|1| Bieber Enterprises

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—Eso es todo, los veré la semana que viene.

   La clase de psicología habia terminado, y ya estaba totalmente cansada. La universidad tenía demasiados beneficios para mis proyectos, a pesar de todo. Terminé de copiar algunas cosas en el cuaderno y me levanté de la silla. Me dirigí decidida donde se encontraba el profesor, el señor Goldsmith.

—Profesor—demandé.

—¿Qué ocurre, Señorita...–echa una ojeada al listado– Crawford?

  Rodé los ojos internamente. No soportaba a este profesor.

—Necesito saber la fecha apróximada a los examenes.

  Me mira con cierta sorpresa y eleva un poco más sus anteojos con el dedo índice antes de proseguir:

—¿Por qué? ¿Hay algún inconveniente?

  Suspiré, agotada.

—Probablemente haga un viaje la semana que viene—Respondí cordialmente, esperando que comprendiera mi situación.

—Bueno, no creo que tenga problemas con eso. Los examenes se darán dentro de dos semanas—aclara la garganta—Pero cómo su profesor, le recomendaría no despejar mucho la mente, y enfocarse en su propósito; la psicología.

—No lo dude, señor. Igualmente, iré por cuestiones de trabajo—Hago una pausa (demasiadas explicaciónes para un profesor)—No se preocupe, que mi propósito sigue totalmente focalizado.

   Me dí la vuelta y caminé hasta mi asiento, agarré mi bolso, y avancé hasta la salida. Saludé con la cabeza al profesor y me retiré del salón. Este hombre podía ser muy agobiante. Rodé los ojos y salí del edificio rápidamente. Había gente caminando por todos los pasillos, miré hacia mis zapatos, tratando de no caer o tropezar, y volví mi vista hacia arriba. Mala idea, la peor pandilla se encontraba en la entrada. Bieber y sus amigos levantaron la mirada hasta el pasillo por el cual yo iba a pasar y recé profundamente que no me frenaran, como siempre; con sus estupideces.

  Pasé rapido por el costado más alejado posible, y de reojo noté la mirada de Bieber sobre mí. Intenté no insultarlo ni mental ni verbalmente y me apresuré hasta llegar a mi querido Audi. ¿Carísimo, no? Demasiado. Mi mamá había invertido lo que quedaba de su pobre mercancía, y con la plata, decidió obsequiarme esta valiosa cajuela con ruedas. Recuerdo haberla incordiado por varios meses cada vez que lo veía. No obstante, ella seguía diciendo que "Mi felicidad es su felicidad", "Yo invierto en vos, porque me hace feliz, ahora aceptalo, cuidalo, y haceme feliz vos a mí". Puras bobadas, ¿Un Audi a qué precio se aproximaba hoy en día? ¡Está completamente loca! Además, yo no necesito esa franquicia, con mi viejo Escarabajo estaba más que bien. "A punto" diría mi abuelo.

   Abrí la puerta del coche y me subí antes de que llegaran los Hippies encargados de tirar huevos fritos en los vidrios. Lo único que falta. Llegar a casa con el auto en ese estado devuelta y qué mi mamá empiece a joder con que necesito uno nuevo. ¿Ésta se piensa que puede gastar plata en autos por que sí?

  Dejé de pensar en idioteces, y arranqué el auto. El motor tenía un sonido impresionante, y sí, al lado de mi pobre Escarabajo cualquier chatarra tenía mejor motor. De golpe todas las miradas se dirigieron a mi auto. Ahí está, otra de las razones por la cuál odio este auto forrado en oro. ¿Tanto les importa que haya un Audi pedorro a punto de dejar el Edificio? Lo peor, el grupo de las interesadas. Definitivamente todas esas rubias huecas (sin ofender a las rubias) eran peores que todas las falsas del Colegio juntas. Hacían fila para tomarte el pelo, era obvio que solo querían entrar al auto y respirar la supuesta esencia que estos autos tienen. ¡Qué esencia ni esencia! El Audi tenía olor a metal frío, a auto nuevo y caro. ¡Asco!

HopelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora