Disfrutabas los gritos placenteron de los animales a los que matabas en tu rancho. Vacas, Puercos, Gallos, Gallinas... su sangre se pegaba a tus delicadas y suaves manos de bebé.
Pero todo cambio ese día cualquiera, que se volvería el día más feliz de tu vida.
Todo comenzo como cualquier día, tomaste el desayuno, carne picada, pero una voz nerviosa interrumpió tu comida. Se escuchaba dulce y tierna.
Dejaste tu plato a un lado y con tu escopeta fuiste a ver lo que ocurria, pero todo se volvió extraño. La sensual voz provenía de un animal.
Era demasiado sexy, su trasero era más grande que el de cualquier mujer que hayas conocido, su hermoso vestido te excitaba por su color sangre y no hablemos de sus pequeños y depresivos ojos.
Soltaste el arma y sin controlar tus instintos fuiste rápidamente donde el cerdo para sacarla de esa muerte segura, su cuerpo se sentía tan bien, querías tocarla, penetrarla. La llevaste a tu cuarto, donde la dejaste arriba de una suave cama.
-G-gracias por salvarme- Dijo ella sonrojada. Sentiste tu pija pararse por aquellas tentadoras palabras.
No te resististe más y te lanzaste enzima de ella, le quitaste su vestido y lo tiraste donde no molestace.
Su cara te encantaba, esa mirada, asustada... -Gime para mi- Dijiste en calma y con voz seductora, pero ella se negaba completamente. -Gime para mi! Gime para tu daddy- La diste vuelta y la penetrante sin pensarlo mucho, después de un rato te corriste dentro de ella.
-D-daddy... duele- sollozo, igual, ya te habías cansado. No hacías mucho esas cosas.
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