Capitulo 8

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Mi sentido común me grita que no debo hacerlo, que deje a este chico fuera de sus facultades mentales y corra hasta encontrar a alguien que me lleve a mi casa; me asegura que caeré de la barda y me romperé un brazo... pero entonces recuerdo un pequeño detalle: hacerle caso a mi maldito sentido común no me ha llevado a ningún lugar interesante hasta ahora, así que lo ignoro totalmente. 

—Probablemente. Y no me llames cariño —volteo por sobre mi hombro y miro un momento a Dick, desde su gastada camisa negra hasta sus pantalones negros también, diciéndome a mí misma que no me dejaría caer, al menos no a propósito, y me preparo para saltar.

—Está bien ¿sabes qué? como sea, es mi culpa. Te llevaré a tu casa. Quise probar que no eras la chica aburrida y mimada que aparentas ser, pero me llevé una muy grande desilusión —murmura, y se aleja de mí, colocando las manos en su cintura, negando hacia abajo como si estuviera muy decepcionado de mí.

No soporto mucho a Dick, es cierto, pero desde que lo vi le he envidiado esa manera despreocupada y divertida en que parece vivir su vida, a diferencia de mí, que ni si quiera soy capaz de brincar una maldita barda de tres metros y meterme ilegalmente a un club de gente rica. Tal vez Dick tenga razón y sí sea una niña mimada y aburrida después de todo, completamente aburrida, pero si hay algo que sé con certeza, es que no hay forma de que yo lo deje sentir la satisfacción de tener la razón, así que lo miro altaneramente y aunque no sé qué demonios estoy haciendo, trato de saltar la barda como él me ha estado instruyendo, pisando superficialmente las pequeñas grietas de los blocks hasta que logro llegar a la cima con su ayuda y después de un buen rato. 

Me siento un momento para recuperar el aliento. Las luces del club están lejos, y aquí está tan oscuro que al mirar hacia abajo no logro ver tierra firme, entonces comienzo a sentirme mareada y a sudar debajo de mi horrible uniforme. Voy a caer, lo sé. Y al contrario de lo que pensaba, me romperé la cabeza, no sólo un brazo. Está tan alto. Voy a morir. 

—¿Qué pasa, April? ¿Está demasiado alto para ti? —pregunta, pero siento un gran nudo en la garganta que me impide contestarle— está bien, tranquila. Voy a ayudarte ¡No temas, princesa! Tu fuerte y sensual caballero de brillante armadura va en camino a rescatarte. 

—Cállate y apúrate, idiota. Estoy mareada —gimo, tomando con fuerza la barda porque si no lo hago es muy probable que me caiga. Dick, como el ágil vándalo que es, sube la barda y se sienta a horcajadas frente a mí en menos de un minuto.

—Está bien —toma mis brazos con firmeza, haciendo que apriete mis manos en sus antebrazos, justo debajo del codo, sintiendo sus venas resaltadas y pone sus piernas sobre las mías, de modo que si me caigo, definitivamente me lo llevaré conmigo— estoy aquí, a la misma altura que tú y nada se está moviendo, sólo no pienses en dónde estás y no mires hacia abajo hasta que te sientas mejor. 

Tomo aire y trato de tranquilizarme con pequeñas respiraciones. Si él está confiado yo también puedo estarlo, de todos modos no creo que me deje caer. Trago saliva y asiento, dejándole entender que ya estoy bien. Él acaricia mis brazos antes de soltarlos. 

—Bien. Bajaré y luego puedes saltar, yo te tomaré en mis brazos ¿Te parece? Te juro que no te me vas a caer, y si lo haces... no te dolerá, no está tan alto. 

Bueno, eso no ayudó mucho, pero de todos modos, no podemos quedarnos aquí por siempre, así que asiento. Él se acomoda y salta sin pensarlo dos veces. Cualquiera pensaría por su seguridad que él caería divinamente como un gato o algo igual de ágil, pero en realidad cae con las piernas dobladas y se va para delante por el impulso, enterrando su cara en el césped y soltando un gemido no tan atractivo. Luego se levanta como si nada, sacude su camisa y extiende sus brazos al cielo como si estuviera invocando a fuerzas celestiales y comienza a murmurar algo.

Ladrona de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora