You are my home *BTS*

4 O'clock

Te agradezco mucho.
Porque eres como la primavera después del invierno.
Como las gotas del rocío sobre las hojas secas.
Como la luz después del paso de los tiempos oscuros.
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Kim Taehyung:

Es de madrugada. La luna se muestra impotente haciendo cerrar suavemente mis párpados.

Allí, con frío y los ojos cerrados, sentado sobre la desgastada llanta del parque, me digo a mi mismo que estoy volviendo a vivir los días a mi manera. Casi sin ánimos, casi sin placeres.

Recuerdo que en la mañana el sol me sofocaba, el mundo me obligaba a mostrarme desnudo sobre este.
Y yo, que llevaba a riendas los innumerables pesares de esta vida, no podía si no, recoger los pedazos rotos de mi mismo bajo la luz de la luna. 

También, mientras escuchaba a lo leve, a lo lejos, el canto de una pequeña ave; recordaba a medias el haber escrito una carta muy larga, el intentar encender la luz en los ojos de alguien, el esconderme detrás de una pared, el escuchar un secreto bendito.

- Esta bien. Abre los ojos por ahora.

- Pero estamos muriendo y viviendo al mismo tiempo. -Le digo un poco desesperado. Un poco suplicante.

- Mira.  -Me dice mientras señala el círculo brillante sobre nosotros. Y solo recuerdo, nuevamente, que cuando sonríe sus ojos parecen media lunas.

- Bajo la luz de la luna, todo se tiñe de azul. Sin excepciones. Todo el mundo. Dice con su voz suave, como en un susurro.
Sus palabras me saben a milagro.

- Oye! ¿Por qué estas llorando?
Me dice alarmado. Casi sonriendo. Casi llorando también.

- ¿Y tu por qué no estas cantando?
Le reclamo. Y trato de desviar la mirada avergonzado, secando rudamente las lágrimas.
Últimamente me costaba retenerlas.

Me muestra una mueca, para segundos después comenzar a cantar con la dulzura propia de un niño, que mira por primera vez a su padre y agarra su dedo.

Dejo mis ojos abiertos, para dar la cara al parque abandonado de mi niñez.
Tal como Jimin dijo, de madrugada el mundo para verse más azul, más tranquilo. Con ciertas excepciones que no puedo pasar desapercibido.
Esta bien. El no puede verse a si mismo.

Comenzamos a caminar. El pequeño pájaro a mi lado sigue cantando.
Un paso y otro más.

Las pisadas sincronizadas me hacen sonreír a medias. La diferencia de altura de nuestras sombras me obligan a sonreír por completo después de mucho tiempo.
Un gesto que no sabia, anhelaba.

Aunque. ¿Fue eso lo que me hizo sonreir, o fueron nuestras manos entrelazadas?

El amanecer escarlata nos saluda renuente.
El triste azul que nos acompañó desapareciendo sobre el camino. Sobre los corazones inquietos.

Escucho un pequeño llanto a mi lado.

- ¿Por qué lloras? Solo estamos tu y yo aquí.  -Le digo mientras acuno suavemente su rostro.

El solo atina a hacer un puchero mientras me mira con esos ojos tristes de niño pequeño. Unos ojos que solían ser los mismos que los míos.

- Pequeño hijo de la luna.  -Le digo sonriendo. Abrazandolo fuerte.

Y entonces recuerdo a medias que ese día quise reparar dos almas al mismo tiempo. Una fantasía preciosa. Un sueño impoluto.

No arreglé nada esa mañana.

Mas, no hay arrepentimentos. No puede haberlos.
No cuando después de las pequeñas acciones que nos conducen a los más grandes errores, se aprende algo nuevo.

Yo me di cuenta, que la amistad es la forma mas común de amor.

Que yo no podía encender sus ojos con una larga carta y una vela, porque estos eran tan brillantes como la luna misma.
Y que yo debía dejar de esconderme detrás de las paredes, para empezar a destrozarlas a golpe.
Que debía dejar de escuchar bendiciones, cuando yo estaba tan maldito.
Que recordar dulces momentos a las cuatro de la mañana, no le hacían bien al corazón ya desecho. Ya marchito.
Y que si los abrazos no arreglaban almas, por lo menos le hacían un poco mejor a la existencia.