He aquí el fic #200 (en Fanfiction) del que estoy muy feliz y muy orgullosa. Es, además, mi primer fic de la serie y disfruté mucho haciéndolo.
Inspirado en la canción de The Rigs - Devil's Playground, yo simplemente tenía que usarla.
Disclaimer: Los personajes y la serie le pertenecen a Matt Groening
Advertencia: Tortura
Espero que disfruten leyendo tanto como yo lo hice al escribirlo
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Devil's Playground
Valiente,
¿eres lo suficientemente valiente para conocer los deseos que buscas?
Sostén mi mano, te liberaré
Estas cadenas de libertad son tuyas para mantener
Bienvenido al patio del diablo, puedes pisar donde los demonios juegan
Puedes mirar y puedes tocar
Prometo que no costará mucho
Devil's Playground – The Rigs
Bob suspira cansado deteniéndose en la puerta de su nuevo hogar para poder sacar las llaves y abrir. Odia su nuevo trabajo con tanta fuerza que al salir de allí está demasiado agotado incluso para cenar algo decente; odió su tiempo en prisión, pero al menos la comida no era tan mala ni estaba forzado a trabajar en cosas que no le gustaran por lo que solía comer con mayor regularidad de lo que lo hace ahora.
Extraña los talleres de manualidades y las obras de teatro que armaba para los demás convictos que le permitieron pasar unos años de sosiego sin nadie tratando de robar sus cosas o privarle de comida. Además, dichos talleres le mantuvieron centrado en el programa de rehabilitación al que tuvo acceso tras su colaboración con el laboratorio de genética. El abandono de su esposa e hijo sumado al desprecio de sus padres, que simplemente le ayudaron a conseguir su nueva casa a las afueras de Shelbyville para deshacerse de su presencia, fue también un aliciente para dejar atrás la insana obsesión que tenía con Bart Simpson.
Ese pensamiento le hace detenerse medio segundo antes de insertar la llave en el pomo. Desde que salió en libertad condicional por buen comportamiento no había pensado en el demonio Simpson hasta ese segundo; espera por más tiempo del que pretende una chispa que encienda su rabia, pero en su pecho no hay nada más que apatía por el destino del fastidioso muchacho.
Deja escapar el aire continuando con su tarea aliviado de no encontrar ninguna reacción que pudiera ameritar una visita a su terapeuta y al guardia de libertad condicional que tenía. No había tenido que ver al Dr. Maning desde hace dos meses, además de que el hombre le había dado la confianza de planificar sus citas con largos periodos de diferencia y aprecia de todo corazón que las cosas permanezcan así un poco más. Cuando escucha el cerrojo ceder bajo la llave empuja la puerta para entrar deteniéndose nuevamente al percibir un movimiento por el rabillo del ojo; se gira jurando escuchar su nombre, pero un fuerte golpe en su frente le desorienta.
Se tambalea fuera de las escaleras parpadeando furiosamente en busca de estabilizarse, pero un nuevo golpe termina de tumbarle provocando que su visión se nubla rápidamente. Lo último que ve antes de perder la conciencia es algo rojo extenderse en su campo de visión borroso por el golpe y una sonrisa por demás escalofriante.