Capítulo dieciocho.

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Waliyha y yo bajamos las escaleras en dirección a la cocina. Dentro de ella estaba Safaa junto a Trisha, poniendo la mesa. Sentado en la mesa estaba Yaser, bebiendo agua.

Quise ayudarles a poner la mesa, pero por ser la "invitada", me obligaron a sentarme en la mesa, cosa que fue mala idea. Yaser estaba sentado justo enfrente de mi, formando un silencio incómodo.

-Bueno y... ¿mañana trabajas Valeria? — preguntó Trisha, colocando el ultimo plato en la mesa. A mis lados se sentaron las dos hermanas, y enfrente Trisha y Yaser.

-Sí, hoy mi jefe me ha dado el día libre — respondí observando el menú. Un filete de carne acompañado de patatas fritas. Al centro, una ensalada adornaba la mesa.

-¿Y qué tal se te da? — preguntó de nuevo Trisha. Pensé que intentaba dar conversación para impedir cualquier cosa que dijera Yaser que me afectara.

-Bien, aunque aún estoy... empezando.

-Es bueno que trabaje — habló Yaser antes de meter una patata frita en su boca. Era muy extraño que dijera algo bueno sobre mi, ¿habría cambiado de opinión respecto a mi?, me pregunté. — No esperarías ser una mantenida, ¿no? — soltó con pose vacilante.

Trisha soltó los cubiertos de golpe. Estaba claro que no había cambiado nada respecto a su actitud conmigo. Me dieron unas enormes ganas de confesarlo, de decirle que trabajaba para pagar la reparación del golpe que le di al coche que Trisha, pero aguanté. Quería decírselo a ella cuando tuviera el dinero suficiente, si se lo contaba ahora sería capaz de prohibirme seguir trabajando. No le respondí y seguí comiendo.

Antes de venir me había prometido a mi misma que no lloraría ni me alteraría por los comentarios de Yaser, no al menos delante suyo.

El resto del día paso normal y corriente. Pasé la tarde con Waliyha y Safaa viendo una película en la habitación de la pequeña, acurrucadas.

Cada minuto que pasaba con ellas me hacían convencerme de que eran unas niñas encantadoras.

Llegó la hora de dormir, Waliyha me dejó elegir la cama que quisiera. Ya acostadas pero no dormidas, el móvil de Waliyha comenzó a vibrar.

-Hola Dylan — saludó. — No, aún no estoy dormida... ¿Mañana? No sé... ¿A qué hora?... Mmm, esta bien.... Hasta mañana, te quiero mucho... tú si que eres guapo... anda, ¡adiós!

Me recordó mucho a Zayn y a mi, no sé porqué, pero hizo que sonriera. Recordé también que Zayn no me había llamado, pero no lo culpaba, estaría liado con el vuelo y todo.

-¿Quién es ese Dylan? — pregunté alzando las cejas.

-Es... mi novio — sonrió.

-No sabía que tenías novio.

-Sí, es tan genial conmigo. Me encanta estar con el, aunque nos conocemos desde hace poco tiempo.

Me fijé en cómo sonreía al hablar de él, era toda felicidad. Y me lo contagió, aunque no por mucho tiempo, ya que al cabo de unos minutos acabamos las dos dormidas.

Al día siguiente tuve que madrugar para volver al trabajo, pero Trisha y como no, Yaser, estaban en la cocina desayunando.

-Buenos días — dije tímida. Como esperaba, sólo recibí respuesta de ella.

-¿Te apetecen huevos revueltos? — me preguntó Trisha, removiendo con una espátula el contenido de la sartén.

-No, gracias — los rechacé. — entro en veinte minutos a trabajar y aún tengo que coger el bus.

-¡Oh! Yaser podría acercarte, ¿verdad? — dijo mirándolo atentamente, casi obligándole con la mirada a portarse bien conmigo.

-Mmm... sí — contestó de una vez. En el fondo rezaba para que tuviera un no por respuesta, me ahorraría varias discusiones.

-¡Pues vas a tener suerte! ¡Ya tienes transporte para toda esta semana! — dijo Trisha vacilante mientras colocaba los huevos en un plato. Mis ojos no podían abrirse más. Pensaba que sólo sería ese día en el que tendría que compartir trayecto con Yaser, ¡no todos los de la semana!

La imagen de Zayn diciéndome que era una buena idea pasar la semana en casa de sus padres apareció en mi mente y reí interiormente.

Tras terminar el desayuno tuve que poner rumbo al trabajo junto al padre de esta familia tan peculiar. No establecimos conversación en ningún momento, excepto cuando tuve que indicarle dónde estaba la tienda. Me despedí de él con un seco "adiós" que tampoco obtuvo respuesta.

Salí de un infierno para entrar a otro al recordar a Mike. Todo el día en la tienda transcurrió tranquilo, cada vez iba mejor en el trabajo hasta que apareció Mike a la hora de la comida.

-Ya podéis iros — anunció entrando por la puerta del local. Obediente, cogí mi bolso y salí de allí, o al menos lo intenté.

-Espera, Valeria — me rogó cortandome el paso.— ¿Qué tal con Zayn?

No entendí a qué mierdas venía esa pregunta, pero no tenía nada que esconder.

-Bien, genial... — contesté vacilante. — ahora mismo esta en Amsterdam, para unos premios importantes.

-Así que Zayn no está aquí... — dijo sonriente, mirando hacia el suelo. — Eso hay que aprovecharlo... — esta vez rió.

-¿Cómo dices? — pregunté amenazante. Ya sabía desde que me mintió con la supuesta chica que intentaba quitarme el trabajo lo que intentaba conmigo y lo que acababa de decirme era una prueba más de ello.

-Te invito a comer — evitó el tema.

-No, gracias.

-No acepto un no por respuesta — sonrió. Estaba claro que todo esto le divertía.

-Tendrás que hacerlo. — le dejé claro y lo esquivé para salir de la tienda. Ahora estaba enfadada, no entendía a qué estaba jugando. En el instituto le gustaba, o al menos eso parecía, cuando salí a mitad de curso por mi padre ni siquiera preguntó por mi, ni hizo nada para verme, y sin embargo ahora que me ha vuelto a ver es como en el instituto, como si no hubiera pasado nada.

No podía quererme, olvidarse de mi y ahora quererme de nuevo, si es que me quería ahora de verdad. Quizás solo le interesaba para un rato. Aún así, lo que tenía claro era que Mike no me interesaba, ni él ni sus juegos tontos. Y más aún sabiendo cómo se puso Zayn cuando le dije que Mike me gustó en el pasado.

Comí y volví al trabajo, sin rastro de Mike por la tarde. Salí del trabajo algo cansada para, ahora sí, coger el bus para casa de los Malik. En el trayecto rezaba porque estuviera Waliyha o Safaa en casa.

Abrí la puerta con la llave de Zayn, que él mismo me había dejado expresamente para no molestar tocando el timbre de la casa siempre que quisiera entrar.

Abrí silenciosamente, quizás la pequeña Safaa estaba dormida. Noté movimiento en el salón y me acerqué. Vi desde la puerta a Waliyha con un chico, que supuse que era Dylan. Quise saludar pero descubrí que discutían.

-Me prometiste que vendrías, Wal — dijo él en tono enfadado. — Siempre te rajas cuando esta todo planeado.

-No me gustan esas fiestas, todo el mundo acaba drogado o borracho, y yo no hago nada de eso — se excusó. — además, tengo que quedarme cuidando a Safaa.

-¡Me lo dijiste ayer por teléfono! ¡Ahora vas a venir! — gritó el cerca de ella.

-No me puedes obligar, Dylan — respondió firme Waliyha. — no puedes decidirlo todo.

Y de repente, soltó una leve bofetada en su cara que ninguna de las dos esperábamos.

Secuelas de suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora