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Sentía un gran nudo en su estómago produciéndole una angustia peligrosa, pero siguió corriendo intentando ignorarla, con sus pies tropezando entre ellos por el nerviosismo. Aquel era el malestar que preveía la tragedia, pero no quería dejarse llevar por él. Prefería pensar que nada había ido mal, que todo era un malentendido.
Habría estado bien, ¿no, YoonGi?
Una utopía, eso habría sido. YoonGi habría deseado encontrarse con la utopía de su amado SeokJin esperándolo en su casa, preparando la cena mientras su pequeño ChangBin correteaba por la casa. Y, como hundirse en la imaginación era más sencillo que afrontar la realidad, YoonGi decide seguir en su ensoñación, perdiendo la sensación de estar corriendo. SeokJin se acerca a él, y el más bajo hunde su rostro en el cuello de su pareja, olisqueando su aroma a menta y pino. El celo de YoonGi se aproxima, y en esos momentos su lugar favorito se encuentra allí, con SeokJin acercándolo a él mientras ChangBin los abraza por las piernas con sus pequeños bracitos, reclamando espacio en aquel tierno instante.
Sin embargo, al abrir la puerta, no encuentra a SeokJin saliendo de la cocina, ni a su hijo jugueteando con su muñeca favorita en el salón. YoonGi no se percata de que la cerradura está forzada, pero sí de cómo su lobo se retuerce de dolor, diciéndole, indicándole dónde está su familia, la mitad de su alma.
La parte instintiva se hace cargo de su consciencia, la cual había entrado en shock al oler la estancia y la pena que consumía la casa, entremezclado con el olor que tan bien conocía, creando así un aroma a un bosque podrido y roído. No podía ser, su pequeño ChangBin, su precioso SeokJin, su soulmate... Su lobo ascendió rápidamente las escaleras, haciendo alarde de sus cualidades y, sabiendo perfectamente dónde se hallaban, se dirigió a la habitación que compartía con su pareja.
En cuanto entró, un gran olor a celo y agonía le golpeó en la nariz, y las lágrimas se concentraron en sus ojos a la misma velocidad que avanzaba hacia los cuerpos de lo que constituían su vida. Estaban tendidos en la cama, aún con vida, o eso quería pensar YoonGi. Aunque su nudo junto a SeokJin desaparecía cada vez a mayor velocidad, el menor podía notar el lobo del contrario malherido y aullando por auxilio.
YoonGi intentó articular palabra, pero ningún sonido con sentido salió de sus labios; sólo un gemido de dolor mientras ascendía con cuidado a la cama y abrazaba al cuerpo de SeokJin junto al de ChangBin, sintiendo su alma quebrándose viendo a las personas más importantes de su vida ensangrentadas. Acarició el rostro de su pareja, rozando los moratones que cubrían su piel, hasta que su vista se desvió al cuello, y un sollozo alcanzó sus labios. Alguien lo había marcado. Algún desgraciado había marcado a su omega y lo había violado con fiereza, dejando marcas y sangre por su cuerpo. Notó al lobo de SeokJin aullando una vez más, clamando ayuda, queriendo volver a estar con YoonGi, su preciado omega.
—Jinnie, amor... Estoy aquí, contigo —lloró en su oído, rezando a todos los dioses por que lo escuchara. Acercó a SeokJin al hueco de su cuello, intentando así que se calmara, aunque él era el menos indicado para esto, pues también se encontraba alterado de sobremanera —. No voy a dejarte, cariño, lo prometo.