17. Las Dos Llaves

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Con la primera llave en mi poder, ya solo quedaban dos. Fui a por la llave de la entrada y del cajón y la volví a usar para abrir el candado de la cómoda. Allí encontré las piezas del juego de ajedrez de la primera sala y una nota arrugada: un dibujo de una partida de ajedrez. Por detrás, escrito en lápiz se entendía: "Para hallar la Segunda Llave tendrás que ganar en un movimiento".

Me dirigí a la primera habitación y coloqué las piezas en el tablero tal y como sé veía en el dibujo:

Me dirigí a la primera habitación y coloqué las piezas en el tablero tal y como sé veía en el dibujo:

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- Hacer Jaque Mate en un movimiento... - suspiré - Además, mi rey está en Jaque desde el inicio. Yo nunca he sido bueno al ajedrez.

Probé una y otra vez moviendo la torre, el alfil, el caballo e incluso los peones, pero nada. Conseguía frenar el Jaque, pero no hacerlo y lograr Jaque Mate al adversario en un único movimiento. Estaba desesperado.

- Solo me falta mover el rey - solté un suspiro. Al instante abrí los ojos como platos - ¡ESO ES! - grité - ¡Enroque Largo! - y mis dedos se deslizaron sobre el tablero, liberándome de la amenaza y haciendo un perfecto Jaque Mate:

 Al instante abrí los ojos como platos - ¡ESO ES! - grité - ¡Enroque Largo! - y mis dedos se deslizaron sobre el tablero, liberándome de la amenaza y haciendo un perfecto Jaque Mate:

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"Click": algo se aferró con fuerza por debajo de la torre y en ese momento agradecí a Shinya que tuviera la paciencia para enseñarme jugar al ajedrez.

- Un imán - dije - Bien pensado.

Separé lentamente la torre del tablero y con ella vino pegada la casilla donde estaba. En el hueco, una pequeña llave con una nueva nota: "Hermann Hesse".

-¿Dónde he visto yo ese nombre?

Volví a la habitación a oscuras siguiendo mi instinto y, usando la linterna del móvil, alumbré la estantería del interruptor. Volví a pulsarlo con tantas ganas que choqué con la estantería y los dos libros se cayeron. Las luces se volvieron a encender y al agacharme a recogerlos lo vi: "El Lobo Estepario", le di la vuelta: "Hermann Hesse". Bingo. Lo abrí y resultó estar hueco y ser una mini caja fuerte. Usé la llave para abrirlo y dentro encontré la tan ansiada segunda llave. La guardé en mi mochila.

Recogí el otro libro, "Crónica De Una Muerte Anunciada" y repetí el procedimiento con la misma llave, dentro encontré una nota que decía así: "Los relojes te darán la forma para hallar la Tercera Llave".

Levanté la mirada y observé cómo, a lo alto, un reloj permanecía inmóvil en la pared que había derribado para encontrar la primera llave. El reloj marcaba las 3:17 horas. Lo apunté en el bloc de notas del móvil y seguí buscando más relojes.

Encontré uno encima de la puerta de la entrada y otro sobre el escritorio de la misma sala. Todos marcaban la 3:17. Recordé el único candado que faltaba por abrir, el del cajón de ese mismo escritorio y que necesitaba una contraseña de tres cifras para ser desbloqueado.

- 3, 1, 7 - dije a la vez que marcaba. No se abrió - Tal vez, como son tres relojes, es multiplicado por tres - lo calculé en el móvil e introduje el resultado - 9, 5, 1 - tampoco se abrió. Suspiré - ¿En minutos? - calculé los minutos que son tres horas y dicisiete - 1, 9, 7 - y lo multipliqué por tres - 5, 9, 1 - nada.

Empezaba a desesperarme. Lo estaba probando todo y no funcionaba. Puede que aquella fuera la única forma de salvar a Mika y si no era capaz de resolver aquel último enigma no lo volvería a ver nunca más.

Saqué de mi mochila todas las notas que había encontrado y que había ido guardando sobre la marcha por si en algún momento las necesitaba. Les eché un vistazo y no parecía que hubiera pasado nada por alto.
Leí la última nota: "Los relojes te darán la forma para hallar la Tercera Llave".

- Los relojes te darán la forma para hallar la Tercera Llave - repetí en mi mente - Los tres relojes me darán la forma para encontrar la llave - me dije - Me darán la forma... La forma... - reflexioné - ¡Un triángulo!

Me lancé al escritorio para agarrar una hoja de papel y algo con lo que escribir. Dibujé un triángulo equilátero donde cada reloj representaba un vértice del mismo y la distancia entre cada uno de ellos era la misma: 3'17 metros. Dado que el perímetro ya había sido negado por el candado, me decidí por calcular el área del triángulo.

Dividí la base por la mitad y tracé una línea vertical, la altura, que separaba el triángulo en otros dos exactamente iguales. Con las medidas de la hipotenusa y uno de los catetos calculé el cateto restante con el Teorema de Pitágoras: aproximadamente 2'745 metros.

Nunca presté mucha atención en clase ni fui un estudiante ejemplar, pasaba de los deberes, de los profesores... Ahora la vida de la persona que amaba dependía de eso que durante tanto tiempo me había dedicado a ignorar y a tachar de inútil, pero que había tenido que aprender a la fuerza para aprobar los exámenes.

Multipliqué la base por la altura y dividí el resultado entre dos, sabiendo así que el área de mi triángulo era de 4'35 metros cuadrados.

- Si funciona prometo no volver a dormir en matemáticas - solté en un susurro antes de configurar los números en el candado. Me temblaban las manos y un sudor frío recorría cada centímetro de mi cuerpo - 4... Ánimo - me dije - 3... - contuve la respiración - 5.

La contraseña, 435, estaba ya marcada en el cerrojo que, por el momento, parecía no moverse. Acerqué mi mano con cuidado y deslicé lentamente el candado para abrirlo. Oí un "click" y respiré de nuevo. Me deshice de él y abrí el cajón del escritorio: allí descansaba brillante y espléndida la Tercera Llave. La saqué y noté cómo varias lágrimas se precipitaban por mis mejillas. No podía creer que estuviera tan cerca de volver a ver a Mika.

Sin tomarme ni un respiro, caminé hacia la puerta de las tres cerraduras, donde estaba inscrito "Cuando reúnas la Llave de la Luz, la Llave de las Palabras y la Llave del Tiempo podrás avanzar".

- Esto parece una novela de fantasía, a lo mejor acabo en Narnia - sonreí. Sí, sonreí. Porque ahora que casi podía tocar a Mika sentía que podía darme el lujo de hacerlo, como seguro que ambos sonreiríamos muchas veces más en adelante.

Saqué las otras dos llaves de mi mochila y abrí uno por uno los cerrojos: primero la que encontré tras la falsa pared a oscuras: el cerrojo cedió; luego la situada en el interior del libro de Hermann Hesse: el cerrojo cedió; y por último la escondida en el primer cajón de aquel viejo escritorio: el cerrojo cedió.

- No quiero ir a Narnia, ni a Oz, ni siquiera a Hogwarts. Quiero ir donde estés tú, lo demás no importa - alcé la mirada y dirigí mis palabras desde lo más profundo de mi corazón - Mika-kun, espérame... y no olvides que te amo.

Creo que te Amo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora