- Capítulo Único -

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~ Un cielo para el arcoiris ~

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— Capítulo Único —

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El cielo. Aquel de las siete llamas que sobre salía del resto. Aquel que cuya llama cálida iluminaba hasta los más fríos corazones.

Se dice, que cada cielo es rodado por los otros seis atributos. Estos, buscan la calidez que solo un cielo les puede dar. Mientras que el cielo siempre propaga su luz a todos por igual.

Los guardianes siempre cuidarían de su cielo, y su cielo siempre los cuidaría a ellos.

Pero… ¿Qué pasa cuando un cielo deja de existir? ¿Qué pasa cuando aquella cálida llama se extingue?

Bueno, para cierto grupo no necesitaban hacerse esa pregunta, ellos ya lo habían vivido.

Los arcobaleno, aquel grupo de personas reclutadas por ser los mas fuertes del mundo entero, quienes fueron elegidos como los portadores de los afamados pacificadores.

Ellos, que aceptaron formar parte de algo tan irreal como el Trinisette, entregando su forma adulta para convertirse en simples bebes, aunque mantenían su sabiduría y habilidades físicas.

Pero no aceptaron por el hecho de haberse convencido de las palabras de aquel hombre, que desde ese día odiaron con el alma. No, no era por él.

Si habían accedido a algo tan irreal era por ella, y solo por ella. Luce Giglio Nero. Ella era su luz, su cielo. Era aquella que los había aceptado a cada uno de ellos como son, y no busco cambiarlos en lo absoluto.

Cada uno de ellos era diferente entre sí, por lo que constantemente discutían por sus diferencias. Pues un maestro de artes marciales, un científico, una ilusionista, una militar, un acróbata, y un asesino, no eran el grupo mas normal que digamos. Pero aun así, ella los trataba como iguales.

Su alegre sonrisa, y sus siempre amables gestos poco a poco se fue ganando el aprecio de tan peculiar grupo. Al poco tiempo, había una única cosa en la que los seis estaban de acuerdo, proteger a su cielo.

Aquella mujer de cabello verdoso tan oscuro que rosaba el negro, sus ojos zafiro que siempre mostraban un cariño, y su sonrisa que pareciera jamás borrarse.

Aquella mujer yacía embarazada, por lo que sus nuevos compañeros siempre estuvieron al tanto de su estado.  Uno a uno, muy a su manera, mostraban su preocupación por la fémina. Y es que, aun en su estado, su cuerpo se había encogido al tamaño de un bebé.

Los meses pasaron, y el momento de dar a luz llego. La mujer había recuperado su forma adulta únicamente para dar a luz. Fue una larga labor, pero al final lo logro. Una bella niña, muy parecida a ella había llegado al mundo.

La partera, aquella anciana que ayudó en el nacimiento de la bebé, dejo con cuidado a la menor con los arcobalenos, para luego salir de la habitación dándole privacidad al tan peculiar grupo.

Al ver la bebé cada uno de los ahí reunidos admiro el pequeño rostro de la recién nacida. Cinco de los arcobalenos se acercó para admirar mejor a la niña, mientras que cierto azabache de rizadas patillas observo todo a unos pasos de distancia.

Algo andaba mal, sus instintos lo presentían. La bebé era hermosa sin duda, y había nacido con un sano cuerpo. Pero, algo no dejaba de molestarle, ¿Qué era aquella sensación de angustia?

Un cielo para el arcoiris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora