Capítulo 4

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 El viaje en moto fue mucho más agradable de lo que Cali se habría imaginado. La velocidad le provocaba un ligero chute de adrenalina y el viento la golpeaba en la cara con fuerza, aunque sin llegar a ser desagradable. Lo que menos le gustaba de toda la experiencia no era curiosamente el hecho de estar abrazada a un desconocido, sino el casco. Ese maldito casco le aplastaba el pelo y la agobiaba, pero claro, la seguridad era lo primero. Dylan y ella no hablaron mucho por el camino, Cali le dio su dirección y como éste conocía el lugar no hubo la necesidad de guiarlo. Después de unos 15 minutos ya se encontraban enfrente del portal. 

-Bueno, es aquí ¿no?

-Sí, sí es aquí. Gracias por traerme.- Dicho esto Cali se bajó de la moto y se quitó el casco para dárselo al joven.

-De nada, Calíope. Te dije que me lo acabarías agradeciendo, aunque todavía no estés del todo sobria.- Dylan la miraba fijamente, casi haciendo que a Cali se le erizara el vello. Al darle el casco los dedos de ambos se rozaron provocando en Calíope un ligero escalofrío, pero no fue debido a ningún tipo de atracción, bueno, sí un poco, el caso es que lo que principalmente provocó esa reacción fue el frío que irradiaban sus manos, si eso era posible. Era como si las manos de Dylan fueran el interior de una nevera. 

-Estás helado.

-Ya, es que tengo problemas de circulación y mi cuerpo no regula muy bien la temperatura, un rollo. Pero bueno, en cuanto esté en un sitio calentito se me pasará. Me iré a un bar o algo para entrar en calor antes de irme a casa.

-¿Quieres entrar un rato en mi casa?- Cali no se podía creer lo que acababa de decir. Las palabras se escaparon de su boca sin poder evitarlo, casi como si de un impulso se tratara. Su cara en aquellos momentos era un poema, se notaba a la perfección que se había sorprendido a sí misma por hacerle aquella proposición, aunque ella intentara ocultar su incertidumbre. Dylan también se había sorprendido al escucharla, pues Cali se había mostrado bastante cerrada y tímida. En aquellos momentos la joven deseaba más que nunca que el chico rechazara su invitación pero Dylan no parecía querer desperdiciar la oportunidad. Con una sonrisa juguetona le contestó:

-Claro, me encantaría.- Los ojos de Cali se abrieron como platos. Ante esta reacción Dylan añadió: -Tranquila, no me quedaré mucho, además tienes que descansar. Es solo hasta que entre en calor. 

-No, no te preocupes. No pasa nada, pero mi padre está durmiendo así que no podemos hacer ruido.

-¿Por qué habríamos de hacer ruido?- Contestó Dylan, sonriendo sensualmente y acercándose peligrosamente a Cali.

-No, eh, por nada. Es solo por si acaso, para que no hables alto y eso.- Cali dio un par de pasos hacia atrás casi chocándose con la puerta del portal. Estaba completamente roja. Se dio la vuelta rápidamente y sacó las llaves para abrir la puerta. -¿Vienes?

Dylan y Cali esperaron al ascensor en silencio, todo era muy raro, se estaba llevando a un desconocido a su casa, eso no era propio de ella, en su casa solo entraban dos hombres, su padre y Jules. Cuando entraron todo estaba a oscuras y Cali podía notar el aliento de Dylan en la nuca. "Dios, ¿tiene que estar tan cerca?" 

-Bueno, bienvenido. ¿Quieres algo de beber?- Preguntó la chica susurrando, aún de espaldas a Dylan. Acto seguido, sintió como éste se agachaba para susurrarla al oído. 

-Un vaso de agua estaría bien.- Contestó Dylan entre susurros. Esto provocó que Cali tragara saliva fuertemente y después se armó de valor para coger la mano del joven y guiarle en la oscuridad hasta la cocina. 

Una vez allí, Cali cogió un vaso y lo llenó de agua del grifo. Cuando fue a dárselo a Dylan, se resbaló con un trapo que había tirado sin querer al suelo y derramó todo el agua sobre la camiseta del muchacho. 

-Cuando dije que quería un vaso de agua no me refería a esto exactamente. Me habría gustado más bebérmelo.

-Dios, lo siento muchísimo.- Cali quería morirse ahí mismo. La vergüenza que sentía en esos momentos era enorme. Y a pesar de todo no pudo evitar posar su mirada, durante un tiempo demasiado largo, en la camiseta mojada, que marcaba a la perfección sus abdominales definidos. 

-Da igual.- Y comenzó a quitarse la camiseta.

-Espera, ¿qué estás haciendo?

-¿Es que no lo ves? Me has empapado la camiseta y me la estoy quitando para no coger más frío.

-Ah, sí, claro, dámela y la pongo en algún radiador para que se seque rápido.- Dicho esto, cogió la camiseta y después de dejarla fue a buscar una camiseta de su padre. 

-Ponte esto.- Y le tiró la camiseta intentando no fijarse en el torso desnudo de Dylan.

-Mm, no es mi estilo, pero vale.

Después de ponerse la camiseta, Cali le ofreció un vaso de agua, esta vez sin tirárselo encima. Una vez calmada la sed, Cali decidió que lo mejor que podía hacer era, muy a su pesar, ir a su habitación, así si por algún casual hacían algo de ruido, su padre no se enteraría.

-¿Me vas a llevar a tu habitación? Te dije que quería entrar en calor pero no te veía capaz de esto, pero si te apetece yo no me quejo.- Dijo Dylan con una sonrisa picarona.

-No seas estúpido, es solo para asegurarme de que mi padre siga durmiendo sin que lo molesten. 

-Ya, claro. 

La habitación de Cali era bastante sencilla, un par de estanterías repletas de libros, una cama, un armario sin ningún tipo de decoración, un escritorio donde estudiar y poco más. Lo más llamativo era el enorme balcón que tenía justo al fondo de la habitación, fuera tenía unas cuantas rosas blancas y azules que armonizaban el sobrio ambiente.

-Bonita habitación.

-Gracias.

Después de pasearse por el cuarto, Dylan decidió sentarse en la cama. Casi al instante Cali lo imitó y se sentó junto a él, aunque manteniendo una prudente distancia. Ambos se quedaron en silencio mirando al frente un rato. Dylan estaba tranquilo, mientras que Cali se ponía nerviosa por momentos debido al incómodo silencio, así que decidió romperlo. 

-Bueno... ¿de qué conoces a Lucía?

-No la conozco, todavía al menos. Verás es que me he mudado a su urbanización y me ha invitado por cortesía. 

-¿Eres nuevo por aquí?

-No exactamente, es verdad que nunca había vivido en España, yo me he criado en Estados Unidos, pero he pasado mucho tiempo aquí porque antes tenía familia en Madrid. -Cali se sentía muy estúpida, claro que conocía Madrid, sino no habría sabido llegar hasta su casa. 

-Guau, las casas de esa urbanización son enormes. ¿Con quien vives ahora?

-Yo solo.

-¿Cómo?

-Sí, es que mis padres murieron en un accidente de coche cuando yo era pequeño y me quedé a vivir con mi tía y bueno, por una serie de razones recurrí a la emancipación y aquí estoy, viviendo en la casa que antes era de mi abuela porque me la dejó a mí en la herencia.

-Madre mía, ¿y cómo te mantienes?

-¿Me estás interrogando?

-No, no, perdona. Tienes razón. Siempre me han dicho que pregunto demasiado.

-De pequeña tus padres tenían que estar hasta las narices de tus preguntas.

-Sí, jaja, tenía a mi padre exasperado.

-No sabía que tu...

-No pasa nada, no llegué a conocerla.

-Lo siento.

-No te preocupes.

Dylan se quedó mirando el perfil de Cali y acercó su mano a la de la chica para cogérsela. Al hacerlo Cali volvió su mirada al muchacho con una expresión de sorpresa en el rostro. Esta vez la mano del chico estaba más caliente aunque no tanto como la de ella. Las miradas de ambos jóvenes se cruzaron y se quedaron fijas, escrutando cada detalle de la cara del otro. 

De repente, un calor abrasador proveniente de las manos estrechadas de ambos recorrió el brazo de Cali hasta llegar a su cabeza. Y se sumió en la absoluta oscuridad.

Fugitivos de la Muerte. El Misterio del Acuerdo MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora