Capítulo 17

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Cada vez me resultaba más difícil y complicado entender a estos dos primos.
Cuando por fin creí haberlos amarrado para que dejaran atrás sus diferencias, de nuevo vuelven a enfrentarse y todo por culpa de Bianca.
Para mí, es ella  la causante de que los chicos estén enfadados.

Por ello nada más ver Alois que regresaba en su coche me dirijo hacia la puerta de su habitación para esperarlo.

Nada más verlo siento sus almendrados ojos benévolo mirándome con un destello de gozo. Viniendo de Alois te puedes esperar cualquier cosa y eso me alarmaba tanto como me hacía sentir vulnerable.

— Vaya, ahora resulta que tengo vigilancia en mi habitación.

— Tenemos que hablar Alois. — Le hablo muy seria alzando mi barbilla desafiándole.

— Mira Laurita, haz me un favor y quítate de la puerta y vete con tus gilipolleces a otro lugar.

— De aquí no me muevo hasta que no me hagas prometer que vas hablar con Héctor. Cómo hombres civilizados, no como primitivos a golpes.

— No tengo nada que hablar con ese idiota. Y tú, si tanto quieres entrar en mi habitación hazlo, después no me vengas con arrepentimientos y reproches.

Me hago a un lado para que pase dentro, pero como mi madre me parió muy terca, pongo el pie en la puerta y paso dentro.
Puedo llegar a comprender la situación que estoy provocando, y aún así sigo retándole.

— Sabes que no puedes pasar a mi habitación, lárgate Laura y no seas una descarada. — Me quedé asombrada por la manera de insultarme de Alois. Aún así, percibiendo el odio correr por venas le respondí sin apartar mis ojos de él, haciéndole ver que no me voy aminorar, sí o sí la batalla ha comenzado y debemos terminarla.
El cómo, es otra historia.

— Tranquilo capullo, no vengo precisamente para follar contigo. Espero que sobre temas de sexo estés bien hastiado.
Y tampoco estoy tan loca como para meterme en la cama contigo después de venir de restregarte con otra. — Será posible, he hablado en voz alta sin darme cuenta.
Ahora sí que la he cagado yo solita.

Cómo un felino Alois camina hacia mí, se para a una distancia de un brazo, el cual apoya en la puerta acorralándome entre su cuerpo y la puerta.
Sus luceros se quedan fijos en los míos, de pronto siento miedo.
Un leve pánico empieza a generarse desde la planta de mis pies subiendo hasta mi pecho adueñándose de mi persona.
Su aliento roza despacio mi cuello, en ese momento giro mi cabeza cerrando mis ojos fuerte, recordando las veces que me he visto acorralada por Ricardo pasando su mano por debajo de mi camiseta tocando mis pechos.

— Por favor no me hagas daño...te lo suplico...— La valentía se esfumó en el momento que mis recuerdos se fueron apoderándose de mí. Intenté protegerme a través de las lágrimas, solo quería que no me tocase.

— Laura, mírame, soy Alois. Mírame joder. — Abrí los ojos al escuchar su orden. Sus dedos descansaban en mi mano guiándome hasta su rostro.

— Soy Alois Laura. Jamás te haría daño, nunca voy aprovecharme de tí.

— Alois...— Repetí respirando aliviada.

Alois me abrazó fuerte acariciando mi cabeza calmando de alguna manera el dolor que me causaba el recuerdo de todo la humillación que me ha echo pasar Ricardo.
Su fuerte y musculoso cuerpo me arropaba encontrando en él mi salvavidas.

— Escúchame Laura, nunca me tengas miedo, jamás haré algo que te pueda dañar.
Yo no soy Ricardo, te protegeré de él. Te lo prometo. Conmigo no debes temer nada, puedes desafiarme y aún así jamás te lastimaré, solo con palabras.
Nunca te tocaré al menos que me lo pidas. Te ayudaré a ir librándote de ese mal trago, y ese miedo del cual se ha ido adueñándose de tí por completo.

QUERER, NO ES OBLIGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora