La Flor Negra

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Me despierto solo. Ya hace tiempo que vivo en la total soledad. La oscuridad invade mi perosna. Mis ojos solo perciben el negro del ambiente. A veces creo ver algo más allá, pero son simples imaginaciones. Llevo 3 meses sin salir de mi morada. Mejor dicho, de mi propia habitación. A partir de ahora, este era mi cubículo. Mi galaxia. Mi universo. Mi día a día consistía en sentarme en la cama a mirar la oscuridad. Mis ojos siempre entre cerrados, con una sensación de cansancio. No tenía ganas de alzar la mirada, ni de salir de ese lugar.

El día de hoy no es especial. 3 de Septiembre de 2018. En el centro de Bratislava. En. Un humilde piso. Mi rutina, levantarme, y sentarme, observando la oscuridad. Pero hoy, mi mirada no estaba caída. Allí donde sólo había oscuridad, comencé a ver una serie de manifestaciones de luminosidad. Esos rayos de luz tomaban forma delante de mis ojos. Mi mirada seguía cansada, pero lograba distinguir algo. Era un margarita. Delante mío, su luminosidad me invadía. Me estaba llamando. Me alzé de la cama. Me caí al suelo, mis piernas no tenían fuerza para sostenerme en pie. Caí hacia delante y me agarre a lo que pude. La margarita desaparició, y no sólo eso, la oscuridad desaparició. Alrededor mío una nube de polvo me invadía. Y lo destellos del sol entraban por la ventana. Había arrancando la persiana.

Estaba desubicado. No sabía que hacer. Me senté en el suelo y comencé a hiperventilar. No podía mantener la calma. Demasiada luz. La luz me cegaba, me hacía daño. Comencé a sudar. Lágrimas comenzaron a caer de mis ojos. Estaba desolado. Era el fin.

Pero de repente, una brisa de aire entró por la ventana. Trajo una pequeña flor de su mano: Una margarita. Cayó en la palma de mi mano. Mis ojos se abrieron y la observaron. Sus pétalos blancos me hipnotizaban. Una lágrima se deslizó de mi mejilla y cayó sobre ellos. Se fragmentaron y dispersaron por el aire. Estaban flotando. Poco a poco se convirtieron en jaulas. Dentro habían personas. ¿Qué hacían ahí? Pero, mi mirada los reconoció. Mi mente comenzó a procesar nombres. Miles de imágenes comenzaron a aparecer en mi cabeza. Escenas, trozos de vivencias, todo. Me producía un dolor inmenso. Comencé a retorcerme de dolor. No aguantaba más. La luz me quemaba. Necesitaba oscuridad. Las experiencias me atormentaban. Mi vista se nublaba. Mi mente se tornó blanca. Mis músculos se contrayeron. Lo único que distinguí, fue el ruido de la puerta abriéndose, antes de caer rendido.

2 meses antes

Camino por las calles del centro de Kyoto

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Camino por las calles del centro de Kyoto. Una capucha me tapa el rostro. Camino entre miles de personas, que vienen de trabajar o que simplemente andan por ahí. Me encanta analizar sus rostros y imaginarme su miserable vida. No puedo evitar sacar una sonrisa. La gente me produce una gran alegría. Sólo son simples marionetas. Se atan a ellos mismos, siguiendo lo que la sociedad llama reglas de convivencia. Es muy fácil agarrar esos hilos si estás fuera.

Cruzo la calle en rojo. Me da igual que me atropellen. Me gusta sentir el riesgo a la vez de ver la desesperación de la gente que frena para no matarte. Es genial. La gente diría que lo hacen por no querer arrebatar una vida, cuando es obvio que lo hacen por beneficio propio. No quieren joder la suya en la cárcel. Somos egoístas al fin y al cabo.

Un coche da un frenazo. Miro ligeramente al conductor. Un hombre de unos 30 años. Su rostro expresaba temor a la vez que enfado. Que grata sorpresa. Establecí contacto visual con él y le sonreí suavemente. Sus ojos azules se clavaron en los míos. Estaba paralizado. Pensando. Finamente reacciono y bajo del coche. Llevaba un traje de oficina y estaba fumando un cigarrillo. Detrás suyo los coches comenzaban a pitar. Se acerco a mí con ímpetu. Me cogió de la sudadera y me miró fijamente.

-¿Qué coño haces crío, es que no valoras tu vida? Podrías haber muerto.

Sonreí profundamente a la vez que le miraba fijamente. Le retiré la mano de mi sudadera.

-No me toques, vas a ensuciar mi sudadera.

El hombre explotó. Obviamente el ser humano espera una respuesta como: "Iré con más cuidado la próxima vez" o "Discúlpame señor". Al responder algo totalmente distinto, deja de procesar las cosas, y colapsa unos segundos. La cara en ese momento no tiene precio.

-¿Te acabo de salvar la vida y así me tratas? ¿Qué clase de persona eres?

-No te he pedido que frenes, haberme arroyado.

Su reacción fue la esperada. De nuevo colapsó. Su mente no daba para más. Me acerqué a él y le cogí de los hombros mirándole fijamente. Su mirada estaba rota, estaba mentalmente en otro sitio.

-La vida no tiene tanto valor como crees. Deja de preocuparte por personas que ni siquiera conoces y preocúpate por ti mismo. Vive, no te encarceles en esa idea sobre la vida.

-Pero

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-Pero... Pero...

Estaba en shock. Su mente no podía analizar tal respuesta. Cayó de rodillas al suelo. Su mirada pasó de rota a decaída. Genial. Sonreí de oreja a oreja y con una suave caricia le quité el cigarro de la boca.

-Si tanto valor das a la vida, no necesitarás esto.

Acto seguido comencé a fumar el cigarro, mientras terminaba de cruzar la calle. Viva la hipocresía, dar valor a la vida pero aún así fumar. Con más de un 70% de posibilidades de coger un cáncer de pulmón. Nunca entenderé a la gente de hoy en día. Se reduce a ideales demasiado simples. Demasiado, ridículo.

Mi día ya era bueno. Acababa de arruinar el día a una humilde persona. Le acababa de romper internamente. Que fáciles de acceder son los hilos de algunas personas.

Me quité el flequillo de los ojos y crucé la esquina. Mi casa, mi residencia, se encontraba allí. Subí las escaleras lentamente. Abrí la puerta con cuidado. Nunca sabes que puedes encontrar en casa.

Tenía malas vibraciones. Al tocar el pomo antes, noté que algo no funcionaba bien. El pasillo estaba más sucio que de costumbre. Entraba demasiada luz al comedor, la persiana había sido subida de más. Alguien estaba o había estado allí.

Me preparé para lo peor. Pero como siempre, lo mejor es hacerse el despistado, como sino me hubiera dado cuenta. Y al mínimo movimiento de confianza, golpe. Avanzé hacía mi terraza. Era el único sitio que sospechaba que pudiera haber alguien. Sentí una presencia.

Abrí la puerta de la terraza y allí estaba. No. Me equivocaba. Una chica de pelo negro largo como el carbón y ojos verdes esmeralda me miraba fijarmente sentada en el sofá. Entre sus manos sostenía una flor negra. Una margarita negra.

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2018 ⏰

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