I
[...]Se paró delante del espejo, observando su fino, blanco e infantil cuerpo. Acarició sus hombros y la punta de sus pequeños senos. Su imagen se reflejaba sonriente y llena de confianza mientras sentía un poco de frío. Hacia los bordes se desvanecían los objetos, se desvanecían los pensamientos. Su cuerpo era ahora lo único que podía sentir. Sus mejillas estaban tensas y cubiertas de un leve rubor cuando empezó a cantar. Ahora sus puños estaban cerrados. De repente interrumpió su canto y se quedó inmóvil. Sintió que sus labios estaban secos y se helaba su sentir. Se preguntó cuándo fue la última vez que sintió su cuerpo vibrar -¿Cómo es la vida pos mortem emocional? – intentó recordar. Llevó su mente a tiempos remotos, y recordó una noche. Quizás la primera, quizás la única. Los años habían pasado, ella no era aquella inocente cantante de cafeterías perdidas. Ahora solo era una cantante, quizás, cantante de cafetería remotas. Recordó aquel muchacho. Recordó su piel, sus ojos, sus cabellos. Solamente, cuando realmente se quiere, los recuerdos son verdaderamente nítidos y para nada efímeros. Un pensamiento allanó su recuerdos, solo una vez le hicieron vibrar el alma[...]