-Javier ¿Por qué no nos quieres ayudar? - Porque sencillamente no me interesa. Un incomodo momento de silencio se dio entre Alfonso y Javier, un silencio de rechazo y odio. Alfonso exclamo con más paciencia y claridad y con algo de esperanza entre sus palabras. -Bien Javier, si no nos quieres ayudar estas en todo tu derecho, pero te aconsejaría que lo pensaras un poco más detenidamente antes de tomar una decisión definitiva. Sin más Javier, un joven de apenas veintiún años de edad, se retiró formando en su rostro una cálida y cuidadosa sonrisa. Tomo su sombrero, llamo un taxi y se fue a casa. Al día siguiente Javier despertó tembloroso, salio de casa y tomo de nuevo un taxi con destino al parque. Gran parte del día se la paso sentado en un banco viejo pensando sobre lo que le dijo Alfonso de que pensara mejor las cosas. Antes de que el ocaso se consumiera por completo, fue al bar Jrolic. Después de tomar tanto como si no hubiera mañana, decidió marcharse. A penas y podía levantarse, resbalaba constantemente, se burlaban de él. Era la prueba viviente de un hombre apaleado por la vida, un hombre que tomo hasta el cansancio con la esperanza de que el alcohol le consumiera la vida y el dolor de sus penas con la misma facilidad que es tomar una copa más. Ya en las afueras del bar, miro las estrellas por unos cuantos segundos, cerro los puños con ira, se estrujo la cabeza con tal rabia que realmente le dolía al hacerlo. Cayo rendido al suelo de rodillas con lagrimas sobre la gélida cera de la noche. El joven Javier jamás había llorado tanto y sentido tanta culpa en su vida....
