Capítulo diecinueve: Adiós a la Universidad.

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Enzo pudo evitar que mi hermano sea lastimado. Llegó justo a tiempo y lo empujó para que el auto no pasara encima de él. A Matt no le pasó nada pero a Enzo sí, se lastimó un poco un el brazo. No estaba fracturado, ni nada por el estilo, pero se había raspado un poco cuando cayó al piso. El auto afortunadamente no tocó a ninguno de los dos. El conductor logró frenar un poco pero resbaló con la escarcha.

Estábamos en casa ahora. Dean estaba en la ducha, y yo estaba curándoles las heridas a Enzo. Antes de venir a casa fuimos a dejar a mis hermanos sanos y salvos a su casa.

Enzo gruñó y yo aparté rápidamente el algodón con alcohol de su brazo.

– ¿Estás bien? –le pregunté haciendo una mueca.

– Mejor que nunca –respondió y sonrió. Le devolví la sonrisa y seguí pasándole el algodón.

– Gracias por salvar a mi hermano –susurré.

– No hay de qué.

– Yo no supe que hacer, ni siquiera estaba atenta a ellos. Me limité a esconderme con Dean. Soy un desastre.

– Oye, no. No digas eso. No lo eres –tomó mi cara en sus manos y lo miré fijamente. Su mirada vagó por mis labios.

Pasó el pulgar por mi labio inferior dos veces y llevó su mirada a mis ojos. Se acercó un poco más. Nuestras respiraciones chocaban y se mezclaban, volvió a acercarse para besarme.

Mi celular comenzó a sonar y me aparté rápidamente. Saqué el celular de mi bolsillo y atendí:

– ¿Hola?

– ¡Ay! –chilló Cassie del otro lado– ¡Adivina qué!

– Ah...

– ¡Conseguí casa! –gritó.

– ¡Felicidades, Cass! –sonreí mostrando los dientes.

– Así que, pasaré a buscar mis cosas en una hora, ¿sí? Ahora tengo que hacer unos papeles y listo. Ya pagué completamente la casa, sólo tengo que instalarme.

– Wow, Cassie. Qué bien, linda –felicité.

– Bueno, bebé. Tengo que irme. Nos vemos, salúdame a Dean –y colgó.

Sonreí feliz. Cassie había encontrado lo que había estado buscando hace tiempo y eso me ponía muy feliz.

Enzo se levantó y se rascó la nuca. Miró el techo y suspiró.

– Me debo ir.

– Está bien –le dije. Me levanté lentamente y caminé hasta la puerta. La abrí y esperé que salga–. De nuevo, gracias.

– No hay de qué –sonríe a medias y sale.

Cerré la puerta detrás de él, me recosté contra la puerta y levanté la vista. Dean está parado allí, con el ceño fruncido y su pecho sin camisa. Viste con sólo una toalla que rodea su cintura.

– ¿Se fue? –murmuró.

– Sí.

Espero que Dean no haya visto el momento donde casi me beso con Enzo. Le ruego a Dios que no haya sido así.

– Pensaba que podría hacer unas ensaladas con pollo para el almuerzo, ¿tú quieres?

– Absolutamente –dije.

– Y luego, podríamos ir a ver a Alison.

– Me encanta la idea –caminé hasta llegar a él y rodeé su cuello con mis manos. Acaricié la parte baja de su cabeza y le sonreí. Lo besé–.Te amo.

Encadenada al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora