III

15 1 0
                                    


"Una prueba de valentía extrema"

A pesar de los ocupados días de estudios y los extraños misterios que iban surgiendo, llegó el fin de semana y los «CabrosdelCid» se dispusieron a descansar. Los exámenes trimestrales estaban a la vuelta de la esquina y debían aprovechar al máximo los pocos ratos libres que les quedaban para tener la mente fresca y poder enfrentar las pruebas de la mejor manera.

Pero aquel «Munin» por la mañana, un malestar colectivo no se hizo esperar en el segundo piso del internado Ray Medhit, cuando se escucharon ruidos de cosas cayendo por el suelo del pasillo mientras alguien lo cruzaba a zancadas, casi corriendo, pues se había quedado dormido y se le hacía tarde para cumplir con el castigo que le habían impuesto en el colegio.

—Voy a meterle un «sopapo» a ese Sanku cuando regrese... —Blits asomó la cabeza despeinada desde la puerta de su habitación, mirando el desastre que había dejado su amigo por el piso, al tropezarse con los zapatos que Richard había dejado fuera del cuarto que compartía con Kyuu. El joven suspiró, cerrando nuevamente la puerta con cuidado para volver a acostarse a dormir. Dio un largo bostezo y con la vista recorrió la pieza, fijándose en su compañero que seguía dormido. Cierta curiosidad lo impulsó a acercarse a la cama de Javier e inspeccionarle.

A simple vista no se apreciaba nada extraño, pero Blits notó que de los ojos cerrados de Javier brotaban lágrimas y su expresión facial iba y venia entre la neutral y la desperanzada.

—¿Otra vez son pesadillas? Amigo que te está pasando...

_.

Ya a mediodía, el ruido juvenil volvía a reanimar la vieja casona. Un desayuno caliente y tardío esperaba a los jóvenes en el comedor, ya que la diligente Mistral conocía muy bien los hábitos de sus acudidos, que ese día acostumbraban a levantarse tarde, excepto por las semanas de exámenes. El olor a comida apresuraba a los chicos por arreglarse y bajar, el hueco en el estómago que se siente luego de dormir tanto es realmente problemático.

—¡Buen día Ateo! —exclamó Darling, ataviada como si fuese a salir y sentada en un sillón de la sala de estar al ver al chico que bajaba por las escaleras, con una playera oscura de algodón, pantalones grises, en calcetines y el cabello aún húmedo.

—Saludos Darling —contestó—. ¿Ya desayunaste?

La muchacha asintió con la cabeza.

—Yo iré enseguida, estoy muerto de hambre —dijo sonriendo—. ¿Puedo preguntar a dónde vas tan guapa?

Darling rió.

—Quedé con Cloud de ir a la Plaza Central a hacer algunas compras —contestó la chica—. ¿Ya despertó verdad?

—Estoy seguro de haberlo escuchado hablando por el pasillo cuando desperté —contestó estirándose—. Por ahí ya debe bajar. Que les vaya bien.

—¡Buenas! —una vocecita tímida se escuchó por la puerta y ambos jóvenes voltearon a ver. Se trataba de Kitty, que se aparecía por la entrada acompañada del díscolo Sanku, que tenía cara de sueño.

Ateo y Darling les saludaron.

—¡Kitty! Que agradable sorpresa, pasa con confianza querida —le dijo Darling sonriente. La recién llegada se sentó a su lado, acomodándose los rizos y dejando su bolso sobre su regazo.

«Wenas, wenas» —dijo Sanku entrando y dejándose caer sobre un sillón.

—¿También debes ir a clase los fines de semana Kitty? —preguntó Ateo sorprendido.

Los Hijos del Sol©Where stories live. Discover now