El equilibrio de las luces.

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Hay muchas cosas que no entiendo. no entiendo por qué quienes amamos con el alma, terminamos mal. No entiendo por qué existe ese auto consuelo inconsciente que dice "hace lo que sentís ahora, no te hará mal ni hará mal a otro. de todos modos por algo lo sentís, y de algún modo se podrá solucionar" (mirada muy optimista, por cierto). Hay cosas y/o hechos que te marcan de por vida. Hay cosas, hechos y/o personas que quedan bien pegadas a vos, que te abrazan el alma y no la sueltan jamás. esas cosas, hechos y/o personas dejan recuerdos. esos recuerdos no cambian, no se borran, no se manchan ni se repiten. Son únicos. Hagas lo que hagas, van a seguir ahí abrazando tu alma para no soltarla nunca. Para siempre. Comiéndote la cabeza de a poco, o no. Volviendo a cada momento, o no. Estando en tu conciencia todo o el tiempo o siendo reprimidos, sin llegar al exterior jamás. Hay cosas, hechos y/o personas que llegan de una manera tan fuerte que uno, al verse aterrado por lo nuevo, por lo que esto puede llegar a cambiar en vos o de vos, las reprime inconcientemente. Las detiene, las fusila y las elimina. Creyendo así que esto no molestará más. Pero estos recuerdos no se eliminan, quedan como tatuajes, a veces a flor de piel y otras veces bien adentro, en el alma; donde no se ve, donde no hay prejuicios, gustos, colores, diferencias, ni siquiera formas. Quedan al fondo y bien fuertes. Son a prueba de balas, y no se manchan. Son sagrados y nada ni nadie los puede borrar ni cambiar. Ni a los buenos ni a los malos. Los malos traen consecuencias, generan traumas. A veces, quizá, quedan reflejados en formas de actuar, en una forma de vivir y sentir que antes no estaba. En eso sí coincide lo malo y lo bueno. Te cambian. Todo cambia y te cambia. Todo te va endureciendo, al mismo tiempo que otro "todo" paralelo te va enterneciendo. Perfecto equilibrio.

La clave es ir mutando, sin perder una esencia propia. Sin perder la suerte de amar, sin perder atardeceres, noches, días, músicas, libros, sueños, ideas. Mutar para ser mejor, siempre. Somos como polillas que vamos buscando luz, sin dejar que nada ni nadie nos robe ni nos apague esa luz que tanto buscamos. Y creo yo que no buscamos una sola luz, creo yo que esta vida está llena de luces. Nosotros, todos, cada uno, tiene luz. Luz propia. Cada momento tiene una luz. Única e irrepetible. Que la vida se trata de ir en busca de nuevas luces, sin apagar otras. Quien gasta su tiempo en apagar luces, no merece seguir con ese hobbie. Debemos buscar luces y ayudar a que se enciendan aún más. Permitiendo así que nuestra luz propia crezca y crezca hasta ser una estrella más, y una estrella única. Formar parte del sol. Y una vez que se llega al sol, no hay otra cosa más que repartir un poco de luz a quien esté apagado. Perfecto equilibrio.

Y no creo que una mala idea recordar que el sol nos ilumina, da luz. Sin el sol no vivimos. El sol lo creamos día a día al salir y verlo allí, llenándonos de luz. Amputarse el sol es amputarse vida. La vida está llena de luces, sin luz no habría vida.

Quien se amputa las luces, quien se niega a nuevas luces, está realmente muerto. Y quien no quiere ver nuevas luces, es porque cuando estuvo más iluminado que nunca, quiso servir y darle un poquito de luz a una luz tenue, la cual no permitió encenderse ni encender aún más a esa luz fuerte dispuesta a borrar todas las causas por las cuales esa otra luz se volvió tenue, frágil, y no fuerte; estando casi a punto de apagarse, y no encandilando a otras, burlándose de ser menos brillantes que ella.

Si yo te quiero, voy a permitir que tu luz crezca. Junto a la mía, o no. No hay acto más egoísta y genocida que ignorar a la luz dispuesta a apagarse con tal de encenderte. No hay acto más egoísta y genocida que no permitir que una luz crezca. No hay acto más hermoso y noble que permitir que una luz encandile. No hay acto más noble y hermoso que encandilar a otro, tomar tus momentos y regalarlos a otra lucesita con el fin de que esta pueda hacer lo mismo con nuevas luces. Estos actos son los que, insisto, no cambian, no se borran, no se manchan ni se repiten. Son los que quedan en nuestra psiquis y nuestra alma, tatuados para siempre. Dejando marcas que no se repiten. Por estos actos, a veces, vale la pena apagarse. Pero para luego siempre permitir volvernos a prender con otras luces, y devolverlo. Siempre intercambiar. Un perfecto equilibrio.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2014 ⏰

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