Capítulo XIII
Engendrando el futuro
Abdul se arrodilló en el centro de la habitación. Aquellos cuatro pergaminos colocados en las esquinas de la amplia habitación habían sido desenrollados por primera vez en miles de ciclos. Una llama rojiza que permanecía estática a unos metros por encima del sirviente, se sacudía de un lado a otro, como víctima de alientos encontrados.
Cada pergamino tenía dibujado un símbolo inteligible para cualquiera que no perteneciera a su estirpe, y sólo él conocía el hechizo para utilizarlos como era debido.
Era el último paso antes de permitir que los herederos tomaran refugio en sus avatares y era sin duda, el más importante de todos. Los hijos de Escanón habían permanecido dormidos por tanto tiempo, que no reconocerían su mundo ni a sus habitantes; mucho menos la guerra que en esos momentos, Adam y sus seguidores libraban encarnizadamente.
No, ellos durmieron con la visión de su creador dibujada en mente, alma y convicción, había entonces, que encaminarlos en el sendero correcto.
Los herederos de Escanón eran los legítimos monarcas de Parac-do. Eran aquellos que sin excepción, gobernarían la voluntad de cada individuo y ser vivo de esa dimensión, algo que Adam no había logrado a pesar de su inmenso poder, y su innegable amor por el mundo que encabezaba.
Para que ellos, los cuatro grandes, sirvieran a la noble causa de Adam-acondo, se tendrían que utilizar ciertos métodos de convencimiento. Algunos lo llamarían esclavitud, pero el fin justificaba los medios.
Abdul sonrió. Sonrió con esa mueca que no se permitía en presencia de otros.
Los pergaminos se sacudieron ferozmente y la llama rojiza se apagó, dejando la habitación bajo una súbita oscuridad que no duró mucho. Los cuatro símbolos plasmados cada uno en su respectivo papiro, comenzaron a irradiar una luz carmesí que igualó pronto en brillo a los conocidos soles de Parac-do.
-Marisme cadecta, no poro sitemo na –rezó Abdul conforme el fulgor a su alrededor tomaba fuerza –caratec manento no poro sitemo na.
Los viejos pergaminos estallaron con furia, convirtiéndose en un polvo marrón que se arremolinó alrededor del sirviente arrodillado que seguía con su canto, indiferente al torbellino que lo aplastaba cada vez con más vertiginosidad.
Cuando parecía que la marea de partículas lo aplastaría sin remedio, el viejo y poderoso hechicero puso sus manos en el suelo, provocando un estruendo que se escuchó en todo el palacio. El fulgor carmesí que había desaparecido con los pergaminos, se apoderó de la habitación y por varios segundos, fue imposible ver algo además que la despampanante luz.
Con la rapidez y fugacidad de un relámpago, todo volvió a la normalidad. El polvo había desaparecido, y no había rastro alguno de los pergaminos. Abdul permanecía arrodillado, con las manos sosteniendo el resto de su cuerpo y la respiración entrecortada, como si tratara de no vomitar.
A sus múltiples tatuajes corporales, cuatro se habían unido. Se descubrió el pecho para apreciarles. En aquel escuálido torso ahora estaban los símbolos de cada pergamino, aún con su brillo rojo manifestándose esporádicamente; vibrante, como cuatro corazones latiendo parsimoniosos.
El hechizo había funcionado y Parac-do así lo comprendía. Abdul cerró los ojos para sentir la forma en que el mundo reaccionaba y se estremecía casi al ritmo de las vibraciones en su pecho.
Estaban listos. El momento había llegado. Los herederos de Escanón podrían tomar sus respectivas vainas.
Después de eso, sólo debían esperar por lo mejor.
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Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.
Roman pour AdolescentsDavid ha tenido sueños muy extraños, tanto, que su mente ya no sabe distinguirlos de la realidad. En otro mundo, muy lejano, una guerra entre dos dimensiones pone en peligro la existencia que con tanto trabajo, los humanos han logrado establecer. El...