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Recuerdo cuando solía caminar por los pasillos vacíos de nuestra casa, tú aún no llegabas a mi vida, pero todavía recuerdo lo vacío que me sentía. También recuerdo que cuando lo hacía las maderas del suelo rechinaban, o cuando mis dedos recorrían cada pared que había, aunque la pintura ya casi se terminaba por caer de estas.

Solía mirar por la ventana rota de lo que era mi antigua habitación, ver a las personas pasar sobre la acera con una sonrisa me repugnaba, solo podía pensar en lo falsas que se veían desde mi punto de vista, sin embargo también moría de celos, no te lo negaré nunca, yo quería sentirme vivo.

Fue ese treinta de abril que tus padres llegaron invadiendo mi espacio, cambiando los colores de las paredes y derrumbando algunas, remplazando la vieja madera por azulejos y arreglando los cristales rotos. Solo podía mirar cómo las personas iban de un lado al otro mientras cambiaban lo viejo por algo nuevo, tampoco te voy a negar que me enfureció eso.

Lo mejor sucedió una semana después, cuando llegaste tú. Eras un pequeño bebé feo de mejillas grandes y ojos saltones que solía llorar por todo, dormir todo el dia y ensuciar pañales a cada momento. Recuerdo la primera vez que te vi, sentí un ligero temor, nunca me habían gustado los niños y tú eras realmente feo y molesto. Pero también recuerdo tus primeras palabras, aunque en realidad eran sonidos extraños, y no me sorprendía, eras tan feo que llegué a pensar que eras un bebé alien o algo así.

Recuerdo la gracia que me dio cuando intentaste caminar por primera vez, fallando y cayendo al suelo mientras llorabas y tu madre no podía callarte, aunque no duró mucho ya que yo tampoco pude soportar tu llanto e intenté todo para que te callaras, tú no lo recuerdas, pero esa fue la primera vez que tus oscuros ojos se posaron en mí soltando de inmediato una tierna carcajada. No mentiré, a pesar de que eras un bebé feo tu risa siempre fue música para mis oídos.

Todas las noches solías llorar, pero como las paredes de nuestra casa siempre fueron tan gruesas tus padres no lograban escucharte, y para mi mala suerte tu ocupabas mi antigua habitación, así que ahí estaba yo, tratando de tolerar tu molesto llanto hasta que te cansabas de llorar y volvías a dormir con el dedo pulgar en tu boca y tus ojos hinchados. Así fue por un mes, hasta que me hartaste, pero ¿Cuándo no lo hacías? Y como siempre traté de calmarte, a pesar de que nunca nos hemos podido tocar, esa vez lo intenté y fallé, finalmente logré calmarte con una tonta canción de cuna, me sentí totalmente humillado la primera vez, pero no fue por mucho, ya que solías aplaudir torpemente cuando terminaba la canción haciéndome sonreír inconscientemente, aunque seguía pensando que eras un bebé molesto y feo comenzabas a agradarme.

Lo mejor fue cuando entraste a preescolar, tu primer día lloraste como nunca, pataleaste, y rompiste el jarrón que tu madre tanto amaba, sí, el rosa feo que estaba en las antiguas fotografías del garaje. Pero no digo que fue el mejor por eso, si no que en el momento en que estabas llorando y aferrándote a la baranda de la escalera, para no irte, gritaste mi nombre, pediste mi ayuda. Mi nombre saliendo de tu boca por primera vez fue lindo y asqueroso, pues tenías muchos mocos en ese momento debido al llanto.

Cuando llegaste a casa tu madre preguntó por mí, recuerdo cuando le dijiste que era el señor gruñón que vivía en tu habitación, obviamente tu madre solo pensó que eran cosas de niños y te dejó ir, pero yo no, recuerdo que ese día te regañé por los berrinches que habías hecho en la mañana, tu puchero y tu mirada arrepentida lograron ablandar una parte de mí, siendo esa la última vez que te regañé.

Después de un mes llegaste del preescolar muy feliz, tanto que ignoraste a tu madre solo para enseñarme el dibujo que habías hecho de mí en clases. Sonreí al ver que me dibujaste como un monigote con el ceño fruncido sin embargo estaba tomando la mano de otro monigote feo y encima de este decía "Taeyun y yongi " con caligrafía bastante espantosa, aún no sabías escribir bien. Admito que me sorprendí por ver mi nombre ahí, me imaginé que tu maestra te había ayudado. Ese dibujo fue pegado en la nevera luego del gran berrinche que hiciste para que tu madre lo pusiera ahí con la excusa de que había sido tu primer dibujo, sin embargo pude notar la mirada preocupada de ella, lo dejé pasar por alto.

Stay ; Taegi One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora