Capítulo 2: La despedida.

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Más adelante sonó el timbre y puede atisbar a dos jóvenes rubias y metro cincuenta. Mi madre abrió la puerta con rapidez. Estas saludaron a mi madre y posteriormente me derribaron como si fueran dos terremotos. Siempre que las veía podía recargarme con su energía amarilla anaranjada... eran mi mayor consuelo.

Una de las gemelas, Elena me cogió en sus cálidos brazos a la vez que Isabel también me abrazaba con una ternura. Su amor inundaba mi corazón permitiéndole descansar.

-Ya nos ha contado tu madre que te vas a mudar y cambiar de cole. Jo que pena me da no verte todos los días. Se te va echar mucho de menos. Ya nos tendremos con quien hacer el tonto y gastar bromas a los profesores, cotillear sobre la moda y los mejores partidazos... hasta mi madre y nuestra casa te va echar de menos. Ya no podrás venir tan a menudo para saquear nuestra nevera y atrincherarte en mi lado preferido del sofá- comenzó a decir con la voz rota por el llanto mientras las lágrimas surcaban su rostro empapando sus ojos marrones.

Intenté articular palabras en vano puesto que se negaban a salir de mis labrios, hasta que finalmente puede expresar lo siguiente: -Yo también os voy a echar mucho de menos. Os quiero mis chicas. No sé cómo podré sobrevivir sin vosotras. Espero que nos sigamos viendo. Tengo la estación de tren cerca así que podré ir a veros a menudo.

Ana estaba consumida por el dolor y no paraba de llorar mientras se secaba las lágrimas de la cara con el jersey gris. me miraba con sus ojos marrones hinchados y sus mejillas se pusieron rojas de tanto llorar. No me gustaba ver a mi mejor amiga llorado porque me partía el alma. Ellas eran mis personas favoritas del mundo y siempre me apoyaban y me animaban, pero esta vez eran incapaces de hacerlo. Cómo íbamos a poder estar felices si ya no las iba a ver todos los días. Las iba a extrañar muchísimo. Para subir el ánimo se me ocurrió la idea de pasar mi última noche con las ellas. intentamos convencer a mi madre para que me ir a dormir a su casa.

-Lo siento chicas. Nos vamos a mudar mañana y prefiero que Rocío pase la noche aquí, pero podéis quedaros a dormir. No montéis ningún jaleo vale- comentó mi madre con entusiasmo secándose las lágrimas que resbalaban por su cálido rostro contagiada por nuestra tristeza.

El resto de la noche trascurrió con gran velocidad. Decidimos organizar una pequeña fiesta de despedida. Invitamos a Álex y Alejandro, novios de las gemelas que formaban parte del grupo del colegio. La llevamos a cabo en mi sótano puesto que era grande y podríamos poner la música alta. Asimismo, mi madre no podría enterarse del plan ya que tomaba medicinas naturales para inducir el sueño. Era una idea brillante y hacía tiempo que no planeaba copasen mi propia casa.

Las gemelas abrieron la puerta a los primeros invitados, los cuales resultaron ser los novios de las gemelas. Alex cogió a Elena y la besó con fuerza al igual que Alejandro a Isabel. Sentí repulsión y asco por todo el escenario. No comprendía por qué ambas parejas debían ser tan empalagosas la mayor parte del tiempo.

Los dos chicos me saludaron con dos besos húmedos en las mejillas en especial Alejandro, puesto que estuvo colado por mí, pero le rechacé dado que él deseaba establecer una relación estable y seria conmigo, lo cual no era mi estilo. Estuvimos de lío el verano pasado y poco tiempo después de dejarlo comenzó a salir con mi amiga Isabel. Aquello me estañó ya que él no paró de implorarme que volviera. A pesar de que Isabel era consciente de que su nuevo novio estuvo conmigo decidió darle una oportunidad y ahora son felices. Incluso van a cumplir un año juntos, razón por el que no cesan de besarse continuamente.

Mientras les observaba sonó el timbre nuevamente. En esta ocasión entraron numerosas personas incluido Álvaro. Recientemente había empezado a tirarme fichas descaradamente. Decidí recogerlas puesto que en ese momento no tenía a nadie y quién mejor que él para satisfacer mis necesidades. Además, así me mantendría entretenida un tiempo.

El joven se acercó con gran rapidez y me dio un gran abrazo mientras susurraba palabras peligrosas en mi oído: -Rocío ya que no vas a volver, por qué no te sueltas la melena y te dejas llevar... es tu última noche. Ten por seguro que te haré pasar una noche que jamás vas a olvidar.

- ¿Cómo estas tan seguro de que quiero algo contigo? ¿Acaso te dije alguna vez que te pertenecía? Déjame adivinarlo... no. Pues ya está, pero por ser mi última noche podría darte parte de mi tiempo. Quizás... quien sabe- respondí a la vez que le metía mis manos en su cabello y le mordía la parte superior de su oreja.

El muchacho no se resistió, sino que se dejó llevar por la emoción de tenerme sin ser consciente de lo necio que estaba siendo, dejándose manejar tan dócilmente. Me encanta la idea de que hiciese todo aquello que le ordenaba. Decidí apartarme de su lado para saludar al resto de los invitados. 

La Reina Del Ajedrez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora