Los hombres somos cual las hojas. El viento las esparce por la tierra y la floresta hace germinar otras, y las primaveras se suceden. Así se nace y se extingue toda generación de hombres.
~Homero. La Illíada.
Las personas somos, un conjunto de emociones materializadas en un simple cuerpo humano; carne y hueso movidos por algo más, algo especial que nos hace valientes incluso para tomar las decisiones más cobardes...
¿A qué resistimos? La pregunta ronda mi mente mientras escribo perdida en una canción, que habla sobre la separación de una pareja... ¿acaso resistimos a los sentimientos? Me hace acordar a la primera vez que vi la película "La estafa Maestra", si esa de los Mini Coopers, donde para averiguar cuál de los tres camiones blindados iguales llevaba los lingotes de oro, medían la distancia del mismo con el suelo, lo cual era un claro indicador de su peso. ¿Es que acaso, así como el oro a los camiones blindados, los sentimientos ejercen una presión que pesa sobre nosotros? ¿No son esos sentimientos los que presionan nuestro pecho y lo oprimen hasta dejarnos sin aire? Sin embargo, quizás nunca llegaremos a comprender el verdadero significado de "sentir"; nuestra vida puede ser muy corta como para aprender todo lo que sentimos: siempre hay algo que no hemos experimentado.
¿A qué resistimos? Una voz espectral interrumpe mis pensamientos vagos, repitiendo la misma pregunta una y otra vez, mientras mis dedos se pierden en la vorágine de una escritura, que de a momentos, va perdiendo sentido hasta para mí. Error tras error, la duda carcome mi cabeza y no me permite escuchar mi propia voz. Tengo una vaga idea de la respuesta, pero me siento como Colón frente a los reyes de España, intentando explicar algo que es prácticamente inexplicable.
¿Resistimos? Ahora la pregunta sin respuesta alguna cambia completamente, y pone en duda todo lo que vine elaborando para encontrar una respuesta a la cuestión original. Y es que me surge la duda de si siendo personas podemos darnos el lujo de resistir. He aquí una de mis dudas existenciales ¿es manipulable el destino? Bueno, supongo que es algo extraño la desviación de mis pensamientos banales, pero lo cierto es, que si pudiésemos resistir a algo, ¿no nos gustaría resistir al destino? Me refiero a que hay dos teorías, una que insiste en que el destino es inevitable y de alguna manera hasta nos mantiene atados, y otra que dice que cualquiera puede elegir su propio destino. Ante esto, creo que esas teorías vienen de la mano de quien no resiste y de quien si lo hace; es posible ver a la segunda teoría más como un símbolo de rebeldía que nos invita a desafiar a todas las ideas preconcebidas desde un principio, porque nada preestablecido, puede ser totalmente correcto.
En este momento imagino a mi mente como un árbol lleno de ramificaciones, dado que, lisa y llanamente me fui por las ramas. Me rio sola. Mis propias estupideces me llevan a la conclusión de que quizás el cansancio acumulado esté hablando por mi. Sin embargo, se me prende la lamparita de las ideas y una nueva oración, completa otro párrafo vacío sin respuesta alguna. Por ende, mi cabeza comienza a presionar fuertemente, buscando desarrollar un texto coherente que me permita fundamentar una idea general, que me quite por un momento esa humanidad que me hace incapaz de ver que me presiona.
¡Bingo! Encuentro la respuesta entre mis propias expresiones, pero lo que intento resistir, vuelve a atormentar mis pensamientos, quitando mi habilidad escasa para sintetizar una situación; después de todo, quizás me esté abusando del permiso para descargarme y escribir. Aunque eso, ya no me interesa, solo unos segundos más y sabré como añadirle emoción a mi texto.
Presión.
Si, a eso resistimos.
Te ahoga de manera infinita y no te deja respirar, es como el mundo sostenido por los hombros del gigante que cada vez lo debilitan más y hace que los sabios de la antigüedad le teman al océano. Nunca se acaba, nunca se va.
Se siente como mil ladrillos sobre tu espalda que cargan con las expectativas de quien te ama, porque desea verte crecer, y de quien te odia, porque no espera por verte caer; con el rol que cumple uno mismo, tan fuertemente impregnado en la piel, que pareciera como que cambiar la rutina es signo de debilidad; con el tiempo, porque éste no le da tregua a nadie, y por tanto lo que no pudiste disfrutar es algo que tampoco supiste aprovechar; con los sentimientos, porque son aquello que más duele pero que también más se disfruta, necesitamos de esos sentimientos opuestos, para saber que alguna vez los tuvimos en primer lugar.
Presión.
El gigante se pone de rodillas, le es difícil soportar todo ese peso; y ya la historia se vuelve redundante cuando se siente el sudor frío correr por la espalda, al darse uno cuenta de que no llega, de que no alcanza, de que falló.
No queremos caer, no queremos que nuestras fuerzas de agoten y ya sea por inercia o por voluntad, el mundo se moviliza por esa repentina rebeldía que nos obliga a resistir y seguir caminando, sea por el sendero que sea. De ahí los cambios sociales, de ahí, la apreciación de las individualidades. Porque todos somos diferentes, y por ende, es muy difícil hablar de lo que cada uno carga en aquellos hombros.
¡Bum! Un golpe más y todo se acaba, son treinta segundos de liberación, esos que se sienten al estar en una hamaca y "tocar" el cielo: los latidos de un corazón presionado han dejado de sufrir por esos treinta segundos, pero sólo queda esperar, la calma antecede al huracán. Porque es ahí cuando te das cuenta, que siempre resististe a la presión, esa que no sólo sale de los demás sino que parte de uno mismo y nos ahoga en nuestras culpas dudosas, que hieren nuestra identidad, construyendo una máscara de hierro alrededor de nuestros rostros incapaces de decir la verdad, ni siquiera al reflejo en el espejo.
¿A qué resistimos? Finalmente he encontrado mi respuesta: a la presión ejercida sobre nosotros, por nosotros mismos, que nos obliga a cargar un mundo de peso sobre nuestros hombros, y que como dije en un principio, nos hace humanos, seres valientes hasta para tomar las decisiones más cobardes.
~N.