Danse?

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Aquel salón repleto de vestidos costosos y pomposos, trajes elegantes, y mascaras brillantes y coloridas.

Mientras algunos se movían al compás de la melodía que ofrecía la orquesta, otros admiraban como los demás se movían mientras tomaban en sus manos aquellas copas de cristal llenas de champaña.
Hablaban con gracia y educación, parecían ser de la realeza. Sí, de la realeza.

Siempre era lo mismo, cada mes un baile distinto en la casa de algún dictador o millonario sin escrúpulos que compraba su posición en la sociedad, y el dueño de la mansión en donde se estaba ofreciendo el tan agraciado baile, no era la excepción.

Había distintos rumores acerca de él; tenía gustos distintos, el tipo de compañía que le agradaba no era el usual, y tenia ciertas costumbres o fetiches extraños.

Pero eran solo rumores, ¿no?

El grandioso anfitrión que todos esperaban hizo su gran aparición, bajando por las escaleras del gran salón, con precioso traje de color azul marino, y una gargantilla adornando su piel. Traía puesta también una mascara al igual que los demás, con la diferencia que esta era completamente negra con el borde plateado.
Los aplausos y sonrisas -falsas- inundaron el precioso salón, y una sonrisa falsa de cortesía les devolvió nuestro grandioso anfitrión.

Había que admitirlo, vaya que era un hombre apuesto. Sus labios carnosos tenían un ligero tono rojizo, vaya labios más cautivadores, en sus ojos había una chispa de peligrosidad, y todo él gritaba ser el pecado en persona, y no importaba si era hombre o mujer, los hacia caer en sus encantos.

Todo era aburrido y monótono, como en todas las fiestas en donde se habla de lo mismo; política, economía, la sociedad tocando solo por encima esos temas.
El grandioso anfitrión de la fiesta se sentía aburrido, él quería una charla mas interesante en donde la otra persona defendiese sus intereses, y que no solo por encajar siga la corriente y no pueda tener criterio y pensamientos propios, o aun mejor, una experiencia llena de éxtasis, placer, tentación y peligro. Algo que hiciera sentir un hueco en su estómago y que algo en su cabeza le gritara por más.

Dejo la copa a medio beber en una mesa, y se apartó de la multitud hueca. Camino hacia el ala oeste de la mansión, y abrió una de las puertas que lo conllevaría al balcón de la sala de estar, la cual dejo entrar una gran corriente de viento gélido provocando que su piel se erizara. Se abrazó a si mismo, y se acercó a la borde de concreto color blanco perla, colocó sus manos en este y se dejo abrazar por la noche, por las estrellas, por su soledad.

—Pensaba que los anfitriones de las fiestas debían estar en ellas, pero veo que me he equivocado. — el dueño de la mansión se sobresalto por el susto.

— Las cosas a veces pueden ser diferentes. Además ¿cómo está tan seguro de que yo soy dicho anfitrión?

—Por su máscara. La de los demás es dorada, la suya es negra. Además que le vi bajar las escaleras con ella cuando todos aplaudían en su presencia. — contesta con simpleza.

—Ah, es cierto, ni siquiera recordaba que la andaba. —hizo una pausa mientras observaba el atractivo desconocido repentino. —Mi error. Por cierto, ¿con quien tengo el gusto de compartir esta platica?

— Llámeme Danse.

— ¿Danse? Pero si eso es baile en francés. ¿Es su nombre? — la curiosidad empezó a brillar en el interior del anfitrión, quería mas de ese desconocido, y sin razón aparente.

—Es para hacer las cosas un poco interesantes, yo le llamaré anfitrión, y usted a mi Danse. Ambos sonrieron con complicidad.

— ¿Puedo saber la razón por la que se encuentra afuera del salón, señor Anfitrión?— movía la copa burbujeante en círculos.

Suspiro. — Simplemente estaba aburrido, cansado de las mismas platicas en las que la opinión que importa es la del que tenga más dinero y posición en la pirámide social.

—Entiendo.

Ambos se quedaron en silencio, pero no era uno incomodo, era uno que estaba poniéndole mas sabor a la situación.

— ¿Sabe? Siento que usted lo que necesita es expandir sus horizontes, explorar, sentir, crear nuevas cosas. Quizás la rutina ya deba ser rota.

