Reflexión (12)

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Narrador:

Pasaron unos días desde que Bambam se marchó a Tailandia. Por otra parte Myeong sentía algo de vacío ya que últimamente se estaba apegando mucho al chico y además pasaban casi todo tiempo juntos hasta llegar a convertirse en rutina el verse diariamente al igual con su amiga Hee Sook, pero a esta no la veía tanto porque vivía lejos.

«Debería quedar con Hee Sook, hace tiempo que no la veo», pensó la chica.

Myeong se encontraba tumbada en su cama con el móvil en sus manos viendo fotos en internet.

De un segundo a otro ya se encontraba llamando a su amiga por teléfono.

Primer pitido.

—¿Si? —habló Hee Sook a través del teléfono.

—Hola, ¿Hoy sales? —preguntó Myeong.

—Claro —dijo en un tono pervertido.

—¿Hora? —preguntó ignorando el tono raro de su amiga.

—A las 16:30, ¿Hoy no trabajas? —cambió el tema.

—No, además en unos días me cambian el horario.

—Bueno pues a esa hora voy para tu casa, bye. —Colgó la llamada.

Ahora que se sacaba el tema del cambio de horario en el trabajo de Myeong también había que mencionar que en unas semanas pasábamos de verano a otoño.

Llegaron las 16:30 y como dijo Hee Sook a esa hora estaría en el piso de Myeong.

—Hace menos calor, se nota que está llegando el otoño —comentó la amiga.

—Bueno, aún hace calor —dijo esta vez Myeong.

—Lo importante es que en nada tendremos el tiempo frío. —Hizo una pausa y añadió mientras mostraba una expresión rara—: Oye, ¿Cómo qué gracias a ti Bambam pudo viajar a Tailandia? —preguntó mientras subía y bajaba las cejas.

—¿Tú cómo sabes eso? —Myeong se sorprendió un poco.

—Hace unos días vino a casa de Yugyeom para comentarle lo de su madre. Yo estaba en su casa en ese momento así que no le importó que yo también lo supiera. Ayer le pregunté a Yugyeom que como estaba Bambam y me dijo que estaba en Tailandia y yo como ¿No era qué no tenía suficiente dinero para permitirse el viaje? y Yugyeom me dijo, sí, pero tu amiga Myeong le prestó lo suficiente para el billete.

—Okay —respondió.

—Admítelo, Bambam te mola un poquito. —Hizo un gesto con su pulgar e índice indicando poquito.

—No pesada —respondió con pesadez mientras rodaba los ojos.

—¿Entonces?, yo no le presto cerca de 260.000 wones (200€) a un cualquiera —dijo sin entender la actitud de su amiga.

—Simplemente vi que necesitaba ayuda y como podía prestarle el dinero se lo di —dijo siendo simple.

—¿Harías lo mismo por el vecino de abajo? —preguntó.

En ese momento Myeong se detuvo a analizar todo esto.

—Emm, al vecino de abajo no lo conozco, a Bambam sí. —Aclaró.

—¿Vosotros qué son? ¿Amigos? —preguntó otra vez.

—Sí, supongo. —Myeong ya estaba algo cansada del cuestionario de Hee Sook así que cambio de tema—: Salgamos un rato, llevo todo el día en mi piso —propuso.

—Está bien.

Las amigas estuvieron paseando un rato por la ciudad hasta que se cansaron, entonces fueron a una biblioteca donde había puzzles para hacer así que se pusieron a hacer uno.

Cuando ya se hizo tarde Hee Sook regresó a su casa y Myeong también. La susodicha al llegar a su piso decidió hacerle una llamada a Bambam para preguntarle por su madre.

Primer pitido.

Segundo pitido.

Tercer pitido.

«¿Estará ocupado?», se preguntó a si misma.

—¿Si? —contestó.

—Hola Bambam. —Myeong se tumbó en la cama.

—¡Hola Myeong! Me alegra escucharte. —Se notaba felicidad por parte de él.

—Gracias supongo. —Hizo una pausa y añadió—: ¿Cómo está tu madre?

—Está mejor, gracias por preguntar.

—De nada.

—¿Y tú cómo estás? —preguntó.

—Bien, aunque estoy aburrida.

—Eso es porque no estoy. —Se las dio de importante.

—Tss, claro —dijo con algo de ironía.

—¿No me echas de menos? —preguntó.

—Puede ser. —Dejó al chico con la curiosidad.

—¡Ay Myeong! Me lo tomaré como un sí.

—Como quieras, ¿Has visto el dorama? —preguntó algo desconfiada.

—Prometí no verlo por mi cuenta así que tranquila.

—Más te vale, ahora me voy a ir a cenar así que hablamos en otro momento.

—Llamame de vez en cuando, me gusta hablar contigo —dijo en tono gentil.

—Cuando tenga tiempo. —Ante el comentario de Bambam Myeong sintió una ligera punzada.

Una vez que colgó la llamada la chica comenzó a cuestionar lo que le había preguntado su amiga.

«¿Realmente por qué le di el dinero? Para ayudarle sí, pero... ¿Me estaré interesando en él? No, no creo, sólo como amigo», pensaba mientras miraba el techo desde su cama.


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