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Los cabellos que se adhieren a tu rostro gracias al soplar del viento, y la sonrisa despreocupada que posees por las tardes, me hacen confiar en ti.
Al degustar la miel envuelta en leche parte del líquido quedó en mis labios. Las comisuras se extendían formando una cálida sonrisa, en forma de regalo para mi adverso.
Tus labios acariciaban los míos propios, en forma de despedida. Me seguían fascinando. Podía sentir el café que habías tomado ese día, un sabor tan amargo al cual ya me estaba acostumbrando.
Aborrecía que mi nariz cargará el marco redondo que mis lentes tenían. Los deje de lado, guardándolos en el bolsillo de mi chaqueta. De todas formas era algo banal. Me ayudaban a ver nítidamente, pero no los solía llevar cuando mi amado me dejaba sin una palabra más que soltar.
Veía como tu silueta desaparecía al paso de los segundos.
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Meses, meses habían pasado.
Labios, que tenían una pigmentación diferente. La amargura se había marchado de ellos, un sabor dulce los reemplazo, sin alguna explicación.
Aroma, el olor que tenías, el cual desprendía masculinidad cambió por uno suave, un delicioso olor a vainilla se instalaba en mis fosas nasales.
Las caricias sobre mi cuerpo desnudo carecían igualmente que todas tus acciones.
Pareciese que los "te amo" se habían acabado. No veía salir tal frase de tus labios. El silencio reinaba ahora por las tardes, al parecer era el mejor sonido que me podías dar.
Aún así, por más patentes que sean los entes prefería creer en tus labios. En tus escasas caricias. En tu nuevo olor. Prefería confiar, prefería encerrarme en las falacias constantes. A pesar de sufrir igualmente.
Un hilo lleno de sentimientos logró salir, lágrimas que no merecías.
Los anteojos acaban de caerse.
Una gran fisura se reflejaba en la luna.
Extraño los días en la cafetería más que nada. La sonrisa cálida de ese día. Y anhelo tus labios sabor a amargo.
Aún no lo quiero aceptar, hyunjin. Aún quiero vivir en tales falsedades.
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