Aquel brillo en los ojos del anfitrión aumentaba, ¿Quién era este desconocido? ¿Y por qué no había llegado a su vida hasta ahora?

—Y dígame, ¿usted que sugiere señor Danse? — relamió sus labios.
—No lo sé… Quizás tener sexo con un desconocido en un lugar peligroso, bueno, es solo una sugerencia. — sonríe ladinamente.

El señor anfitrión se acerco hasta acortar el espacio personal entre ambos, quito la copa de su mano y la dejo en un lado del borde el balcón.
Ambos sonrieron con complicidad, el señor Anfitrión subió su mano desde la mitad de su espalda, hasta su nuca, tomo los cabellos de Danse en su mano y los jalo hacia el para poder unir sus labios que de inmediato empezaron a moverse al compás, de la misma manera que aquellas personas se movían al sonido de la música.

Sus lenguas se entrelazaban y se daban la libertad de explorar la boca contraria. Las manos de Danse bailaban en el cuerpo del señor Anfitrión, tocando sin pudor desde su trasero hasta su cintura.
Allí no había vergüenza o pudor, ni rodeos, ambos querían ir a lo interesante de una sola vez. Las ahora manos inquietas y traviesas del señor Anfitrión viajaron hasta el cinturón de Danse, desabrochándolo junto con el botón de su pantalón negro, lo desabrocharon dejando a la una erección creciente.
Era imposible no sonrojarse tal y como lo estaba el señor anfitrión, pero el sonrojo no significaba que iba a parar.

Danse desabrocho el saco del señor anfitrión dejándolo tirado en cualquier parte, mientras que la mano del señor anfitrión cubría todo el miembro de Danse, causando una fricción bastante placentera.

Por sorpresa le tomo al señor Anfitrión, cuando Danse tomo sus muslos y lo subió en el borde del balcón dejándole sentado allí. El pantalón del señor Anfitrión fue retirado al igual que su ropa interior dejando expuesto al señor Anfitrión. El pantalón de Danse solo fue retirado un poco al igual que la ropa interior, y era solo para darle acceso de sacar su miembro rojizo y palpitante. De hecho, esa erección ya dolía, ya que desde que observó bajar por las escaleras a aquel hermoso y tentador ser, no hizo más que desearle.
No había palabras de por medio ya que no eran necesarias, sus cuerpos decían solamente lo necesario. Sin ni siquiera una preparación previa por parte de Danse, introdujo todo su miembro de una estocada seca, el señor Anfitrión no pudo hacer nada mas que soltar algunas lagrimas y apretar el saco de Danse. Cuando ambos sintieron sus cuerpos acoplarse al otro, Danse empezó a mover su pelvis, creando poco a poco un sonido húmedo mientras sus testículos chocaban con el trasero del contrario.
Era placentero, era excitante, creaba ese pequeño dolor en el vientre por la emoción en el señor Anfitrión.

El frio que sintió abrazarle, ahora había sido reemplazado por el calor de Danse. La noche envolvía ambos cuerpos que pecaban en silencio.
Jadeos y gemidos descontrolados salían dl señor Anfitrión, y Danse tenia que acallarlos con su boca, que viajaba desde sus labios hasta su cuello, mordiendo, succionando y besando toda su piel.
Por la necesidad de más, el señor Anfitrión llevo una de sus manos a su miembro, masturbándose mientras que las embestidas incrementaban la velocidad haciéndole tocar su punto dulce en ocasiones repetidas ocasiones.

Y por fin ambos llegaron a su deseado orgasmo, jadeantes, sudados, siendo solo iluminados por el único testigo presente, la luna.

—Espero y esta no sea la ultima vez que nos veamos, mi querido Danse. —susurró el señor Anfitrión en su oído con voz cansada.

Saliendo del interior del señor anfitrión, dejándole sentir un vacío en su ser y un líquido tibio recorrer su entrepierna, contestó; —Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar, Park Jimin.

Se acomodó la ropa y dejo allí de pie, solo, y con una felicidad incontable, al querido anfitrión, Park Jimin.

Pero... ¿se encontrarán de nuevo?

Madame Von Rosewald.

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2018 ⏰

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