Desdibujando el universo en una pared de ladrillo se encontraba Florentino cuestionándose acerca del futuro, como quien hace una formula científica para predecir un resultado experimental, que se avecinaba implacable en cada respiración que desperdiciaba exhalando el humo que nublaba su juicio. "la vida se ha convertido en un suplicio", pensaba a la luz agonizante que aplastaba con su mano derecha, mientras que con la izquierda daba un nuevo fuego a su agonía.
Cualquiera que hubiera dirigido su mirada hacía aquel balcón habría sentido el desgarramiento que producía cada palabra que invadía la mente de Florentino. No sería de extrañarse que las mas grandes catástrofes o los actos más valerosos surgieran del más mínimo roce entre cualquier ente y la mirada extraviada de aquel hombre sumido en los ladrillos.
Florentino se encontraba apoyado sobre la baranda del balcón, al lado de su codo derecho la ceniza dibujaba ya un pequeño montículo que el viento no se atrevía a alterar, la mano izquierda a unos milímetros de su boca se movía con la precisión de un metrónomo, del cual el golpe mayor lo indicaban sus pulmones al inhalar, ni siquiera la tos podía cambiar el tempo de su cronometrado movimiento. Detrás de sí solo había una pequeña butaca y una mesita, o una mesita y una pequeña butaca, o dos butaquitas. En el fondo no se vislumbraban cortinas ni adornos, parecía una casa desalojada en su totalidad, salvo por el humo y las dudosas butaquitas, y en cierto modo lo estaba.
"Ad libitum" pensaba como volviendo a la realidad, "ad libitum" se repetía una y otra vez a modo de revelación, pero sintiendo cada vez más el peso de su descubrimiento. Lo que parecía y era la respuesta a su desdicha, era también el puñal girando incesante en su estómago. El universo con el cual su mirada jugaba al son de sus cigarrillos se empezaba a llenar de límites y, por mas que su deseo se desbordara por sus mejillas, una fuerza imparable reducía cada vez más su infinitud.
Cuando su mirada se vio obligada a ver un punto fijo, cuando su mirada desconcertada se veía a la lejanía llena de determinación, Florentino decidió que necesitaba una nueva caja de cigarrillos. Golpeó la baranda con una palmada moviendo la inmutable montaña de ceniza a la libertad del viento que tanto la respetaba, o quizás a la perdición de todas esas partículas invisibles en alguna tromba, tal vez, la que, sin darse cuenta, ya lo asechaba. Y es que cada quien es culpable del peso que lo aplasta.
Florentino, habiendo ya vaciado la caja de cigarrillos, tomó su abrigo, en un acto automático, sin ser consciente del sol de medio día que yacía en el cielo. Encerrado en el olor de su propia desgracia bajó hacía la cuadra sobre la cual solía flotar desde su balcón, el mismo en el que hace unos momentos el vértigo de había apoderado de su existencia. El mundo seguía tal y como lo había dejado el día anterior. Los locales mantenían sus promociones y empleados, las ventanas alojaban aun a las mismas chismosas y los mismos holgazanes, en los techos las mismas persecuciones de aves y gatos seguían produciendo el tamborileo que llenaba de música la estrecha calle. Sin embargo, florentino se sentía completamente ajeno a toda sensación, era como si el mundo al que había pertenecido desde su momento de nacimiento lo estuviera expulsando. De repente tuvo un deseo desgarrador de quebrarse en llanto, a leguas se veía como desde el interior se preparaba el grito que daría paso a su respiración. "sí al nacer se fuera consciente de este dolor nos habríamos extinto hace siglos en una sucesión de suicidios con nuestro propio cordón umbilical" pensó mientras abría la puerta.
El sudor le cubría ya todos los poros y aún así su piel se veía fría, tenía la tez pálida y los ojos hundidos en sus ojeras parecían casi cuencas vacías de algún cuerpo masacrado por la hipotermia.
- ¿se encuentra usted bien, señor Florentino? -preguntó un hombre situado detrás del mostrador con aspecto preocupado. -
- veo que mi desdicha ha trascendido ya a los comercios principales de este barrio, mucho gusto... -replicó con aire de poeta en su expresión a la espera de que su interlocutor se presentara debidamente. -
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Ella
RomanceEn una cuadra de algún barrio Florentino se da cuenta de la desdicha que ha dejado su pasado amor y se dispone a encontrar, en medio de un infierno de emociones y desgracias , nuevamente su propia identidad.