Un invierno más.
Creo que nunca había sentido tanto frío en invierno, pese a que ya no llovía, ni nevaba, solo corría el característico viento fresco que te eriza la piel y te obligaba a arroparte sobre ti mismo, agachando la cabeza para evitar congelar tu nariz, o evitar que entre a tus ojos y lagrimear; justo como lo estaba haciendo en ese momento. Me excusaba del invierno, era culpa de este que me sintiera tan melancólica y dolida. Pero al final siempre fui solo yo quien relacionó las estaciones del año con mis emociones, excusándome siempre, de mi felicidad, tristeza, enojo, amor, y todo lo que sentía, al final era parte de la naturaleza, como la vida misma. Y como propia de esta, puede ser arrebatada de tantas formas distintas, solo como un proceso natural, como lo es todo en el mundo. Pese a esto no lo entendía, creía hacerlo, pero no en el momento que me informaron de ello, ahí sentí como todas las hojas restantes se secaban y caían lentamente al vacío, para procesar todo lo recibido de esa tormenta tan desastrosa.
- Tengo cáncer.
Solo eso basto para congelar el defectuoso corazón que me bridaron, al contrario de mi mente, quedándose sin hidratación alguna, pues me sumergí en un llanto incesante, pero lo entendía, entendía que la lluvia fuera necesaria, si no al final como sobreviviríamos a tanto caos. Entonces fue ahí cuando sonreí.
- Todo estará bien.
Pronuncie con determinación con la intención de que se escuchara hasta las raíces más profundas de su ser, necesitaba el brillo de algún cuerpo, y yo se lo entregaría, la única persona que tenía.
Quería agradecer, ¿Sobre qué? Supongo que de todo, tampoco estaba tan segura, solo quería agradecer y llenarme con la satisfacción de que lo lograríamos, de que no pasaba nada, y solo era un día tempestuoso, perteneciente a la época en la cual nos encontrábamos. Al final, solo era esperar la primavera, con los nuevos brotes, con el polen en el aire, y la alergia que esta causaba, pero aun así anhelado.
Llegó la primavera, no vi nuevos brotes, no había polen, ni la alergia se presentaba en los más alérgicos, pese a ser tan anhelado. No había indicio alguno de estar presente. Quizás si había logrado derretir de a poco el hielo en mí, logrando ser consciente de la nueva realidad. Una realidad donde dejé de excusarme y corría en busca de respuestas, implorando por ella, llorando por ella, y más que nada gritando por ella, arrepentida de su forma de vivir, pues quien más lo haría si no era yo, es que estaba tan sola, tan desierta y a la vez tan ahogada, al final solo quería escapar, me necesitaba, pero me sofocaba, me lastimaba y destruía, ya no conocía a ese ser que se rendía, ya no quería seguir viendo las estrellas, como alguna vez lo hizo admirando ese brillo tan especial y único, ya no quería jugar con las flores, creyendo ser una hermosa aldeana que algún día irían a buscar, ya no quería hojas para juntar, y hacer de ellas una pequeña montaña para saltar sobre ella, ya no quería ver el mar, para nadar junto a él, y volverse parte de la manifestación de las olas, ya no quería soñar, y se dio cuenta que ya no quería vivir. Se rendía.
Si alguna vez implore por salvarla, ahora imploro por que se vaya, porque sea libre, porque logre cumplir su sueño de estar tranquila, de poder volar en el mismo cielo que alguna vez le rió, le lloró, le reclamó, le gritó y le agradeció. Creo que solo eso necesitaba.
Así fue. Logró volverse uno con la naturaleza, después de una tarde de verano, cuando ya las hojas volvían a caer, al fin consiguió empatizar con el invierno, la estación más odiada, melancólica y dolorosa, se había convertido en una estación de paz, de una completa armonía sobre sí mismo. Después de todo nunca había odiado al invierno, solo lo celaba, de ser tan puro y de permitirse el dolor, de demostrarle al mundo entero su ser, en consuma transparencia, de haber sido capaz de darse su tiempo. Como aquella chica, que solo dejo de intentar. Había encontrado su lugar, y sin más se fue, tan efímeramente como su enfermedad, tan temporal como lo son las nubes, con las que alguna vez soñó. Finalmente se había ido.
- Tengo cáncer.
Lloré.
- Todo estará bien.
Sonreí.
Y la dejé ir.
Me dejé ir.