Un año

663 84 48
                                    

Aún recordaba la primera vez que sus miradas se cruzaron.

¿Cómo olvidarlo? Había tenido un día terrible, de esos que uno sólo puede desear terminar con una bebida caliente previa a unas buenas ocho horas de descanso. Casi todo le había salido mal...

Y como una parte más del desastre, su cafetería favorita estaba cerrada, por lo que tuvo que visitar otra que tenía empleados menos amigables y precios más elevados. Agotado, Lu Han salió de ese sitio con un vaso lleno de leche tibia con chocolate en la mano, quejándose en voz baja porque había comenzado a llover y suponía que su día tan malo quería recordarle que todavía no estaba en su apartamento. Apresurándose para cruzar la calle y detener al primer taxi que viera pasar por ahí, terminó por tropezar y derramar todo el líquido de su vaso al suelo.

—¡Maravilloso! Esto es justo lo que necesitaba —soltó con tono de voz sarcástico, levantándose.

Dándose cuenta de que en esos momentos era más importante llegar a su apartamento y dejar de empaparse bajo la lluvia, suspiró. Se decía mentalmente que las cosas no podían empeorar, que sólo debía tranquilizarse, que las horas restantes de ese día se acabarían pronto.

Vio a un taxi pasar y alzó su mano de inmediato para solicitar la parada, pero el conductor simplemente lo ignoró. Hasta hoy, Lu Han sigue sin saber el porqué. Había suficiente luz, así que estaba seguro de que el taxista sí lo había visto en la banqueta. No había otras personas dentro del auto, por lo que esa tampoco podía ser la razón. De todos modos, ¿quién tenía tiempo para detenerse a tratar de adivinar el verdadero motivo cuando estaba en medio de una tormenta?

—Disculpa, ¿vives cerca de aquí? —Escuchó súbitamente.

No era el único atrapado bajo la lluvia. Claro, habría sido demasiado que toda la mala suerte del mundo le perteneciera a él. No le daba gusto que otra persona estuviera en la misma situación, sin embargo, por más extraño que pudiera parecer, sí lo alegraba el hecho de no estar solo.

Dio media vuelta para encontrarse con un joven más alto que él, de complexión delgada, ojos oscuros algo rasgados, cabello negro empapado, y con una expresión facial que reflejaba algo de preocupación.

Lu Han se quedó observándolo. De manera inexplicable, su corazón se aceleró y el frío que le causaban las molestas gotas de agua pareció disminuir. Jamás había sentido algo como lo que llegó a él al encontrarse con la mirada de ese otro chico, pero era increíble.

—Sí... —Logró responder unos cuantos segundos más tarde, señalando después hacia su derecha, hacia donde quedaba su vecindario—. Mi apartamento está a diez minutos de aquí en carro, tal vez quince... porque está lloviendo.

—Ya veo —dijo el pelinegro con una leve sonrisa—. Mi casa está a cinco minutos, tal vez siete. Llegaríamos más rápido y podríamos secarnos... Si estás de acuerdo, podemos irnos juntos en el siguiente taxi.

—¿Qué?

Lu Han parpadeó un par de veces. ¿Estaba entendiendo bien? ¿Un desconocido lo estaba invitando a su casa? No le gustaba desconfiar de la gente, pero la oferta sí que le parecía mucho como para tratarse de simple cortesía.

—¡Ah! ¡Qué suerte! ¡Ahí viene uno! —Exclamó.

—Yo... —Trató de poner una excusa, pues tampoco quería verse grosero ante el contrario.

El más alto solicitó la parada y el auto se detuvo a un lado de ellos.

—Vamos —abrió la puerta del vehículo y lo invitó a subirse primero.

Sabía que hacerle caso así a un desconocido era una locura, pero dejó de pensar con claridad al ver cómo el pelinegro sonreía cálidamente.

Se acomodó en el asiento, moviéndose rápidamente hasta el otro lado para que el otro chico tuviera suficiente espacio y dejara de mojarse lo más pronto posible. El pelinegro cerró la puerta, saludó al conductor con toda amabilidad y le dijo su dirección.

Un año [HUNHAN]Where stories live. Discover now