Los azotes de bala contra los muros infranqueables de la Alhóndiga de Granaditas trajeron recuerdos a la cabeza de Juan, sonidos tan intensos solo eran comparables a los del pico y pala que se escuchaban en todo lo largo y ancho de las minas de Guanajuato. Su recuerdo lo llevó más atrás, como cuando cayó enfermo debido a los gases y polvo que guardaban sus pulmones. En aquel entonces, Juan fue visitado por un viejo conocido, mas amigo de la infancia que compañero de bebida.
—¡Alto el fuego! —gritó Miguel Hidalgo, atrincherado en una zanja hecha dé costales de tierra y grano, frente a la puerta principal de la Alhóndiga.
Juan, inmóvil escuchaba las voces de sus compañeros de armas y del propio sacerdote Hidalgo. El sonido atronador del fuego insurgente, cesó una vez mas.
La imagen de su compadre reclamó sus recuerdos y de mueva cuenta, Juan José se vio en cama, destruido por la maldición minera.
Riaño estaba mudo, el valor de sus palabras no fue tan alto como el color de la sabana que cubría a Juan o el acabado en madera de su catre, pues por más esfuerzo que dedicó, su recuerdo estaba cortado por el inminente olvidó.
El ataque a la Alhóndiga había fallado por tercera vez. El escuadrón realista se mantenía firme en no abandonar su fuerte improvisado y con todo el grano y despensa dentro del gran almacén, el avance insurgente se veía débil y desesperado a comparación. Las municiones de la cuadrilla de Hidalgo no sobraba y todos los tiros dibujados en las grandes paredes de la fortaleza, no eran mas que palabras de perdón hacia el ejército español.
Riaño y su compadre Juan, volvieron a reunirse, cuándo mejoró el estado de salud de este último. "Hace falta más para parar al Pípila. ¿Que no?" festejó el intendente Riaño, mientras ambos caminaban por el gran patio interior de la Alhóndiga de Granaditas.
—¡Pípila! —ordenó Miguel a todo pulmón.
Juan rompió su concentración nuevamente y sé dispuso a poner pie sobre la tierra suelta del suelo. Apenas gateó unos metros detrás de la pobre barrera, cuando llego al hombro derecho del Cura Hidalgo.
—Hay que mover estos costales —señalo a su espalda—. Hemos avanzado mucho estos días. Estamos a unos 20 metros de la gran entrada... Pero, a esta distancia, sus tiros —cesó—. Son casi muerte segura.
—Señor, por la virgencita. —se persinó a susurros—. Hay que descansar, los campesinos están cansados y muchos de ellos están heridos. Dios nos libre de perder aquí.El sonido de algún balazo suelto se escuchaba en los alrededores, solo más ruidosos que los tosidos de Juan.
El trabajo de campo y bajo tierra formaron a un hombre fuerte, recio, que fue tallado a golpe de látigo invasor y moldeado por piedras de agua y minerales. Fue su fortaleza lo que inspiró a Miguel, para traerlo entre sus filas, aquel día después de la fatídica primera toma de la independencia.
Un suspiró se escuchó de entre sollozos de madres y lloriqueos de niños. Riaño caminaba firme en el patio interior del fuerte, con un pañuelo en su mano izquierda y con el cubretodo de su uniforme militar, trenzado entre los dedos de su mano izquierda.
El sudor ennegrecía su cuello, haciendo resbalar la pólvora y humo de su cabello.
—No podemos descansar Pípila —respondió el cura—. Solo un poco mas. El ejército no puede quedarse aquí.
Juan contestó a la orden con un gesto de decepción y debilidad. Su pecho le dolía y que estuviera respirando era prácticamente un milagro. Sus músculos estaban flácidos y sus pulmones y garganta expedían mas tosidos que municiones en las armas de su gente.
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La Historia de México (100% Real)
FanfictionLa historia de México (100% Real) que no te contaron en los libros de texto. Y que es muy comparable a la de una película de Drama y Acción o a un Anime. Parodias para todo mundo de mi México.