El destino en el camino

646 21 1
                                    



  Bah!, ¡Si no quieres verme más aquí se termina todo!, le gritó a Katia,
su compañera de la Academia de Música, sin duda la chica le gustaba,
pero no estaba dispuesta a soportarle sus escenas de celos de tiempo
completo, parecía que lo único que sabía hacer era decirle – Por qué
viste a esa chica... aquella chica te sonrió... por qué hablabas con
las chicas del otro grupo de trabajo...en fin... basura.

Katia le dijo: Lárgate, nunca debí haberte hecho caso, a mí al final sí me gustan los hombres...

Ja, -contestó la chica de cabellos oscuros-, si seguro, la pasaste
tan mal que a todas horas querías meterte a la cama conmigo, hablas así
porque no te queda más remedio. Y sin más se dio la vuelta y se largó
de aquel restaurante, ambas chicas habían alzado la voz y ahora Yulia
tenía más de veinte pares de ojos viéndola con recelo mientras
abandonaba el lugar.



Yulia no se sentía desolada; no, molesta si y bastante, en realidad
había perdido el tiempo con Katia, si; a esa chica le gustaban los
hombres, sin embargo, algo debía haber en ella que le atrajo, de lo
contrario no hubiesen estado juntas los últimos seis meses, seis meses
que ahora estaban botados en la basura.



Se fue a casa, condujo tranquilamente por las calles de la ciudad
que ahora, a principios de noviembre, se empezaba a vestir de blanco,
la nieve había hecho acto de presencia hacía un par de días y aún era
soportable el frío con un delgado abrigo.



Al llegar a casa vio a su madre muy entretenida con el televisor,
era la hora de ese programa de misterio que tanto le encantaba ver la
noche de los viernes; cómo te va Yulia, dijo sin despegar la mirada del
aparato; a ella también le gustaba ver televisión, quizá lo heredó de
su madre, bien, respondió la chica con desgano, ¿recuerdas a Katia?, la
madre asintió con la cabeza y acompañó el gesto con las siguientes
palabras, bien sabes que la conozco, esa chica no me gusta, siempre te
llama a todas horas y hasta es grosera si le digo que no estás, es muy
poses... pues no te preocupes más, le dijo interrumpiéndola, somos
historia, terminamos.



La madre de la pequeña despegó la vista de aquel aparato y la vio
con ternura, a ella le había costado aceptar el hecho de que nunca
tendría un yerno, tuvo que hacerse a la idea hace tres años cuando
sorprendió a su hija besando a aquella niña del colegio, la madre lloró
mucho, el padre dijo que lo más importante era que seguía siendo su
hija, aunque muy en el fondo pensó que era una de sus locuras
pasajeras; como cuando decía que quería ser paracaidista, en fin, luego
de algunas peleas, regaños y lloriqueos, mamá y papá comprendieron y
aceptaron que definitivamente a Yulia le gustaban las chicas. Aunque
con la niña del colegio ya no pasó nada, pues se asustó tanto cuando la
madre de Yulia les descubrió, que hasta pidió que la cambiaran de
escuela.



¿Qué pasó, estás bien? Preguntó con tono cariñoso, no te preocupes
mamá, le dijo, no se acabó el mundo, sólo estoy un poco molesta, sabes?
Estoy pensando en que tal vez debería alejarme un poco de aquí, quizá
vaya a pasarme estos días que tengo de descanso a la cabaña de
Konakovo, estás segura Yulia?, -le contestó mientras la abrazaba-, si,
mañana me iré luego del medio día, -dijo- supongo que tendré que
comprar algunas cosas para llevar. Sabes que puedes contar con
nosotros, -añadió la madre pensando que quizá la pequeña se sentía mal
por lo pasado con Katia, si lo sé, contestó, ustedes son los mejores
del mundo y besó sus mejillas.



Subió a su habitación y empezó a arreglar las cosas que llevaría,
ropa, discos, sus ocultos cigarrillos, etc. Al cabo de media hora llegó
el padre, aunque no lo escuchó sabía que su madre le contaría lo
ocurrido y la decisión de pasarse unos cuantos días lejos de casa...
¡Yulia! –gritó la madre- para que bajara a cenar, al bajar abrazó a su
padre quien cariñoso le dijo: Así que vas a aclarar tus pensamientos...
si, contestó- creo que a veces uno debe alejarse de todo para empezar
de nuevo, aunque la verdad, ya extraño la tranquilidad del río.



La cabaña había sido heredada por su padre, antes había sido de sus
abuelos, no era muy grande, se encontraba cerca de la confluencia de
los ríos Volga y Tvertsa en la localidad de Tver; Konakovo era una
villa tranquila, de hecho lo seguía siendo, algunas personas con
posibilidades económicas lo veían como un lugar de retiro, dada la
cercanía con Moscú, escasos 120 Km por ello la chica tenía algunos
vecinos, digamos ricos. Algunas de las mejores memorias de su infancia
estaban en ese lugar, además que una u otra conquista había conocido
ese sitio, ahora, sin duda allí también estaba el inicio de lo mejor de
su vida.



A la mañana siguiente se levantó temprano, raro en ella, pero
quería tener todo preparado para salir con luz y llegar con luz, además
ya empezaba a hacer frío y era mejor estar resguardada pronto en casa,
el trayecto no duraría más de un par de horas, no sabía en ese momento
que su vida cambiaría a treinta kilómetros de su destino, es decir, su
destino la estaba esperando en ese preciso lugar.



Al final, salió de Moscú poco después de las cuatro, se le hizo
tarde, como siempre, mientras conducía el viejo Lada Niva verde que
había sido de su padre, iba pensando en que a pesar de haber salido ya
con varias chicas no podía decir que había amado a alguna, disfrutaba
de su compañía, sin duda en la cama había algo, pero amor, amor, no.



Cuando pasó por Solnechnogorsk volvió a llenar el tanque de
combustible y aprovechó para comprar una botella de , como buena
patriota rusa debe beber el agua que la nación le brinda, además de
seguro en la cabaña no habría leña y mientras la conseguía sería bueno
usar la calefacción líquida. Estaba muy contenta, volver a Konakovo era
como renacer, necesitaba la soledad y tardes completas en el piano, el
viejo piano en donde aprendió las primeras notas, el piano que vibraba
y le hacía vibrar cuando pulsaba las teclas y le arrancaba los sonidos
de "Luz de Luna" además, quizá los chicos de la pandilla aún estuvieran
allí para pasar las noches a la orilla del río cantando sin que nada
les importase.



Cuando faltaban alrededor de treinta kilómetros para llegar vio a
la orilla de la carretera a esta chica pelirroja, estaba sentada en una
piedra al lado de su lujosa y de modelo reciente BMW utilitaria color
gris, se detuvo, aunque no sabía exactamente por qué, ayudar niñas
ricas no era una de sus metas en la vida, pero no lo pensó dos veces y
estacionó su auto delante de aquel ostentoso vehículo. Hola.. -dijo
levantando la mano en señal de saludo- que te pasó. No sé, -dijo la
chica de lindos ojos verdigrises de los cuales Yulia quedó prendada- de
pronto el auto se apagó y no logro encender el motor... gracias por
detenerte, nadie lo ha hecho y de verdad necesito ayuda. No es nada,
respondió, veamos empecemos por el principio, Yulia Volkova, dijo
extendiendo su mano hacia la chica- Elena, Lena Katina -dijo mientras
le regalaba una bella sonrisa y estrechaba su mano, con el contacto de
aquella pequeña mano de la chica de los ojos azules Lena sintió a su
corazón dar un vuelco, un poco nerviosa volvió a reír y soltó la mano
de la trigueña.



Veamos, dijo Yulia, tienes combustible? Claro, respondió, llene de
nuevo el depósito en Klin; bueno, eso es bastante cerca, no es falta de
combustible –continuó Yulia- puedes levantar el seguro, veré si no es
el acumulador... ¿Tú sabes de mecánica? Preguntó la pelirroja con un
gesto de extrañeza en el rostro; tanto como saber de mecánica, no, pero
tengo algunos años de conducir sola y pues he aprendido lo mínimo como
para poder resolver algunas cosas por mí misma, dijo Yulia, aunque no
se percató que eso sonó un poco grosero pues Lena contestó, yo soy un
poco tonta para eso, aún no puedo valerme por mi misma en la carretera,
murmuró mientras bajaba la mirada... no quise decir eso –dijo sintiendo
como su cara se tornaba roja, sintió el calor en ella- además saber un
poco de autos no significa que sea muy inteligente, como soy hija
única, mi padre me ha enseñado lo que quizá le hubiera enseñado a un
chico, tú no te ves como una chica tonta -terminó enfrentando su
mirada- descuida, no me molesté, sólo que supongo ser la preferida de
papá me ha privado de algunas cosas que no se me permiten hacer porque
no son adecuadas para una "señorita" contestó agregando algo de
sarcasmo a esta última palabra. A ver, dijo Yulia, tienes herramienta
en este auto, sí, respondió y enseguida se encaminó para abrir la
puerta posterior de la camioneta sacando una caja metálica nueva, la
traía haciendo un poco de esfuerzo por el peso, Yulia se acercó para
ayudarle con la caja, ¡qué bien preparada viene "señorita", dijo
imitando el sonido que Lena había utilizado algunos segundos antes y
colocó la caja junto al vehículo, pues viene con el auto, respondió,
qué necesitas? –dijo mientras abría la caja- Alcánzame dos desarmadores
y extendió la mano en espera de la herramienta. Tomando los
desarmadores le advirtió -retírate un poco-, mientras hacía saltar
chispas al hacer contactos con los bornes del acumulador, Lena dio un
leve salto cuando escuchó el pequeño estallido, sin duda tiene carga,
dijo la aprendiz de mecánico- pero creo que conectaré mi acumulador al
tuyo para darle carga, quizá no tenga suficiente, no te entiendo,
comentó Lena con un poco de vergüenza, pero si tú lo dices... Yulia rió
en su interior, la chica no era tonta, sencillamente había vivido una
vida en la que sus problemas eran siempre solucionados por empleados
pensó, una niña de papá y mamá ... se encaminó hacia su auto y lo
estacionó justo enfrente del de Lena, abrió para dejar al descubierto
el motor y sacó los cables para la corriente, cuidadosamente los colocó
en su sitio, sentía como Lena la miraba, parecía que estaba realizando
una operación a corazón abierto al ver la admiración en sus ojos, esa
sensación le gustó... mucho... anda, sube y prueba si arranca, dijo
mientras hacía lo mismo con su auto... Nada, dijo desde su asiento
Lena, déjalo –respondió- no es el acumulador



Sabes Lena? –dijo Yulia sentándose junto a ella en su camioneta-
estamos mal, no puedo hacer nada por tu auto, pronto oscurecerá y está
empezando a hacer frío, ¿Podría algo salir mejor? Preguntó Yulia con un
poco de sarcasmo. Tengo té –dijo Lena- siempre que viajo a Konakovo
traigo un termo, tú vas a Konakovo? Interrogó Yulia, si, contestó Lena,
mis tienen una casa a la orilla del río, la compraron hace como
dos años, Yulia esbozó una sonrisa. Seguramente vives cerca del cruce
hacia la iglesia –dijo la chica de los ojos azules- si, respondió Lena,
tú eres de Konakovo? No, soy de Moscú, sólo voy a pasar unos días a la
cabaña de mis padres, pues mira que casualidad, las dos somos de Moscú
y ambas tenemos casas en Konakovo, yo no dije casa –aclaró la chica del
cabello oscuro- es una pequeña cabaña, no como tu casa que es casi un
palacio, conoces mi casa? Preguntó Lena, mira, si vives cerca de la
iglesia estás en la región "zarista" dijo Yulia, la cabaña de mis
está en la región "bolchevique" – Lena rió- Yulia continuó- tu
mundo y mi mundo están tan distantes como de aquí a la luna. Lena dejó
de reír, se sintió avergonzada aunque no sabía exactamente por qué,
sabes qué, volvió a hablar Yulia, saca ese té mientras yo traigo algo
para mejorarlo, ya empieza a hacer mucho frío –se levantó dando un
pequeño saltito y se encaminó a su auto.



Lena se perdió por unos segundos, viendo caminar a esa chica tan
pequeña, apenas rebasaba el metro y medio, pero era tan grande a la
vez, le daba seguridad, sentía que estando esa bella chica de piel
bronceada, de cuerpo lindo, hermosos ojos azules, grandes ojos azules y
cabello oscuro no había nada que temer, había estado a punto de romper
en llanto cuando notó que se hacía tarde y nadie se detenía para
ayudarla, ella no podía hacer nada, su teléfono estaba muerto, había
olvidado conectarlo a la toma de corriente la noche anterior y ahora no
era más que un lindo aparatito inútil.. Yulia –pensó- definitivamente
es especial... Lena venía luchando en su interior hacía más de un año,
luego de que le diera un sí al chico que la venía cortejando por varios
meses, su noviazgo duró poco, casi una semana, si, le besó, le abrazó
pero no hubo ni mariposas en estómago ni luces de colores al cerrar los
ojos, tenía muchos amigos, pero no se sentía atraída físicamente por
ninguno de ellos, es más, había algunos artistas que consideraba
atractivos, pero imaginarse en alguna situación física con ellos no era
algo que pasara por su mente, sin embargo, a veces se sorprendía
pensando el algo íntimo pero siempre con chicas, no sabía que le
pasaba, algo andaba mal con ella sin duda, así que mejor terminó ese
"noviazgo" y decidió darse tiempo para pensar.



Yulia buscó entre las cosas que traía la botella de que había
adquirido en Solnechnogorsk, se tomó unos segundos para ver a través
del vidrio del auto, allí estaba la chica, ¡qué chica!, en tan solo
minutos esa pelirroja le hizo sentir lo que no había sentido con
ninguna de sus aventuras, aún no le había besado y ya tenía su sabor en
la boca, pero que va, esa chica estaba tan fuera de su alcance, de la
tierra a plutón- pensó en voz alta- era una chica rica, bella y sin
duda con miles de pretendientes sino es que con novio, preciosa era una
palabra inútil al tratar de describir la belleza de aquella diosa, sus
cabellos rojos eran el marco perfecto para aquellos ojos gris-verde que
podían opacar cualquier paisaje por hermoso que fuera, su carita pecosa
y su sonrisa bastaban para sentir la vida con sólo verlas...



El té sabrá mejor si le ponemos un poquito de calor –dijo riendo la
trigueña al volver con la botella en la mano y un cigarrillo en la
comisura de sus labios- Está bien, contestó Lena riendo también, sólo
que tendremos que compartir la tapa, como usualmente viajo sola no
tengo ninguna taza o vaso, no te molesta? -Cómo le iba a molestar, iba
a poder estar en contacto con la chica que le había quitado el aliento
aunque sea por la tapa de un termo- Para nada, bebe tú primero, luego
beberé yo, Gracias, dijo Lena mientras Yulia agregaba una cantidad de
al té de la pelirroja. Lena bebió un sorbo e hizo un gesto, casi
se ahoga, perdón, dijo Yulia, le puse mucho , no...sólo que yo no
soy buena bebiendo, aunque hubiera sido una gota sin duda igual me
ahogaría, rió coquetamente; de manera inconsciente estaba coqueteando
con Yulia.

  Ya se que vamos a hacer, dijo Yulia mientras daba una calada al
cigarrillo, remolcaremos el auto hasta tu casa, igual yo tengo que ir
por allí, tengo una cadena en el auto y todo estará bien, Lena puso una
cara de sorpresa, eso de conducir el auto mientras era arrastrado por
otro le daba miedo, no sabía si lo podría hacer bien, Yulia notó el
nerviosismo de Lena y le dijo: Yo conduciré tu auto y tú llevarás el
mío, lo único que tienes que hacer es no correr, porque si no el auto
se caerá a pedazos y te quedarás con el volante en la mano, -la chica
de cabello corto sonrió al hacer este comentario final- Lena sonrió
también y Yulia pensó que si la chica volvía a reír la tendrían que
recoger con espátula, estaba que se derretía por ella. Lena estuvo de
acuerdo con esto, Yulia bebió el té que le correspondía tratando de
sentir el sabor de Lena en la tapa de aquel termo, guardaron las cosas,
termo, caja de herramientas y cables de corriente, luego Yulia colocó
hábilmente la cadena para unir los dos autos, Lena observaba a la
pequeña trabajar, admiraba esa seguridad y confianza en sí misma que
identificaba a Yulia, esa misma confianza y seguridad que a ella le
hacía falta a veces.
Bueno su majestad... empezó diciendo Yulia, Lena la interrumpió – No
seas así, me harás sentir mal, en realidad le decía su majestad porque
eso era lo que pensaba, allí estaba su reina, olvídalo –contestó Yulia
mientras lanzaba la colilla del cigarrillo a un lado- no lo volveré a
hacer, anda, arranca y marchémonos que pronto oscurecerá...

Los de Lena estaban preocupados, habían estado tratando de
comunicarse con ella pero solamente les respondía el contestador de la
casilla de teléfono, en casa habían dicho que salió muy temprano, que
ya debería estar en Konakovo, Sergey, el padre de Lena, caminaba de un
lado a otro, se encontraba desesperado, su hija, su favorita estaba en
problemas, él lo sabía, la conocía muy bien, ella no era de las que se
iba a entretener por ahí y perder la noción del tiempo, ella era una
chica responsable y no creía que su ausencia se debiera a cosas de
chicos, como habían dicho unos amigos y vecinos que les acompañaban esa
tarde en la casa a la orilla del río. Innesa no se cansaba de repetir
que deberían salir a buscarla, pero por una u otra razón no lo hacían.

Yulia iba dentro de aquel lujoso vehículo y no pudo contener la
risa al ver mentalmente la imagen del viejo y destartalado Niva,
halando aquel ostentoso auto, además, la única manera en que ella
viajara al volante de un auto de sueño, como ella misma decía, era
porque ésta estaba descompuesto, a pesar de llevar los vidrios arriba,
el frío empezaba a helarle los huesos, al menos Lena llevaba la
calefacción de su Lada, pero ella hasta había cometido el error de no
llevarse la calefacción líquida, el , los kilómetros
transcurrieron lentos, el frío de verdad ya era hasta doloroso pero se
sentía contenta de haber conocido a aquella princesa de cabellos rojos
y de haberle sido útil... Lena al volante del Niva pensaba en que podía
reconocer que la chica de ojos azules le gustaba, era atrevida, segura
y bella, cada vez que Yulia reía o gesticulaba al hablar, cosa que
hacía con una velocidad impresionante, ella se quedaba sin aliento, era
seguro, Yulia le gustaba y los deseos empezaron a asaltarla... por ir
un poco distraída estuvo a punto de atropellar un ciervo que saltó
desde un lado del camino frenó intempestivamente y por su lado Yulia,
quien también venía pensando con una buena dosis de hormonas apenas
tuvo tiempo de frenar, accionar los frenos fue difícil, pues cuando el
auto está apagado los pedales están durísimos...

Al fin, Lena dobló a la izquierda en el camino y se introdujo a un
sendero a los pocos metros se encontraba la puerta eléctrica que
cerraba el paso, Lena habló por el intercomunicador y enseguida las
puertas se fueron corriendo dejando ver el camino en medio de un
hermoso jardín, Yulia estaba impresionada, aquello era sin duda un
palacio de cuento de hadas, bueno, no podía ser menos sabiendo quien
era la princesa que albergaban aquellas paredes. Lena estacionó frente
a la casa y bajó del auto, antes de ir a saludar a sus quienes
habían salido a su encuentro Lena se dirigió hasta su auto, Yulia abrió
la puerta y bajó, estaba casi cianótica, el frío parecía haber sido
demasiado, Lena no lo notaba porque había estado con la calefacción,

pero Yulia...  

Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora