Capítulo 19: Dilemas, everywhere

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Gerónimo

No me opongo a salir al balcón porque sé que está semi-techado y porque no quiero que Ana vaya a escuchar algo. Me preocupa que la conversación sea peor que la que mantuvimos por llamada. Esto empieza a ponerme nervioso. Sueno mis dedos, lo que provoca que Amelia me de una mirada que trata de disimular (es un poco quisquillosa con el crujir de los dedos), no hace falta, nos conocemos bien. Y porque nos conocemos bien sé que está molesta por el hecho de que casi no le hablé en una semana, así como sé que no puedo ocultar nada de ella por un período largo de tiempo.
-Lo siento.
-Está bien. No es necesaria la disculpa.
-No por sonar los dedos. Bueno, por eso también, pero me refería a todo.
Me pone a prueba, se cruza de brazos:
-¿Qué es todo?
-Po-por besarte, para empezar; por esta semana sin hablar.
-¿Nada más?
Miro para cualquier lugar menos a Amelia. Veo a Ana mirándonos de reojo y escucho que sube el volumen de la televisión. Suspiro.
-Para empezar, creo que vos también estuviste un poco... áspera conmigo por teléfono.
-¿Y para terminar?
-Para terminar, pienso (además de que sos imposible) que te debo una disculpa. No tenía que reaccionar así, es que me urgía hablarte, aunque ya calmé mis nervios esperando.
-Si me vas a echar en cara que esperaste, incluso cuando sabías que iba a tardar, no voy a aceptarte la disculpa.
-Mala mía, perdón.
-Bien. Aceptadas.
-Entonces... -respiro profundo- esto me está volando la cabeza y quiero decírtelo cuanto antes, pero mierda, cuesta más de lo que pienso.
-Te traje al balcón para ser malvada, pero si queres podemos ir a la '-teca', donde Ana no esté observando.
Ella le dice '-teca' a la habitación en la que tiene colecciones de libros, discos musicales, películas, fotografías, y demás, entonces como el sufijo de los lugares donde se guardan esas cosas terminan en '-teca', así nombró al cuarto, ya que no tenía sólo libros para decirle biblioteca, fototeca o discoteca.
-Te lo agradecería.

Logramos pasar por la sala sin recibir preguntas de Ana, eso es un logro. Mayor logro va a ser cuando logre decirle a Amelia las cosas que rondan mi cabeza esto días.
Amelia pasa primero al cuarto y se sienta en una silla con ruedas, va rodando hacia la puerta y me pregunta si la prefiero cerrada. Me cuesta decidirme porque con la puerta cerrada corro peligro de que Ana esté al otro lado escuchando, y con la puerta abierta puede escuchar sin mucha dificultad. Es que Ana es "curiosa", por así decirlo, naturalmente. No chismosa, porque no sale corriendo a comentarlo, pero le gusta saber todo. Y por todo, me refiero a TODO.
-Recordá que el cuarto es a prueba de sonido. Todo queda en estas cuatro paredes.
Entonces lo recuerdo.
-Debe de ser el mejor cuarto del mundo.
-Lo es.-Sonríe con orgullo.
Cierra la puerta y rueda a hacia mi, indicándome que me siente donde prefiera. Me doy cuenta de que está de mejor humor conmigo porque anda rodando por todo el cuarto, eso me hace soltar una risa. Ella me mira curiosa y sonríe.
Tomo asiento en otra silla con ruedas y ruedo hasta ella y la choco suavemente.
-No empieces una guerra de sillas chocadoras.
-Jugá conmigo un rato.
-Quizá después. Ahora-
-Sí, ya sé.
Me alejo un poco y cierro los ojos, apoyando mi cabeza en mis manos, mis codos en mis rodillas.
-Tranquilo, no quiero presionarte, pero tal vez es mejor si intentas relajarte o si escuchas algo tranqu-
Abro los ojos para mirar a Amelia.
-Me gustas.
Abre los ojos y parpadea repetidamente. Ahora ladea un poco la cabeza y me observa. Parece un perrito cuando te está escuchando. Sólo quiero que diga algo y ella sólo me mira, y parece eterno el silencio.
-Amelia, necesito que digas algo.
Se acomoda en la silla. Pone su pelo detrás de sus orejas. Frunce las cejas, las vuelve a poner en su lugar. Carraspea.
-Es que... Creí que me ibas a decir que sos totalmente gay, o bisexual. O heterosexual. Creí que habías resuelto tu dilema y...
-¿Y...?
-...Y no esto. Me tomó por sorpresa.
-Eso lo noté.
-Sobre todo porque parecías tan nervioso que pensé que te iba a tomar unos minutos.
-Yo también creí que me iba a costar más.
-Pero Gero, -frunce el ceño- ¿y qué- la corto, ya sé lo que quiere decir.
-¿El "dilema"? Sigue presente, pero estas semanas se volvieron raras y quería verte, como siempre, aunque también quería que estuvieran los demás para poder fingir. ¿Es esto raro?
-¿Qué cosa? ¿Estar fingiendo una relación y empezar a gustar en serio? Pfff, por favor, lo leo casi todos los días.
-Pido tu opinión desde tu punto de vista de amiga, no de lectora enamorada de personajes ficticios.
Me burlo un poco de ella.
-¿Deseas morir joven?
No tardo ni un segundo en volver a ponerme serio.
-Qué dominado.
Le pongo los ojos en blanco como ella hace. Noto que Amelia se pone pensativa y dejo pasar unos momentos antes de volver a hablar mientras yo también analizo la situación por, ¿cuántas van? ¿Esta es la trigésima segunda vez que lo pienso y analizo? Da igual.
-Ames, poniéndonos serios, yo... no quiero que me des una opinión apresurada porque, ahora sé, que te tomé por sorpresa. A parte, soy consciente de que no tengo nada resuelto... Yo sólo sé que hoy estoy mucho más confundido que hace unas semanas atrás cuando vine a contarte mis problemas... no sé... pero me gustaría saber qué pasa por tu cabeza justo ahora.
Amelia fija la vista en la ventana que tengo detrás mío, repasa con la yema de sus dedo del medio su labio inferior. Esto puede tomar horas.
Me sorprendo cuando diez segundos más tarde, sin mirarme directamente, dice:
-Hoy besé a Luca. Nos besamos, en realidad.
Siento que se me cae el alma a los pies. No entiendo porqué me cuenta esto, me quedo mudo.
-Es decir, no sé qué pensar, qué decir. Sólo sé que conocí, más o menos, a alguien y me gusta; que te conozco hace años, me gustaste y ahora yo te gusto. Y te quiero, lo sabes. Siempre te quise y voy a quererte. Sos m-
-Tu mejor amigo. Desde siempre.
-Exacto.
Hace una expresión que puedo interpretar bien, así que le respondo lo más sereno posible para que entienda que no estoy enojado, no puedo estarlo:
-Está bien, ya te dije que no estoy esperando una respuesta ahora. Tampoco espero una confesión de amor. Yo... tenía que decírtelo, sabes que no me puedo guardar mucho, no con vos.
Me mira de costado, me sonríe y sé que no tengo todo perdido, no cuando tengo a una persona como ella apoyando mis decisiones, guiándome y apoyándome en cada paso que doy. Quién dice que no puede haber algo entre los dos.
-Soy un suertudo por tenerte, ¿sos consciente?
Me levanto, voy hasta ella y le golpeo con suavidad la nariz.
-Yo soy la suertuda por tener amigos como vos.
-Vamos, -le tiendo una mano- no dejemos esperando más a Anita.
Toma mi mano y dice: -Voy a contarle que le dijiste "Anita". No tenes permitido llamarla así.
-No seas así.

Amelia

Cuando volvíamos a la sala de estar comprendí la necesidad de Ana por saber qué está pasando. Ella cree que Gerónimo y yo somos en "algo" no muy serio. También sabe que estuve con otro chico hace a penas cuarenta minutos atrás. Por supuesto que quiere enterarse todo. Inmediatamente una sensación de culpa se me instala en el estómago y me provoca nauseas. Sin querer presiono la mano de Gerónimo, provocando que me examine con curiosidad. Mediante miradas me pregunta qué me pasa, a lo que niego con la cabeza.
-Bueno, bueno, bueno... ¿Qué es lo siguiente en la noche atareada de Amelia?
Más culpa. ¿Lo peor? Voy a pasar toda la noche con ella.
-Lo siguiente es que yo me retiro para dar paso a su tan apreciada noche de amigas.
Ana se levanta de un brinco.
-¡Era hora!
No sé cómo no entré en pánico. No creí que me iba a quedar a solas con Ana tan pronto, ella va a indagar sobre absolutamente todo. Va a respetarme si no quiero hablar sobre el tema, pero debido a soy yo quién está mintiendo, siento que se lo debo, por lo que no puedo inventarme algo para que Gero se quede.
-Ame, ¿me acompañas hasta el ascensor?
-Claro.
Se despide de Ana, de mis perros y salimos al pasillo. Presiona el botón del ascensor.
-¿Qué pasa?
Miro por encima de mi hombro para asegurarme de que Ana no esté en la puerta. Y hablando lo más bajo posible, le digo:
-Le estoy mintiendo. No es que pretendiera ganar el premio a la honestidad, es que hace un rato estaba con un chico diferente, y hace menos de cinco minutos estaba teniendo una conversación seria con su amigo en el cuarto de al lado. Es obvio que quiere saber qué pasa. Ella es mi amiga, pero también es tu amiga, no quiere que nadie sale lastimado y todo esto: ¡es una mentira!
Asiente con culpabilidad. No pretendía hacerlo sentir mal.
El ascensor se abre. Gerónimo camina hacia el ascensor, se da la vuelta y me arrastra con él.
-¿Y si... no le mentimos más?
No lo comprendo, me lo quedo mirando.
-Seamos novios en serio. Sé que dije que no espero una confesión de amor, pero ¿y si probamos?
No puede estar pasándome esto. Yo, Amelia Schiffer Paula, no tenía vida amorosa, más que un poco allí y allá, hace sólo un mes atrás, ¿y ahora estoy en un triángulo amoroso? Nada más y nada menos que con mi mejor amigo (que todavía no sabe si es gay o no) y con un chico, más bien hombre, que tiene una hija con una ex un poco histérica. ¿Cómo y cuándo me metí en todo esto? Estoy segura de que es el karma. Si, seguro es por tanta mentira a las personas que quiero.
Respiro un poco entrecortado mientras le respondo:
-Gero... no podes pedirme eso cuando no te respondí anteriormente, y sobretodo cuando todavía estas confundido y en medio de otras cosas. Quiero que salgas, experimenta y cuando estés al menos un 80 % seguro, ahí vemos qué pasa con nosotros.
Respira sonoramente y mira al techo.
-Odio que tengas razón.
Le acaricio la espalda arriba y abajo para transmitirle tranquilidad. Agacha la cabeza y la apoya en mi hombro.
-Te quiero, Ame.
-Y yo a vos, Gero, por eso te digo esto.
-Soy un desastre, ¿no?
-¿Vos solo? Estamos juntos en esta. Vamos a salir como sea, pero juntos.
-Gracias.
Me despido y cuando el ascensor se cierra, vuelvo a mi departamento. Y todavía el día no termina.

Antes del amor [en proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora