Capítulo 4 "¿Cuál es tu habitación?"

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—¡Castiel, en serio, se hará tarde!

Toqué la puerta por tercera vez. No, no lo estaba esperando. Castiel había entrado a ducharse hacía casi quince minutos. En ese tiempo, me cambié, me peiné y sólo necesitaba lavarme los dientes. Pero él no se dignaba a salir.

Y luego dicen que las que tardamos somos nosotras.

—Ya voy, ya voy —en ese instante, la puerta del baño se abre y de ella sale el pelirrojo con el cabello húmedo, el pantalón del uniforme... y sin camisa.

—Ay mierda —me tapé los ojos, con un leve sonrojo en mis mejillas.

—¿Disfrutas de la vista, Tablita?

No respondo y entro con velocidad al baño. Me lavo la cara con agua fría y me lavo los dientes. Al salir, Castiel está listo.

—¿Nos vamos?

Tenía su mochila colgada en uno de sus hombros, mientras se encontraba recargado en el marco de la puerta. A pesar de que yo no planeaba esperarlo, él sí que lo hizo.

—Claro —respondo con una ligera sonrisa.

Ha pasado solamente una semana desde que nos enteramos que éramos compañeros de habitación, y hasta el momento, las cosas han ido bastante bien.

Desde el segundo día de conocernos, establecimos una serie de reglas:

1. La televisión (hay una pequeña en frente de las dos camas), me corresponden a mí los lunes, miércoles y viernes y a él; los martes, jueves y sábado. El domingo es quien lo alcance primero.

2. El baño, por las mañanas antes de ir a la escuela lo toma quien despierte primero, o bien, quien entre primero.

3. Después de tomar una ducha, el baño tiene que estar recogido. (Ésta regla la puse yo, después de ver por primera vez el baño tras que Castiel saliera)

4. Si alguno de los dos va traer a alguien a la habitación, debe avisar con anticipación para evitar... problemas.

5. Nada de pijamadas. (Regla de Castiel. Al parecer, piensa que soy de esas chicas que tienen pijamadas todas las noches o algo así)

6. Yo no toco su guitarra, él no toca mis puntas de ballet.

7. Si vas a escuchar música, a menos que los dos queramos escucharlo, debemos usar audífonos.

Por ahora, sólo hay siete. Pero ambos sabemos que posiblemente, con el tiempo hayan más.

—¿Qué clase tenemos? —me pregunta.

—Matemáticas —escucho un gruñido de su parte y no puedo evitar soltar una ligera risa.

—¿Te parece gracioso, Tabla?

—¿Algún problema, Semáforo?

Ah, cierto, tenemos otra regla:

8. Los apodos, solamente en la habitación, no frente a los demás.

Es decir, ¿qué sería de mí si a Castiel se le ocurre llamarme Tabla? Sin duda, me vengaría llamándolo Semáforo.

Llegamos al salón de clases, por lo cual me siento hasta el lugar de adelante junto a Nathaniel, que por cierto, no sabe que comparto habitación con Castiel. Se volvería loco, estoy segura.

De hecho, nadie sabe de nuestra habitación compartida. No se lo hemos dicho a nadie y no creo que ninguno de los dos quiera hacerlo.

Descubrí, además, dos cosas ésta semana: Castiel y Nathaniel ya se conocían. Y parece que no se llevan muy bien.

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2019 ⏰

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