Capítulo 12: Patio de atrás

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—¿María?

—¿Um? —dijo ella sin levantar la vista del vestido que estaba cosiendo.

Estábamos en su casa, no en la de Miguel, si no en la que vivía antes cuando su madre vivía. Ella buscaba algo de ropa que hubiera sido de su hermana pero que le quedase bien a ella. Acababa de encontrar un vestido azul, muy bonito, pero que estaba muy gastado. Uno de esos que su padre le había comprado a Lola cuando aún eran una familia adinerada. Yo no tenía nada mejor que hacer, así que llevaba un buen rato mirándola coser y haciéndole compañía.

—¿Crees que mi padre sigue vivo?

Ella entonces levantó la vista un momento.

—Podría ser.

—A lo mejor solo dejó de enviarnos dinero porque se murió. O a lo mejor solo busco una escusa para perdonarlo porque soy un inocentón. —La última frase la dije riendo.

—Me parece que es la segunda —dijo ella riendo.

Yo no sabía como podía ser capaz de coser con tan poca luz. Aquella casa apenas tenía ventanas. Pero la poca luz que había se le reflejaba en los ojos, haciendo que brillasen.

—Bueno, esto ya está. ¿Me lo pruebo y me dices que te parece?

Se fue a la única otra habitación de la casa y volvió con él puesto.

—Te sigue quedando grande.

—Pues hoy ya me cansé. Ya lo arreglaré otro día.

—Siempre puedes esperar a crecer.

—Cierto.

Al salir de la casa la luz nos cegó porque nuestros ojos ya se habían habituado a la luz de la casa.

—Ya no me acordaba de lo mucho que odiaba esta casa —dijo ella poniéndose la mano encima de los ojos.

Entonces vi a Iago correr hacia nosotros, con la mano ensangrentada y lágrimas a punto de salirle de los ojos.

—¡Me he hecho un corte y no hay nadie en casa!

—¿¡Cómo te has hecho eso!? Que yo sepa no han salido, vamos a buscarlos. Pruden o Xurxo sabrán curarte eso.

María nos acompañó hasta mi casa y se sentó con Iago en la cocina mientras yo buscaba a mis hermanos por la casa.

Tras mirar en las dos habitaciones, me fijé en que la puerta que llevaba al patio de atrás de la casa, que era donde estaba el gallinero, estaba abierta. Allí vi las figuras de mis tres hermanos Xurxo, Brais y Xabier.

—¿¡Dónde estabais!? Iago se ha...

—¡Shhhh! —me gritaron los tres a la vez.

Entonces me fijé en que tenían los pantalones medio bajados y que se estaban frotando sus partes. Se turnaban para mirar por el agujero de la pared de madera del cuarto de la paja.

—¡¿Pero qué...?!

—¡Shhh!

Entonces, el ruido que venía del interior del cuarto cesó, y mis hermanos echaron a correr al interior de la casa a la vez que se subían los pantalones.

Del cuarto salieron Pruden y Uxía, los dos muy acalorados y desconcertados por el ruido que venía del exterior, pero ya estaban vestidos. Prudencio la llevaba de la mano. Yo no sabía qué hacer, no me gustaba nada aquella situación.

—Em... Iago tiene un corte y...

Fue una reacción estúpida ahora que me habían visto, pero yo también eché a correr hacia dentro.

***

Cuando entré, María ya le había limpiado la herida y se la había vendado. No había ni rastro de mis hermanos.

—¿Qué ha pasado? Tus hermanos salieron corriendo de la casa.

Iago le dio las gracias.

—¿Me das un abrazo? —le dijo María con dulzura.

Mi hermano se lo dio encantado, era un niño muy cariñoso. Luego salió de casa a jugar otra vez con sus amigos.

Prudencio nos vio a María y a mí en la cocina y a Iago salir con la mano vendada. No nos dijo nada, pero tampoco parecía enfadado. La que parecía avergonzada y enfadada a la vez era Uxía, que cruzó la cocina como un rayo para irse a su casa. Pruden la acompañó.

***

A la hora de la cena, cuando todos volvimos a casa, Prudencio nos estaba esperando a todos sentado a la mesa.

Poco a poco fuimos tomando asiento junto a él. Mi hermano sonreía mirando la mesa, pero nosotros no sabíamos porqué. No era una sonrisa de alegría, sino una siniestra. La sonrisa, poco a poco se convirtió en risa. Mis hermanos y yo no entendíamos de qué se reía, pero ellos empezaron a imitarle y a reír. Entonces Pruden dejó de reír y, todavía mirando la mesa nos dijo:

—Qué cabritos sois... —dijo con voz siniestra y perturbadora.

Mis hermanos dejaron de reír.

—¿Os creéis que no sé que estuvisteis mirando? No me importa, es más, me alegra que hayáis pasado un buen rato a mi costa. Pero la próxima vez fugaos antes de que mi novia os vea y no dejéis a Anxo pagando el pato, cabrones. Y ahora, creo que me debéis una disculpa —dijo con el mismo tono y medio entre risas de ironía.

El primero en disculparse fue Brais, luego Xabi y por último Xurxo, tras ver que sus cómplices pedían perdón.

—Ahora podéis cenar, pero como estoy de mal humor, os vais a hacer la cena vosotros y como sé que cocinais de pena, también sé que esta noche os habéis quedado sin cenar. Iago, Anxo, tenéis dos huevos fritos en aquella sartén.

Mi hermano se levantó y se fue a su habitación. Yo cogí los dos huevos y serví uno a Iago y el otro me lo puse a mí. Mis hermanos nos miraban fijamente cenar.

—No puede ser tan difícil —dijo Xurxo.

Aquel día la cocina ardió.

***

Después de apagar el fuego que Xurxo había provocado intentando freír pescado, y darle una colleja, mi hermano se metió de nuevo en la cama. Yo lo seguí.

—Siento lo de hoy.

—Tú no hiciste nada, son ellos los hijos de puta. ¿Le diste las gracias a María por ayudar a Iago?

—Sí.

—Es una buena chica.

Lo era, y mucho, siempre se preocupaba por todos. A parte de eso, era muy guapa, y cuánto más crecía, más guapa se hacía. Y no solo eso, si no que era inteligente. Quería ser enfermera.

Pensar en ella hacía que sintiera una tranquilidad y a la vez una emoción indescriptible que llevaba sintiendo desde niño. María me fascinaba. Era la única persona que tras tantos años juntos todavía me sorprendía. Era valiente, abnegada, bondadosa, pero también insegura y reservada.

—¿Pruden?

—¿Sí? —dijo él ya medio dormido.

—¿Crees que soy guapo?

Mi hermano puso una de sus sonrisas más bonitas, todavía con los ojos cerrados.

—Lo dices por María, ¿verdad? —Me sorprendió que lo adivinase—. Así empecé yo...

Las palabras de mi hermano me confundieron. ¿A qué se refería?

Memorias de un ancianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora