Pasos al final del pasillo

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Llovía. La lluvia repiqueteaba sobre el cristal empañado. La tarde estaba triste. Era domingo.

La escasa luz que se filtraba por las sucias ventanas incidía sobre el escritorio de madera; donde, al lado de un lápiz mordisqueado, se hallaba un folio relleno con letra pulcra.

 Él escribía. Quería describir en su historia un mundo alegre, donde nunca se ponía el sol, un mundo donde nadie fuera infeliz, un mundo irreal, magnífico. Pero la lluvia le había quitado la inspiración hace mucho rato, y él, solo se adormecía en su sillón de cuero, esperando. Miró la hora: las 6:30. Había quedado con Bob a las siete en la plaza. Pero esa media hora se le preciaba eterna; las 6:36, las 6:41, las 6:47…

Se levantó de un salto. Había oído un ruido. Quizás fuera un producto de su imaginación, pasaron lo que a él le parecieron minutos, pero él lo había oído, pasos, pasos al final del pasillo.

Se acercaban. Lo presentía. Él abrió la puerta.

Bob había llegado puntual, pero llevaba esperando tres cuartos de hora, su amigo no aparecía, ¿qué le había pasado? A lo mejor se había dormido. Pero Bob no lo creía. Algo le decía que él no se perdería una reunión como aquella. Pasaron diez minutos. Su esposa ya debería estar esperándolo. Volvió sobre sus pasos.

Al final decidió que volvería a su casa y le llamaría, así sabría la razón por la que había faltado; sí, eso haría.

Lo que Bob no sabía era que él no cogería el teléfono ni acudiría ninguna otra tarde.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2014 ⏰

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