Capítulo 1

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Día uno: Cristal.

"Hoy será otro día" Era la palabra que repetía cada que podía desde aquel día. Y lo volví determinante desde que entré a un grupo selecto llamado: Las Rosas.

Ser una Rosa significaba salir de aquí, estar cerca de cumplir dieciocho. Se decía que te daban la libertad, que te dejaban salir y no volvías y que nada te pasaría si no contabas qué ocurría ni dónde quedaba el lugar en caso de saberlo. O que si alguien se interesaba en ti, podía comprar tu libertad a cambio de llevarte y viajar por el mundo. Prometían que esa sería decisión tuya, elegir salir o ser comprada.

"Las rosas florecen y crecen lejos" Era la frase que esperaba un día: Madame, Madre o Arturo, los tres principales de aquel lugar, llegaran a decirme desde que supe el significado.

"Hoy será otro día de otro mes que me acerque a Junio y pueda salir, y no volver."

— ¿Cristal? — Dejé mis pensamientos cuando Joya me interroga. Suspirando junta sus piernas poniéndolas más cerca. Su mirada se vuelve a perder — Hoy es día de cambio y me sobraron puntos para cambiarlos por lencería o maquillaje, tal vez le compre algo a mi cliente frecuente. ¿Qué le podría gustar?

Me pregunta. No tardé mucho, desde que llegué, en darme cuenta que vivía resignada y se repetía información que alguna vez vió en televisión sobre lo que hacían en lugares como ese. Es una chica tal vez dos años o uno menor que yo que piensa que jamás saldría así que se limitaba a vivir la vida que le impusieron. Es gracias a eso que la elegí de entre tres posibles compañeras. Me recordaba por dónde no deseaba que pasara mi verdadero pensamiento.

Hasta ahora quiero creer que finge conmigo como yo lo hago con todos.

Tras responderle, va por la tira de canjeables.

— Había visto noticias en televisión sobre estos sitios. Se ofrecían sin paga, sin dinero, sin luz, agua... las explotaban, se mataban entre ellos por un pedazo de pan duro. Los de las notas no... no eran así. Estaban todos encerrados, todas encerradas, en condiciones de miseria. — gira a mí — Madame vio en ti un potencial y te liberó, fuiste una elegida. Gracias a ello tengo un departamento, tienes un departamento. — Con sonrisa y las tiras se levanta. — Estamos bien.

Apreté los dientes. Cada que podía lo repetía, era como mi: "Hoy es otro día" mentiras que nos sostenían para vivir.

Mayormente me limitaba a escucharla. Me pregunto qué le hubiera dicho en alguna de aquellas veces si hubiera hablado.

Al verla salir, supe que debía volver a mi departamento que se encontraba arriba del suyo y esperarla para que me arreglara ya que al día siguiente, el cliente que me frecuentaba volvía.

Joya siempre se me hizo muy guapa. A pesar de la desnutrición que nos sometieron, ella conservaba una figura delgada y delicada, cuidada, trabajada aunque nada hacía por ella. Sus ojos son verde oliva, el tono de su piel apiñonada como la mía, salvo que es un tono más claro que yo y su cabello, lacio, es castaño. Sus rasgos delicados y sus pómulos altos, lucían sus ojos. Era por sus ojos y su talle que le llamaban Joya los clientes que la frecuentaban y ella lo adoptó, tal vez, cuando adoptó también la resignación. El apodo lo tenía antes de que la conociera.

Abriendo la puerta de su terraza salía. Al lado, por la escalera en vertical de emergencia, misma que conecta con todas las habitaciones; comenzaba mi ascenso. Prefería bajar y subir por ellas teniendo la esperanza de un día ser empujada y caer.

Pero era otro día que no sucedía.

Aunque él me miró otra vez cuando de un salto llegué a mi terraza.

Once Deseos [*PAUSADA*]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora