Capítulo 28

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Un grupo de jóvenes vestidos con trajes de fiesta pasó por su lado. Intentaron entrar al bar, pero no pudieron.

Jungkook recordó que era muy tarde.

—Debería irme. De verdad tengo mucho que hacer mañana.

—Muy bien, señorito responsable. Te acompañaré a casa.

—No es necesario. Todavía es de día. No hay ningún peligro.

—No, te acompaño.

—No te pilla de camino. Tu casa está más cerca.

—A menos que estés pensando en quedarte en mi casa, te acompañaré a casa. Aquel deseo de seguirle la broma resurgió una vez más. Por suerte la oscuridad escondía sus mejillas ruborizadas.

—Hace una noche muy agradable para dar un paseo. Jimin sonrió. Ya no hacía brisa, pero la temperatura era agradable. Él caminaba tan cerca de el que sus brazos se rozaban de vez en cuando, lanzando chispas de deseo por el cuerpo de Jungkook. Si hubieran sido amantes, lo habría podido tocar tanto como hubiera querido, en cualquier momento, en lugar de tener que esperar a esos momentos fugaces.

Se preguntaba si él también era consciente de esa turbadora cercanía. Sueños, ilusión... Los nervios de Jungkook se alteraban más y más a cada paso. ¿Volvería a pedirle que lo invitara a pasar? Había estado flirteando con el, pero eso no era una cita. Era una cena con un viejo amigo, con un vecino, con un novio postizo... Confuso ante aquella situación, Jungkook abrió la cancela del jardín y se dio cuenta de que él lo seguía justo detrás. Se detuvo ante la puerta, algo incómodo. Fingió buscar las llaves en el bolso para retrasar el momento de mirarlo. Su respiración era entrecortada. Se habían besado una vez y el quería volver a hacerlo, pero seguramente era imposible.

Introdujo la llave y empezó a batallar con la estruendosa cerradura. Él estaba justo detrás, tan cerca que podía sentir el calor que emanaba su cuerpo. Se inclinó un poco más hacia la puerta para no rozarse con él.

—¿Qué ocurre?

—Tengo un pequeño problema con la cerradura. No hace más que soltarse.

—Yo te lo arreglaré.

—No hace falta.

—Es un tema de seguridad. Lo arreglaré enseguida.¿Enseguida? Jungkook no sabía qué significaba esa palabra. ¿Acaso pensaba quedarse para hacerlo? Él pasó por delante de el y se apoyó contra la pared, tentadoramente cerca. El lo miró a la cara, pero las palabras que él esperaba oír no salieron de sus labios.

«No es necesario...».

—Gracias —le dijo, en cambio. Y sonrió. Él debió de llevarse una gran sorpresa.

—Me lo he pasado muy bien esta noche, Jungkook. Fue divertido salir contigo.

El apartó la vista y su sonrisa se esfumó.

—Sí. Lo mismo digo. Gracias por la cena. Jungkook hubiera deseado tener el desparpajo con que se había dirigido a él una semana antes. Ojalá hubiera podido flirtear como había hecho en aquel bar. Ojalá hubiera sido capaz de robarle otro beso. Pero cuanto más tiempo pasaba con él, más lo deseaba, y menos capaz de atraerlo se sentía. Para él no era más que una farsa, pero el no podía evitar reaccionar en su presencia. Se fijó en sus labios.

—Buenas noches —dijo él rápidamente. El lo miró a los ojos y vio su expresión seria y decidida. Casi estaba frunciendo el ceño. Estaba a punto de preguntarle qué ocurría cuando él esbozó una sonrisa lejos de ser radiante.

—Nos vemos —dijo y se alejó sin más, con las manos en los bolsillos. Jungkook se quedó quieto, escuchando cómo se alejaba el sonido de sus pasos firmes. Ni siquiera había intentado besarle, pero eso a el no le importaba.





Jungkook  se levantó a la misma hora de siempre, a pesar de haber pasado casi toda la noche en vela, pensando en Jimin. Había sido incapaz de sacarse su imagen de la cabeza; sus comentarios bromistas y su picardía... Se había pasado horas mirando el techo sin poder cerrar los ojos. No tenía mucha experiencia, pero no era un idiota. Jimin había estado flirteando con el todo el tiempo, y al llegar a su casa se había frenado en seco. Trató de restarle importancia. Park Jimin siempre flirteaba porque no podía contenerse, pero eso no significaba nada. Sólo estaba haciendo uso de sus encantos para no perder la práctica. Y sin duda alguna se trataba de una farsa. De lo contrario lo habría besado allí mismo, en la puerta de la casa.

Seguramente no quería darle esperanzas y ahorrarle más humillaciones. Se vistió y fue al estudio para adelantar algo de trabajo. Tenía que aprovechar la luz de la mañana y ahuyentar aquellos sombríos pensamientos. Dos horas más tarde, poco antes de las ocho, alguien llamó a la puerta con insistencia. Jungkook levantó la cabeza. Había estado tan concentrado que no había visto a nadie por el camino.

Fuera quien fuera, no parecía dispuesto a rendirse.

—¡Ya voy! —gritó el, esperando que no se tratara de una emergencia. Quitó la cadena de seguridad y abrió la puerta. Era Jimin, vestido con los vaqueros gastados de aquella noche, el cabello húmedo, sin afeitar, y algo impaciente. Parecía rebosar de energía.

—Dije que... —se detuvo y la miró de pies a cabeza—. Te veo muy distinto—le dijo en voz baja. De pronto, Jungkook cayó en la cuenta de que había olvidado ponerse ropa interior, y no tuvo más remedio que disimular.

—Es el pelo —le dijo, sabiendo que tenía el aspecto de alguien que acababa de salir de la cama. No se lo había peinado, así que estaba hecho una maraña de pelos. Se había puesto una camiseta y unos pantalones cortos y se había puesto a trabajar directamente.

Una tentadora propuesta | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora