23.

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—¿Te gusta? —preguntó ella con su dulce voz. Él, embobado, sonrió despacio sin dejar de mirarla. Ella, divertida, jugueteaba con la parte baja de su traje blanco, enseñándole el vuelo que se producía en esa parte cada vez que se movía—. No me mires el pelo, que me han dicho que hoy no hay tiempo para arreglármelo pero que si al final llevase esta opción me harían un...

Estaba preciosa. En todos los sentidos. Estaba radiante.

Y en ese momento, todo su dolor desapareció. Ya casi tenía olvidadas todas esas crueles noches solitarias donde el frío helaba su cuerpo en la cama, o cuando todas sus lagrimas se convertían en polvo sobre la almohada y o cuando pensaba que sus ojos se quedarían por siempre secos. Las horas se convirtieron en días y los días en eternidad. Estuvo perdido mucho tiempo, tanto, que incluso llegó a pensar que estaba muerto.

Le era imposible no recordarlo. Imposible no recordar esos momentos de oro y destellos de luz. Esas interminables noches de placer eterno. Era cierto, había hecho cosas que, ahora, él mismo diría que nunca más las volvería a hacer, pero, que en el pasado, le habían parecido la solución más correcta. Hubo muchas amenazas vacías y muchos dardos envenenados.

Y ahora, de repente, todo lo bueno volvía a él. A ellos.

Cuando ella le tocaba, le susurraba o le besaba... Ya no sabía hasta donde la ficción y la mentira dejaban de existir. Cuando en su mirada podía ver un grito de necesidad o cuando sus manos le cogían y le recordaban donde pertenecía, se sentía, de nuevo, en casa.

—Guapa —la cortó él acercándose a ella mordiéndose el labio.

—Ay Alfred... —aunque se quisiera mostrar avergonzada, no lo conseguía. Le encantaban esos cumplidos.

—Guapa —insistió otra vez más cosa que provocó que la joven se ruborizara y le desviara la mirada tímidamente.

Esa tarde se respiraban nervios, emoción y entusiasmo.

Por fin se estaban viendo los primeros resultados reales a tantos meses de trabajo, sudor y lagrimas. Cruzaban los dedos y rezaban para que todo les fuera a su favor: voz, sonido, luces, cámaras y acción. Sabían que ese ensayo era importante, ya que esa era la primera imagen que darían a todo el mundo, desde la prensa hasta a los otros concursantes.

Se decía que cada país tenía su carta mágica escondida bajo la manga pero, ¿cuál sería la suya? Por los pasadizos, entre vestidores, por redacción... En resumen, en todo el Altice Arena y más allá, se rumoreaba que el as de España sería un beso final, pero, hasta el momento, no había nada seguro ya que todo eran simples rumores...

Hoy, de nuevo, estaban solos en un escenario. Y, como ya era habitual en ellos, hoy todos los ojos estaban puestos en cada uno de sus movimientos. Empezaban su recta final de ensayos y últimos preparativos. Nada podía salir mal.

Estaban pisando por primera vez el escenario desde el cual toda Europa los conocería. Ya habían cantado su canción una vez, su primera vez, en ese escenario. Se habían sorprendido gratamente ya que en su mente siempre se habían imaginado un escenario enorme, sin fin y la realidad fue que el escenario no era mucho más grande al que tenían en el plató de Operación Triunfo, así que, en cierta medida, se sentían cómodos con el espacio. Eso era de lo único que estaban seguros hasta el momento, ya que de todo lo demás, no tenían ni idea, ya que después de cantar, se les informó por pinganillo que querían corregir algunas cosas y que esperasen a un nuevo aviso para cantar de nuevo.

—A ver chicos —Manu les habló por el pinganillo. Él se encontraba comprobando la actuación junto al resto del equipo técnico—. Aún tenemos tiempo para un o dos pases más. Queremos cambiar algunas cosas de la realización e iluminación... Así que venga ¡en posición!

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