Levantó la cabeza y lo vió alejarse solemnemente. Las gotas rodaban por sus mejillas. Estaba segura de que ya no le quedaba nada. Nada.
Estaba en el medio de un parque, sentada en un banco, con la cara entre las manos, si poder evitar que las lagrimas dejaran de correr. O quizá ya no lo hacían. No podía saberlo, porque para agregar un toque más dramático a la escena, llovía, y estaba tan conmocionada que ya no sabía si estaba llorando o si solo era la llovizna. La típica que solía llegar a principios de julio, cuando el invierno se instalaba definitivamente.
No había nadie más en ese parque, a parte de ella. Bueno, hasta hace unos minutos, antes de que él saliera disparado, enojado, dejándola sola.
Tenía que salir de allí, corría un viento helado y estar empapada no ayudaba. Si se quedaba ahí plantada se moriría de hipotermia probablemente. Pero no podía moverse, algo la estaba anclando a ese sitio. ¿Que mas daba? ¿Y qué si se enfermaba? Como había dicho antes, ya no le quedaba nada, nada que quisiera. Después de todo, él la había dejado.
Que desesperante era estar enamorada. Ya jamás estaría completa, porque él se había quedado con una parte suya, ¿Así funcionaba la gran porquería a la que llamamos amor, no? Cuando, al principio, piensas que es todo color de rosa. Y si, así es. Cuando ambos están interesados en conocer todo del otro y solo piensas en que amas todo de él, que lo aceptas con todo el paquete porque es perfecto. Cuando solo te preocupas por hacerlo feliz, por ser todo en su vida. Cuando comparten cosas juntos. Cuando sientes descargas eléctricas con que solo te toque. Cuando miras sus ojos, y simplemente sientes que te derrumbas. Cuando te duermes pensando en él y cuando luego te levantas y sigues pensando en él. Cuando sueñas con él. Y vamos, el que no haya armado en un cabeza una escena de ambos envejeciendo juntos y siendo felices para siempre, entonces no ha amado. Pero eso nunca dura. Las que creías virtudes se vuelven defectos difíciles de soportar. Necesitan espacio. Ambos se ponen histéricos, fríos. Te obsesionas con saber dónde y con quien está a toda hora. Quieres arreglarlo, piensas que lo ayudas pero no lo valora o no lo quiere. ¿Entonces no era todo tan perfecto como te imaginabas, no? Se supone que esas son las pruebas que hay que superar, para saber si realmente vale la pena. Pero la mayoría de las veces fracasa, como le estaba pasando.
Levantó la cabeza al cielo y observo que a pesar de lo espesas que eran las nubes por la lluvia, había un pálido color rosado-anaranjado en el cielo. Se estaba haciendo tarde y realmente no podía seguir allí. Usó toda la fuerza de voluntad que disponía para levantarse y empezar a caminar hacia su apartamento, a solo unas cuadras del parque. Caminó por en medio de las calles completamente despobladas con mirada ausente. No estaba ahí sino en un lugar mucho más lejano en su memoria. Se saltaba, como si fuera la película de su pasado, de escena en escena para intentar comprender que había hecho mal. Pero claro, no servía de nada. Lo hecho, hecho estaba, y ya no podría arreglarlo. Aun así, se sentía melancólica, recordando todos los momentos en los que ella había sido feliz con él. Todo parecía un chiste. Dos personas que se amaban tanto no podían estar destinadas al fracaso. Intento quitarse todas esas ideas de la cabeza. Tenía que seguir adelante. El se había ido a paso firme, muy resuelto a hacer lo mismo.
Llego a la puerta de su casa, introdujo la llave y entro a su cálido dos-ambiente. Tiro las llaves al sillón, encendió la televisión, y fue a por algo de beber. Y entonces, noto que la luz de su habitación estaba encendida. Qué raro, siempre apagaba todo antes de irse. Se acerco para apagarla pero cuando entró, se le calló el vaso y se hizo añicos en el suelo. Allí estaba parado, observando una foto de los dos que había en la repisa, con algunas lágrimas en los ojos. Estaba llorando. Intento acercarse y decirle algo, preguntarle porque estaba allí pero no le salían las palabras. Abrió la boca pero el habló primero:
- Que tonto y débil debo ser, que no más de 3 minutos después de dejarte, vuelvo aquí, con la cola entre las patas, preguntándome porque fui tan imbécil...
- Bueno, yo también fui tonta, si no hubiera... no te habrías...
- ¿Porque será que siempre presagiamos el gran final y luego no podemos despegarnos realmente? Deberíamos dejar de dramatizar tanto las cosas, parecemos actores.
- Eso es lo divertido, lo que mantiene viva la relación, no? Aunque esos momentos en los que realmente creo que es el gran final son verdaderamente catastro... - no pudo terminar de hablar. En un segundo el avanzó hacia ella, puso sus manos en su cuello, agarrándola tiernamente y la besó.
Supongo que si no te conté el inicio de la historia, tampoco tengo porque contarte el final. De cualquier forma, quiero darte las gracias por escucharme cuando necesitaba monologar. Gracias por no hacer preguntas sobre mí, sobre él, sobre nosotros. Hubiéremos perdido el tiempo si nos enfocábamos en detalles insignificantes. A cambio de tu oído, te daré un consejo:
El amor es así, idas y vueltas, complicaciones, dramatizaciones, felicidad, acuerdo y desacuerdo, enojo, intensidad, decepción, fallo, correspondencia, gratitud. Pero nunca te ahogues. Sabes a lo que me refiero. Respirar bajo el agua es posible si sabes hacerlo. Si el amor está ahí, todo es superable. Y no te olvides nunca que un roce, una caricia, un beso, esas cosas tienen que estar reservadas solo para ésa persona. Porque por más simples que parezcan, son muestras de amor. Porque si algo tan delicado e intimo como un roce de labios no es una muestra de amor, entonces no se qué lo sea.