempre, aunque había algo en ella que me resultaba extraño. La morena me miró y se levantó de su asiento.

—¡Llegas tarde!—gritó al tiempo que me sujetaba del brazo. La miré algo asustada por su reacción tan agresiva e intente zafarme de su agarre

—Déjame—fue lo único que salió de mi boca, Harriet me fulminó con la mirada justo antes de arrastrarme hasta la oficina del señor Kelley

—Eres tan incompetente y estúpida que no sé porque sigues en mi edificio—habló el hombre después de que Harriet me dejara sobre una silla frente al escritorio del jefe. El señor Kelley sonrió y estrelló sus puños en la superficie de madera—¡encontré un castigo para tu incompetencia!—gritó con rabia

Salté de la silla ante la reacción de aquel sujeto, y en un acto reflejo, busqué algo con que defenderme. La palanca de hierro descansaba sobre la mesita de centro como si fuera normal tenerlo ahí, sin embargo no me importó en absoluto y fui por ella tan rápido como pude.

—¡Estúpida!—Harriet corrió hacia mí dispuesta a hacerme daño, pero antes de que pusiera una mano sobre mí, sujeté la palanca con fuerza y la golpeé en la cabeza. El cuerpo de la morena cayó al suelo sin ninguna gota de sangre ni nada, solo estaba inconsciente

—¡La mataste!—regresé la mirada al sujeto y pude ver en su mirada algo turbio y anormal—¡pagaras caro por esto!

De un momento a otro, un arma apareció sobre la mano del señor Kelley y este la levantó apuntando a algo frente a él, pero no era yo. Giré para ver a quien le apuntaba y sentí un golpe en el pecho al verla.

—Erika—sollozó Angélica con su suave voz mientras me miraba con temor

Se encontraba de pie entre los muebles de la oficina, y al igual que yo, estaba empapada, entre sus manos descansaba aquella libreta extraña cubierta de escamas, que por alguna razón lucia más brillante.

—¡Suéltala!—grité a mi hermana, Jell me miró y luego al cuaderno entre sus manos, pero antes de que pudiera acercarme, algo la golpeó en el pecho—¡NO!—grité al ver la sangre brotar desde el pecho de mi hermana

—Papá—susurró mi hermana antes de dejar caer la libreta

Arrojé la palanca, olvidando al señor Kelley, y fui corriendo hacia mi hermana, pero cuando llegue junto a ella, descubrí que no era el rostro de mi hermana, sino de mi madre. Un repentino escalofrió me recorrió la columna, me giré para enfrentar a mi horrible jefe, pero el ya no estaba, en su lugar estaba una sombra alta y completamente negra, su oscuro rostro se mantenía fijo en mi como si estuviera acechando a una presa. Una leve respiración me hizo volver hacia el cuerpo de mi madre, pero cuando lo hice, el brazo de mi madre se levantó y sujetó mi cuello con fuerza. Un par de ojos negros como la noche me miraron y un sonido desgarrador salió de la garganta de mi madre.

Abrí los ojos de golpe. La oscuridad de la habitación se sentía espesa y asfixiante, me costaba respirar y mi boca estaba seca, a diferencia de mi cuerpo cubierto de sudor. Intenté moverme pero un dolor cruzó mi cuerpo. Me esforcé por incorporarme y miré mi cuerpo algo confundida. El dolor aun seguía ahí, era más como la sensación que te deja el hacer ejercicio después de meses sin hacer nada. Me sentía entumecida y cansada.

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora