Conejo Blanco

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Los entrenamientos eran duros desde que puso un pie por primera vez, Shaina estaba acostumbrada a eso, veía innumerables cantidades de chicos y chicas que no soportaban los entrenamientos, desertaban o morían en el intento.

La máscara que llevaba en su rostro comenzaba a molestarla debido al sudor, era tanto el tiempo que la portaba que ya la consideraba su verdadero rostro, no podía quitársela en el coliseo, estaba repleto de hombres y sería considerado un pecado hacerlo... aunque ya había pasado una vez, en el recinto de los santos femeninos y frente a un chico.

Se alejó de la multitud, internándose en el bosque en las cercanías del santuario, aprovechó que estaba lo suficientemente lejos que aprovechó para descansar en la orilla del río, bajo la sombra de los árboles. Se quitó la máscara y se refrescó el rostro con el agua además de beber un poco. Un ruido entre los arbustos la sobresaltó y enseguida se puso la máscara, no debía dejar que nadie la mirara otra vez.

-¡¿Quién anda ahí!?-preguntó a la defensiva, no terminó de decir eso que un conejo blanco salió de entre los arbustos. Shaina dejó escapar un gemido, el animal también se asustó al verla, la joven guerrera se agachó y extendió la mano al temeroso conejo, éste le olfateó los dedos antes de darle a entender que podía acariciarlo-Sólo es un conejo.

Sin darse cuenta, se había sacado la máscara y se sentó de rodillas al suelo, sonrió a sí misma al sentir la suavidad del pelaje del conejo, la última que había tocado uno sin la necesidad de cazar, había sido cuando conoció a ese chico, no sabía su nombre pero desde ese día no pudo dejar de pensar en él, lo buscaba con la mirada, sentía algo en su pecho, algo nuevo, con recordar cómo sus manos tocaron la suya... mejor dicho, vendando la suya, aún así, Shaina sentía que le ardían las mejillas de solo recordarlo.

Seguro que ese chico estaba entrenando para convertirse en un santo pero no pudo encontrarlo, pensó que tal vez no habría aguantado y por eso no lo veía, nadie que sintiese ternura por el otro sobreviviría en ese lugar, lo veía todos los días, solamente quedaba ser fuerte y no dejarse llevar por el sentimentalismo. El conejo se dirigió a la orilla a beber agua y volvió a internarse en el bosque, significaba que ella también debía volver al santuario a seguir entrenando, volvió a tapar su rostro y emprendió el camino de regreso.

En esa misma tarde, la guerrera estaba entrenando junto a otras aspirantes cuando de repente su vista se distrajo con una particular cabellera marrón y erizada que se acercaba con Marin al coliseo, la chica bajó la guardia por unos segundos y recibió una serie de puñetazos que no logró a esquivar. Podía escuchar las burlas de todos los aspirantes que las rodeaban en el coliseo pero ella le hacía oídos sordos.

Shaina sonrió y nunca nadie sabría por qué, comenzaba a creer que cada vez que un conejo blanco se le acercara, sería un presagio de que lo volvería a ver.

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