Jimin lo había rodeado con el brazo y le había dado un apretón en el hombro a modo de consuelo.
Y el hubiera querido apoyar la cabeza en su pecho, sentir su abrazo cálido y húmedo. Pero aquel momento había sido fugaz, efímero. Él lo había soltado bruscamente y Jungkook lo había empezado a echar de menos.
No se había quedado mucho tiempo más. Muchas veces había vuelto a aquel lugar, esperando encontrárselo, pero Jimin no había aparecido más por allí.
Después de aquello lo había visto en contadas ocasiones. El estaba en el colegio, y Jimin estaba trabajando. En alguna ocasión se había topado con él en el pueblo, pero entonces siempre iba acompañado de una rubia espectacular. Aún sentía pena por el. Por eso había sugerido aquella falsa aventura. Cualquier otra posibilidad se esfumó. No era que se sintiera atraído por el. Sólo era el joven apuesto que quería ayudar al patito feo a transformarse en príncipe, pero sólo hasta medianoche.
Las agujas del reloj no se detenían y faltaba poco para volver a ser el patito feo. Aquella mezcla de cuento de hadas tocaba a su fin, un fin que no podía ser feliz. La humillación le quitó el apetito. No debería haber aceptado la invitación a cenar. Pero ya no podía decir que no. La tentación era muy difícil de resistir. Había pasado los últimos días en vilo, esperando, preguntándose cuándo se lo encontraría.
Había tomado la costumbre de pasearse por el hotel sin necesidad alguna. Una y otra vez se decía a sí mismo que sólo quería ver cómo iban las obras, pero sabía que no era más que una mentira.
Y cuando por fin se lo encontraba se ponía tan nervioso que apenas podía aguantar las ganas de salir corriendo en dirección opuesta. Él siempre lo recibía con una sonrisa e iba a su encuentro, dispuesto a acariciarlo y tocarlo tal y como exigía el guión. Jungkook había empezado a ponerse manga corta y tirantes a diario. La chaqueta se quedaba acumulando polvo en la percha de su despacho. Era difícil mantener el equilibrio, pero el siempre luchaba por esconder el efecto que sus acciones provocaban en el. No era que no disfrutara de su atención. El problema era que disfrutaba demasiado y no podía dejarle darse cuenta. Por ese motivo había procurado declinar todas sus invitaciones e intentaba no pasar más de cinco minutos en su compañía.
Aquella broma inocente los había hecho intimar mucho más. Eran ellos contra los otros; compartiendo secretos, anécdotas y risas. Aquella situación tan peculiar lo hacía aún más atractivo y el enamoramiento adolescente de Jungkook había vuelto con más fuerza que nunca.
¿Y si lo sabía?
En aquella ocasión había sentido pena por el, y seguramente volvería a sentir lo mismo. El marginado social que perdía la cabeza por un chico que sólo quería tenderle una mano. Quedaban cuatro semanas y, aunque Jungkook no quería que terminaran, no veía el momento de acabar con aquella farsa.
—¿Vamos a bailar? Jungkook supo que tenía que rechazar aquella invitación por más de una razón. No sabía bailar y jamás lo haría con un hombre arrebatadoramente guapo que sentía pena por el. Si él lo veía bailar, se partiría de risa.
—Tengo mucho trabajo para mañana —trabajo que debería haber hecho esa noche.
—Bueno, seguirá ahí mañana, Jungkook. ¿Por qué no te diviertes un poco ahora? —dijo con esa voz que podía tentar a una mismísima monja.
—No se me da bien bailar, Jimin.
—¿De verdad? No te creo. Todos saben bailar. Todas sus chicas y chicos sí sabían, pero el era distinto. Le faltaba coordinación y no mover las caderas como seguramente hacían sus rubias y espectaculares novias.
—¿Te gusta bailar?
—Sí, me gusta bailar todo tipo de música —le dijo él con los ojos puestos en la pista. No dijo nada más y Jungkook supo lo que estaba pensando. La atmósfera se enrareció y la temperatura subió. Jungkook se sintió tentado a pensar que estaba flirteando con el. Sin público, sin motivos personales; en serio y no por hacer un favor.
Jungkook tuvo ganas de poner a prueba aquella sospecha. ¿De verdad le estaba enviando las señales, o era sólo producto de su imaginación?
—¿Qué es lo que más te gusta bailar?
—A veces me gustan los bailes rápidos y espontáneos y otras veces me gustan los lentos —le dijo él sin quitarle la vista de encima.
—¿Y qué te gustaría bailar conmigo? —le preguntó Jungkook, con el corazón desbocado.
—¿Contigo? —hubo un silencio—. Me gustaría probarlo todo contigo, Jungkook. Pero si no estás seguro tendré que empezar despacio. Tendré que sujetarte con fuerza, muy cerca de mí.
Una ola de adrenalina recorrió el cuerpo de Jungkook y entonces supo que debía detenerse. El no estaba a la altura de un hombre como él. Se aclaró la garganta y habló con un toque de humor.
—Entonces bailemos el tango —le dijo. Él captó la broma enseguida.
—¿Buscamos una rosa? Tienes que morderla con los dientes.
—Yo no soy de rosas.
—¿No? ¿Y entonces de qué eres?
—Soy de margaritas.
—Ni hablar.
—Sí. Soy una margarita en particular. Él levantó las cejas.
—Me tienes intrigado.
—Sí, y tú eres un tulipán. Un tulipán rojo. Él se echó a reír allí mismo, pero Jungkook sabía cosas que él no conocía. El sonrió suavemente y, así, tal y como había llegado, aquel momento abrasador se desvaneció como si jamás hubiera ocurrido.
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Una tentadora propuesta | Jikook
RomanceSinopsis: De la noche a la mañana, perdió la cabeza por el hombre de sus sueños... Park JiMin era un millonario que trabajaba mucho y arriesgaba mucho, a diferencia de Jeon Jungkook, su antiguo vecino, un joven correcto y estirado. Asfixiado por un...