Capítulo 11. Más cerca

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Las semanas pasaron como agua de río, a medida que el tiempo avanzaba más compenetrados estábamos en la investigación y nos hicimos más unidos, ya no era complicado socializar con él y de cierta forma sentía haberme ganado su confianza.

A lo largo del siguiente mes encontramos un total de 22 cartas, todas del tal Arthur Waste. A pesar de que al inicio estaba emocionada por el descubrimiento, tras leerlas no pudimos recolectar mucha información importante. Cada carta relataba anécdotas de la vida cotidiana de Arthur y a su vez parecían estar distanciadas por una razón que no me explicaba del todo bien. Era complicado, pero lo sentía.

Una tarde, L y yo nos encontrábamos de nuevo indagando con papeles en mano.

—¿Por qué no lo sueltas?

—¿Cómo?—me preguntó de vuelta.

—L, ¿vas a decirme que estas cartas no te dicen nada? Estos meses contigo me han dejado conocerte lo suficiente como para saber que siempre tienes una teoría. Además, se te nota en la cara.

—Nunca imaginé ser tan predecible—contestó con una leve sonrisa—. Sin embargo, me gustaría escuchar primero qué opinas tú.

—Bueno, en realidad sólo se trata de una corazonada, pero me parece que hay algo muy marcado que separa todos estos escritos. Estoy segura de que lo notaste también, pero no sé explicar cómo. ¿Crees que esté loca?

L negó con la cabeza.

—De hecho, acabas de acertar en un punto.

El de ojos cafés colocó dos cartas sobre la mesa y me hizo una señal con la mano para que me sentara a su lado.

—Mira esto. El tipo de letra es el mismo, al igual que la tinta y papel. No obstante la redacción de cada carta varía de forma considerable—tomé las dos hojas mientras L señalaba con el dedo índice las partes en las que más se presentaban aquellas diferencias.

—Dices que ¿no las escribió el mismo sujeto?

—No, estoy seguro de que son todas de la misma persona. Pero la madurez que aumenta en las palabras de Arthur con cada una presenta un orden en el total de las misivas. Eso que las diferencia tanto y que lograste captar, es precisamente la diferencia del tiempo. Yo diría que pasaron años entre carta y carta.

—Entonces... el sujeto las escribió con al menos un año entre cada una ¿es eso? ¿Por qué esperaría tanto para escribirle a un hermano que según esto le importaba mucho?

—Puede que no tuviera opción, tal vez mandaba esta correspondencia a escondidas, o simplemente no tenía la oportunidad de contactarlo tan seguido.

—Es verdad. Aunque es extraña la poca formalidad de las mismas. Una carta siempre suele llevar lugar desde donde se envía, el destino y la fecha, y aquí ignoraron fecharlas.

—Así es, la única que tiene fecha es ésta—me extendió otra de las hojas. La tomé sin dudar y volví a leerla, en esta ocasión comparándola con las que levanté de la mesa.

—Es mucho más claro habiendo escuchado tu hipótesis. La que está fechada parece escrita por un adolescente, puedo imaginar al joven Arthur sentado sobre una roca, alegre de poder comunicarse con su hermano. Pero esta otra, es mucho más seria y aunque sigue describiendo situaciones de una común vida de ricos, no hace mención de sus sentimientos respecto a sus vivencias y circunstancias. Es como si fuera de un hombre adulto, reservado y prudente.

Alcé la vista esperando escuchar de L si estaba en lo correcto y él me miraba como si estuviera satisfecho.

—¿Qué?—pregunté algo intimidada—. ¿Por qué me ves así?

No hay necesidad de encariñarse. (Death Note: L x lectora).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora