37. El mundo es un pañuelo

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Marshall quedó un momento estático ante las palabras de su pareja, sin creer que el peliclaro le haya preguntado tan directamente sobre el tema. 

Dudó un poco en lo que finalmente comenzó— Hace unos días, cuando vino tu amigo... —Gumball asintió comprendiendo a dónde iría el asunto— Yo los vi demasiado, pero demasiado juntos.

El menor alzó una ceja aún cruzado de brazos— ¿Y qué quieres que diga? ¿Que usaré un campo de fuerza para que nadie más que tú se me acerque?

— No lo entiendes. —mencionó algo frustrado— No sólo es que se acercó demasiado, sino también que te haya tocado. —habló acercándose, acorralándolo contra la mesa que se hallaba cercana— Vi cómo te tomó de la cintura, cómo te acarició el rostro y que sonreían como idiotas.

El peliclaro se tensó un poco ante lo que su pareja decía, luego suspirando y diciendo— Estás sacando las cosas de contexto, Marshall. Ni siquiera sabes a qué venía nuestra conversación.

— ¿A qué tendría que venir la conversación para algo así? —soltó harto.

— ¿De verdad quieres saber? —preguntó de manera seria, aunque conteniendo una risita.

— ¡Pues claro que quiero saber!

El peliclaro suspiró luego sonriendo un poco— Estábamos hablando de ti. —confesó al fin— En realidad, de ti y también un poco de su novio... —dudó un poco si continuar— Y en las cosas que nos gustan que hagan.                        
De repente toda ese enojo y frustración que colmaban al azabache desapareció, siendo en parte reemplazado por confusión y vergüenza— ¿Q-Qué? —balbuceó.

— Querías saber lo que hablamos, pues estábamos hablando de sexo. —contestó con más tranquilidad pero con un brillo de picardía en su mirar— Y de lo previo al sexo, también. —sonrió con la intención de continuar hablando de ello.

  — Aún no entiendo porque terminaron casi besándose. —mencionó aún algo pasmado, mientras se sentaba en una de las sillas.

Gumball soltó una risita en lo que ocupaba el asiento contiguo, luego diciendo— Como dije, estábamos hablando de cosas sexuales, y él no supo explicarme qué demonios le prendía de lo que hacía su novio. —Marshall asintió entendiendo mejor, y asimilando más el tema de conversación— Y entonces se acercó y comenzó a explicarme de manera más práctica... —sonrió un poco más y luego dijo— Después nos reímos y entonces apareciste con cara de que acababas de ver un fantasma.

— Bueno, en realidad lo que había visto era a ustedes a punto de besarse. —habló con un mínimo de molestia, pero soltando cierto suspiro aliviado.   

El menor bufó sonriendo— Eso nunca pasará, y créeme que él lo ha intentado. —al ver que el azabache fruncía un poco el ceño, añadió— Pero eso no importa, pues el único al que beso es a ti. —sonrió acercándose justamente para besarlo.

Marshall correspondió al acercamiento, sonriendo un poco satisfecho. Luego sintiendo que el menor se acercaba para sentarse a horcajadas e intensificar los besos— Estás más intenso que de costumbre. —acotó el azabache suavemente

— Tomaré eso como un cumplido y no como una queja. —mencionó con una sonrisita, bajando lentamente sus manos hasta la cintura  del mayor, donde intentó desabrochar su pantalón.

De inmediato el azabache le frenó, diciendo— No lleguemos más lejos, aún tengo que ir con los niños.

El peliclaro chasqueó la lengua sin apartarse ni un milímetro— Los invitaron a cenar, tendremos al menos unas horas.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora