24. Un pequeño regalo

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Manu Guix viene a visitarme unos días después. La ilusión ha renacido en mi interior, e incluso he pensado que podría ser mi regalo de... Pero bueno, tengo que ser realista. Necesito que funcione con Manu.

Él me saluda con el mismo cariño que siempre. Y empieza una conversación con Amaia sobre lo mucho que le ha sorprendido la invitación.

-En realidad, ha sido idea de Alfred... -responde ella.

Pero yo toco las teclas de su nombre. Trato de no parecer impaciente, pero no lo puedo evitar.

¡No hay tiempo que perder!

A Manu no le pasan desapercibidas ni las palabras de Amaia, ni mis movimientos en el teclado, ni la mirada sorprendida que me ha lanzado ella cuando la he llamado. Hasta ahora, nunca lo había tocado delante de nadie más.

-¿Qué clase de melodía es esa, Alfred? –me pregunta Manu, riéndose ante lo que, para él, es un sinsentido.

Amaia no contesta. Se ha quedado bloqueada. Pero yo alargo la mano al teclado sin vacilar.

"Dile".

Ella levanta la mirada hacia mí. Veo el debate en su interior: hasta ahora, solo ha sido nuestro secreto, nuestro mundo. ¿Qué me puede mover a compartirlo?

Confía en mí, cuquita. Es necesario.

Manu nos mira alternativamente. Sabe que es algo importante, pero se le escapa el qué.

"Porfa", le vuelvo a escribir en el teclado.

Baja la mirada y suspira.

-Es nuestro idioma, Manu. Así nos comunicamos.

La bomba. La verdad es que no me la esperaba tan directa. Pero así es Amaix cuando quiere.

Manu abre mucho los ojos y se acerca al teclado, sin comprender. La extrañeza cada vez que acercaba mi mano al teclado para tocar notas al azar según su concepción, se convierte en sorpresa cuando descubre que, como se imaginaba, en realidad aquello tenía un sentido.

-¿Idioma?

Aun así, tarda en reaccionar, como si esa idea le pareciera una locura. Nos vuelve a mirar a ambos.

-Joder, ¿cómo?

Amaia me lanza una mirada insegura, pero la mía sabe lo que quiere. Y, con un último suspiro, procede a contarle a Manu cómo funciona nuestro idioma de notas y teclas. Le dejamos que se asome a nuestro mundo, ese que durante meses ha sido solo de ella y mío.

Sé que es difícil, cuquita. Pero tarde o temprano teníamos que dar este paso.

Y sé que le cuesta menos cuando ve la cara de Manu, que refleja tantas emociones que es casi imposible de discernir: sorpresa, admiración, emoción...

Algo se me remueve por dentro. Su opinión siempre ha significado mucho para mí.

¿De verdad que estás orgulloso de nosotros, Manu?

Hace algunas preguntas, más para comprobar que lo ha entendido bien, que porque realmente necesite saberlo. Y entonces, se lleva un rato mirando el teclado, hasta que alarga la mano.

"Joder", toca, lento, con esfuerzo, tratando de aclararse con la correspondencia entre las teclas y el alfabeto.

Amaia y yo dejamos escapar una risa cuando acaba.

-Es hasta más lento que tú, cucu –me dice Amaia.

Manu trata de empezar a tocar otra palabra, pero se equivoca en la segunda letra y toca la anterior, se desconcentra y acaba tocando algo sin sentido. Lanza otra palabrota y vuelve a mirarnos.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora