Capítulo XVI | Voces

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Ya no lo soporto más, puedo escuchar las palabras de las personas a mi alrededor mientras busco la valentía para deslizar el filo del metal.

«¡No sirves!», la voz de mi madre.

«¡Das asco!», mis compañeros de instituto.

«¡Eres una basura!», la voz de mi novio.

No puedo dejar de llorar, me duele escuchar esas palabras, en especial las últimas porque vienen acompañadas de los recuerdos de anoche. El encontrarme maniatada con los amigos de Devón tocándome, con sus lenguas en todo mi cuerpo, ser violada por todos ellos, incluyendo a la persona que amo.

Una arcada vuelve a arremeter sobre mí y deseo intentar borrarme el recuerdo bajo el agua, pero al mirar de nuevo el objeto afiliado entre mis manos encuentro una mejor solución.

Estoy lista.

Deslizo la hoja en mi muñeca antes de ser interrumpida.

«Cálmate, baja el cuchillo», dice una voz que me hace sobresaltar, miro hacia todos lados a pesar de estar segura de que ésta provenía de mi cabeza. La voz es femenina, firme.

«Eres más que esto» dice una segunda; esta vez es masculina, fuerte, autoritaria.

«Podemos ayudarte, pequeña», hay una tercera; femenina y suave.

«¡Vamos a ayudarte!» afirma una cuarta, esta parece la de un niño no tan pequeño.

Miro mi alrededor de forma frenética.

«Estoy sola, me estoy volviendo loca, ¿quiénes son ustedes?».

Siento que es una tontería preguntarles, pero quizá es un último atisbo de esperanza, esa pequeña parte de mí que anhela vivir.

Sigo viendo a los lados, pero de hecho sí estoy sola.

No hay nadie más que yo y el cuchillo en mis manos en esta habitación vacía.

Estaré demente, pero debo preguntarlo.

«¿Enloquecí? ¿u-ustedes me van a ayudar?».

Una respuesta silenciosa y reconfortante me abraza, envalentonada siento un aire de esperanza que me hace dudar en que tal vez, y solo tal vez, quiera vivir.

Igna Fritz | El sueño de una genioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora