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El horror de enamorarse (pero no darse cuenta jamás)

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El horror de enamorarse (pero no darse cuenta jamás)

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—¿Sabe qué? Siempre he pensado en cómo los malentendidos han conducido mi vida hasta este punto de amargura profunda. Hasta ganar la guerra y acabar con el mago más tenebroso del último siglo fue agridulce.

Esta vez el chico de cabello azabache y el hombre rechoncho están en un ambiente distinto, con paredes hechas de gruesos muros de piedra, pero no cambian ni la postura ni el terrible diván rojo de terciopelo.

—¿Es así? — El doctor Matthews, a quien habían dotado de una consulta en el Ala de Enfermería debido a que todos sus clientes eran exclusivamente alumnos de la generación del Trío de Oro, no parece nada sorprendido. — Cuénteme más, señor Potter.

El interrogado suspira largamente y se lleva las manos a la cara, pasando sus dedos por debajo de las gafas.

—Culpé al profesor Snape de odiarme y querer matarme durante años cuando siempre fue mi aliado en las sombras. Una confusión provocó que mi padrino pasase años en Azkaban, odiado por lo que le quedaba de familia y por su único amigo en el mundo, sabiendo que aquel que traicionó a mis padres seguía vivo. Una segunda confusión provocó que, tras estar a punto de lograr sus objetivos de toda una vida, se viera forzado a ser un fugitivo y que Remus fuese despedido. La tercera...

Se incorpora para quedar sentado en el diván y mirar a su psicólogo a los ojos, disparando flechas de esmeralda con los suyos.

—¿Necesitas un segundo?

— No, estoy bien. — contestó el muchacho. Tragó saliva y respiró como si quisiera acabar con el oxígeno de la sala. —La tercera provocó su muerte. En segundo curso creí a Tom Riddle y su estúpido diario. En cuarto curso, por otro malentendido, acabé participando en un torneo mortal que acabó con la vida de Cedric Diggory. En sexto curso Dumbledore murió por otro de estos. En el año anterior hubo millones de malentendidos. Y todo por culpa de un malentendido que me involvía a mí y a Voldemort.

El señor regordete no puede soportar la intensidad de la mirada y aparta la vista para apuntar algo en su libreta.

—Sabes que no puedes echarte la culpa de todo lo malo que pasa en el mundo, ¿verdad?

Harry Potter suspira de nuevo, cansadamente.

—Ya lo sé. Pero podía haber hecho mucho más. Podía haber evitado la muerte de muchos. Podía haber evitado torturas, miedo y la guerra en general. Podía haber prestado ayuda a Malfoy en lugar de, por ejemplo, maldecirle.

La Magia de tu Sonrisa (o cómo descubrir a tu admirador secreto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora